CAPÍTULO 43.

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CAPÍTULO 43.

Narra Marc.

El agua comenzó a empaparnos, pero no me preocupaba especialmente. Lo que más incómodo me hacía sentir era el continuado silencio de la chica que seguía mirándome a los ojos sin reaccionar. El cabello rubio se le pegaba a las sienes y las gotas le resbalaban por las mejillas emulando lágrimas. Me perdí en el recorrido de una de ellas que terminó en la curva de sus labios.

¿Tal vez me había precipitado?

¿Habría interpretado mal las señales? ¿Pero quién, en su sano juicio,podría haber interpretado aquellos besos mal?

La miré con la preocupación surgiendo desde lo más recóndito de mi ser. Mackenzie seguía con los ojos enfocados en mí, pero no parecía dada a la labor de hablar, ya que sus labios se habían presionado fuertemente.

A sabiendas que ya no podría empeorarlo más todavía y que, si en realidad buscaba una forma amable de rechazarme, al menos lo habría intentado.

Con una determinación que estaba lejos de sentir la sostuve la barbilla entre las manos. La chica se estremeció animándome lo suficiente para culminar en acciones los pensamientos que se enmarañaban en mi cabeza.

Moví mi mano restante a su cadera y la empujé hacia más todo lo que fui capaz, segundos después mis labios se presionaron contra los suyos que estaban insólitamente fríos.

Al principio se mostraron tensos ante la intrusión pero poco a poco se relajó dejándome hacer. Usé todas las banales veces que había tenido para entrenar. Todos aquellos besos malgastados con chicas que no podrían igualar la altura de la suela de Mackenzie. Todos y cada uno de ellos en los que no dejaba de aprender. Mientras, el implacable grifo seguía mojándonos.

Me separé a tiempo de verla como, aturdida abría los ojos.

Sin saber muy bien el motivo exacto, sonreí.

—¿Y bien?

Un fuerte color carmesí tiñó el cuello y el rostro de la chica al tiempo que asentía con un movimiento de cabeza. Debido al espacio reducido en el que nos encontramos me golpeó la barbilla y se las apañó para aplastarme el pie entre los suyos.

—Lo siento — murmuró torpemente.

Negué con la cabeza con una amplia sonrisa.

¿Lo sentía?

En aquellos momentos me sentía eufórico. La mano que mantenía en la cintura de la chica me sirvió para auparla y volver a besarla. El agua que en un inicio era frío comenzaba a quemarme en la piel desnuda. Si seguíamos ahí de seguro la cita que acababa de lograr se convertiría en un copioso resfriado.

—Será mejor que salgas —susurré a la chica.

Mackenzie frunció las cejas, confundida.

—¿Por qué?

—Creo que es demasiado pronto para que nos duchemos juntos, en serio. Pero si tú quieres por mí no hay problema — señalé la única prenda de ropa que me quedaba.

Mi compañera de piso abrió desorbitádamente los ojos y me empujó en el pecho mientras se hacía un hueco para salir de la ducha. Goteando sobre las baldosas se alejó del baño murmurando oraciones inconexas que no logré descifrar.

Sacudí la cabeza y me concentré en ducharme, pero sin lograr la sonrisa boba que me acompañaría durante mucho tiempo.

***

Cuando salí me encontré a Mackenzie mordisqueando distraídamente una tostada con la vista perdida en un punto de la pared. Me pasé una mano por el cabello aún mojado y avancé a ella sin que se percatarse de mi presencia tras su espalda.

¡Aparta, imbécil!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora