CAP�TULO 19.
Narra Mackenzie.
Marc tan siquiera me habló cuando internamos en el apartamento. Suspirando arrastré los pies por las baldosas hasta derrumbarme en la chirriante cama de mi cuarto.
Estiré los brazos hasta prender los dedos en el borde del colchón y apoyé la cabeza en el revoltijo de brazos.
La experiencia en la casa de Marc habÃÂa sido bastante extraña.
Sus hermanas eran extrañas.
Sus padres también lo eran.
En definitiva era una familia extraña.
Mordisqueándome los labios, giré sobre un costado para quedarme mirando el techo en un lapso en lo que no sabÃÂa exactamente que pensaba, pero a la vez tenÃÂa la certeza que estaba relacionado con Marc.
Hundàlos dedos en mi alborotado cabello rubio, meditando en aquel enmarañado limbo en el que mi mente se habÃÂa sumergido.
—¿Qué diablos me está pasando?
Estallé una pequeña risa histérica antes de sofocarla con la almohada que reposaba a mi izquierda.
—Estoy mal de la cabeza. —Mis palabras sonaron ahogadas cuando las apreté contra mi rostro con más fuerza. —Eres un imbécil.
Lentamente me fui quedando profundamente dormida en un mar de sueños los cuales no fui capaz de recordar.
No supe exactamente cuanto dormàpero cuando abràlos ojos tenÃÂa la almohada colgando de mis dedos flojos y la luz que entraba era más bien reducida.
Me incorporé en la cama y crucé las piernas. Arrugué la nariz mientras rebuscaba y tanteaba para tocar mi teléfono móvil que terminó en la alfombra.
En la pantalla bloqueada pude apreciar las doce entradas de la noche.
—He dormido cinco horas. Vaya. Y estoy hablando completamente sola.
Golpeé la mano contra mi frente sacudiendo la cabeza. Bueno, puede que fuese tarde pero eso no quitaba que un hambre atroz me estrujase las tripas.
Me peiné el cabello hacia atrás con los dedos y me puse silenciosamente en pie.
Caminando de puntillas torpemente pensando en lo largas que podÃÂan resultar mis piernas cuando no lo pretendÃÂa y lo ruidosas que eran mis articulaciones.
Aunque al pasar por el salón me percaté de que mis intentos resultaron ridÃÂculos.
—¿Qué haces viendo la televisión a estas horas? —Inquiràinclinándome sobre el sofá.
Marc vagó su mirada desde el televisor hasta mÃÂ. Sonrió inocentemente.
—Es que es la única hora en la que echan En el aire.
—Existe algo llamado YouTube.
El chico sonrió y me mostró durante medio segundo su lengua en un gesto muy maduro.
Le mostré el dedo medio y me senté a su lado. En la mesa enfrente de màse encontraba una bolsa abierta de Ruffles.
Extendàla mano para aferrar una de las patatas y me la metàen la boca.
—¿De qué va este programa? —Dije masticando fuertemente los snacks.
—Es de Andreu Buenafuente. Me hace reÃÂr y es interesante.
Aparté uno de los mechones de mi cabello rubio de la frente y volvàa meterme una tanda de patatas en la boca.
—Ajá. Me gusta el presentador de al lado.
—Berto Romero. Es el puto amo.
Reàgolpeándole el brazo.
—No seas mal hablado.
Narra Marc.
Con miedo tanteé el hombro de la chica que se habÃÂa quedado dormida en una extraña posición recostada.
—Mack... Mackenzie.... —susurré para que reaccionara.
Nada.
Estaba profundamente dormida.
Y vaya que sàtenÃÂa el sueño pesado.
Estiré hasta el último centÃÂmetro de màcuerpo profiriendo un enorme bostezo que me rompió las facciones.
Suspiré y apagué el televisor donde no habÃÂa más que programas de cartas o teletiendas.
—Bueno, nena, habrá que irse dormir, ¿no crees?
Uau hablas con alguien que está prácticamente en como inducido.
Sacudàla cabeza. Perfecto, empezaba a oÃÂr voces en mi cabeza igual que mi desequilibrada madre.
Me puse en pie alborotándome el cabello y aplasté la bolsa ya vacÃÂa de patatas en la mesa desperdigando las pocas migas que quedaban.
Me incliné hacia mi compañera de piso y con cuidado hundàmis brazos bajo los cojines para sujetarla de piernas y brazos y cargarla contra màpecho.
—Vamos, princesa.
Por suerte Mackenzie no pesaba demasiado y era fácil llevarla a cuestas hasta su cuarto.
Su habitación estaba en penumbra por lo que me resultó difÃÂcil dejarla evitando que no se fuera contra nada.
Cogàla almohada del suelo y con suma delicadeza posé su cabeza en ella.
Entorné los ojos para contemplarla profundamente dormida con los labios ligeramente entreabiertos y el cabello en la cara.
Con los dedos se lo aparté de la frente y posé, en un acto de extraño sonambulismo, mis labios sobre ella sintiendo por primera vez la suavidad de su piel.
Algo se revolvió peligrosamente en mi estómago y tuve que cerrar los ojos sin apartarme.
Pero me obligué a apartarme, ignorar su aroma que aunque no olÃÂa a nada en particular era tan suave que habrÃÂa hundido la nariz en un frasco de él.
—Te voy a contar un secreto, me gusta, Mackenzie. Buenas noches.
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¡Aparta, imbécil!
Teen FictionMarc Siles es un joven independiente. Con sus flamantes ojos verdes y su reputación arraigada en una confusión tiene una lista interminable de chicas que suspiran al verle pasar. Compuesto con los peculiares caracteres de sus progenitores es amado p...