CAPÍTULO 18.

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CAPÍTULO 18.

Narra Marc.

Tras la extraña velada que tuvo lugar en casa de mis padres y la discusión de Mackenzie con Alba por quien de las dos había empujado a Yoshi a un abismo decidí irme.

Caminando junto a mi compañera de piso por el antiguo barrio de mi familia el silencio parecía amenazar con oprimir al mundo entero, o al menos eso me parecía a mí.

Como por primera vez en mi vida no se me ocurría nada que decir para aliviar el ambiente de tensión me dediqué a observar furtivamente a la chica que caminaba junto a mí.

Tenía el pelo rubio ligeramente despeinado y mantenía los brazos fuertemente apretados contra su pecho como si intentase protegerse de algo.

¿Tendría frío tal vez?

Si hubiese sido una novela ñoña de adolescentes o una película para las tardes de Antena3 debería haber prestado mi chaqueta a la damisela congelada.

Pero había una lista de inconvenientes que me impedía hacer tal cosa.

La primera es que no tenía chaqueta que prestar.

La segunda era que Mackenzie jamás la aceptaría pensando que se tratase de una broma.

Tercera mi lengua se negaba contestar los estímulos que le mandaba el cerebro en una constante e ignorada corriente de información para que se despertase de su letargo.

Cuarta la incomodad sembraba desde el momento del jardín.

Quinta la sumada por mis padres.

Quiero decir, en ese instante había estado totalmente concienciado para besarla de hecho no hacerlo provocó que me sintiese, por unos instantes, demasiado contrariado como para pensar el motivo que me llevó aquello.

Porque aunque mi mente se negase a admitirlo mi corazón lo sabía de sobra:

Me gustaba mi compañera de piso.

No podría remontarme en el tiempo para aclarar con exactitud desde cuando.

El primer día que la vi admitiré que me pareció guapa y que la idea de poder molestarla tan fácilmente cuando aparentaba ser una persona con un gran control me motivó para iniciar un juego que a ni manera de ver de aquellos instantes prometía ser excitante y estimulante en la aburrida monotonía del instituto.

Pero cuando esa chica se presentó con el rostro rojo de esfuerzo y el ánimo machado en la puerta de mi piso preguntando por la vacante la sensación que tuve fue extraña.

Tan extraña que no me hice cargo de ella relegándola a un simple segundo de confusión ante un juego mucho más interesante.

Pero, con el tiempo, al ir conociendo a la chica que se encerraba en su habitación sin contra los momentos embarazosos que tuvimos empecé a notarlo.

Aquel incómodo e irritante sentimiento pellizcando mi pecho desde dentro.

Aunque eso no bastaba.

Durante los años que llevaba de instituto cuando sucedió el incidente mal interpretado por nuestro director en el baño comencé a cargar con un rumor, haciendo de mí el principal difusor del mismo.

Conseguí así una fama demasiado suculenta para un inadaptado de quince años como para dejarla escapar, esa situación me condujo a ponerme yo mismo los grilletes de la sociedad.

Y ahora, con diecisiete años por primera vez una chica comienza a gustarme de verdad pero las raíces están tan profundamente clavadas en la tierra que parece imposible.

Y Alicia.

Esa chica era lo suficiente mala herida que podría acabar conmigo en el momento que la dejase, ¿qué quería ella de mí?

Llevaba demasiado tiempo detrás como para no tener un claro objetivo.

Y creo que todos sabemos cuál es.

¿Y si lo hacía?

Una vez que eso quedara sellado sería libre por fin, después de tanto tiempo podría ser libre, el precio siempre me pareció muy alto pero...

Tenía que hacerlo.

Acabar de una vez con todo aquello.

Puede que Mackenzie me odiase después de ello.

Pero tendría la libertad para explicárselo, para acabar con todo de una puta vez.

Quedaría exento de toda responsabilidad.

Sólo debía darle a la perra lo que andaba persiguiendo cual palo rápido, una vez que ella lo consiguiese el interés del resto quebraría.

Seré claro.

Tenía que acostarme con Alicia.



Capítulo corto basado únicamente en la versión de mi buen amigo Marc. Puede que tardes dos minutos en leerlo pero yo no tardo eso en escribirlo.

Además, no os quería dejar sin nada de mí después de que estos dos últimos días me haya escaqueado por saturamiento del mundo, pero, al ver todos los mensajes que me dedicabais, el apoyo que desinteresadamente me brindáis, la forma en la que me apreciáis como escritora me ha empujado a olvidarme de mis problemas cinco minutos y escribir... por vosotros. 


Cuatro imbéciles no pueden estropear esto, no quieren saber lo que pasó realmente y prefieren hacer un mundo de la situación y culparme a mí de ella lo asumo, alguien tan así no puede ser mi amigo, ¿no creéis? 

Hacedme caso, las palabras que os dediquen si a la hora de la verdad no son actos, si su aprecio por ti se agota en el momento que más lo necesitas... no les creas no valen la pena. 

Miles de gracias a la gente que sí me apoya aquí, a mi mejor amiga, a la única que me defendió a mis dos chicos que a pesar de no estar del todo aquí son una de las mejores cosas que me han podido pasar y a vosotros, lectores.

Me despido después de haberos soltado este rollo, 

Prim.


Canción con la cual he escrito el capítulo en multimedia. 

¡Aparta, imbécil!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora