CAPÍTULO 34.

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CAPÍTULO 34.

Narra Mackenzie.

Me puse en pie de forma torpe sin poder enfocar del todo al chico que se encontraba justo enfrente. El mismo que me había roto las gafas.

Arrugué los labios molesta.

Ese hecho me conduciría a tener que hablar con mi padre para concretar una nueva cita con el oculista. Y hacía mes y medio que no tenía noticias de él ni de su miserable vida. Le detestaba por ser tan cobarde, pero, hasta mi mayoría de edad dependía legalmente de él.

El coxis me dolía increíblemente.

Todo genial, lo único positivo de ese asunto parecía ser la noticia de que mi compañero de piso había roto con su novia.

Alcé la cabeza bruscamente cuando desentrañé la magnitud de sus palabras. Tardé una milésima de segundo en poner en funcionamiento de nuevo todo mi sistema operativo. Un tiempo que fue aprovechado por el chico para aferrarme la mano y tirar de mi cuerpo contra el suyo.

Las alarmas desbordaron los pensamientos que de nuevo comenzaban a ordenarse en mi cabeza. Me obligué a estirar el cuyo para mirarle.

Mirarle sin verle.

Lo que me facilitó las cosas el doble, que también quede dicho.

—¿Qué? — Interpelé organizando finalmente con coherencia mi mente. —¿Cómo que has roto con Alicia?

Marc ladeó la cabeza de un lado a otro. Parecía divertido, o al menos gratamente satisfecho por alguna razón desconocida.

Había roto con su novia, no tendría que estar, al menos ¿un poco triste?

Enroscó los dedos en mi cabellera rubia mientras con la otra mano me sostuvo el rostro. La palma de su mano correspondía prácticamente con mi mejilla, la cual quedó cubierta en su totalidad por la cálida piel del chico.

Entrecerré los ojos, luchando con mis problemas visuales para enfocarle del todo.

—He roto con Alicia, eso es exactamente lo que he hecho. Y la forma... digamos que destapé algunas cosas.

Yo me había perdido algo, ¿verdad?

Comencé a negar reiteradas veces con la cabeza sin hacerme cargo de la solución.

¡Marc había roto con Alicia!

Y aquello significaba, aquello significaba... ¿qué significaba?

Tropecé hacia atrás cuando Marc se movió para juntarnos a la pared. Me sostuve en su hombro clavando la yema de mis dedos en sus hombros. La cabeza comenzaba a darme vueltas de forma preocupante. Tragué saliva contemplando como las chiribitas me invadían la vista ya de por si incompetente.

Marc me sostuvo por los codos evitando que me cayese. Recargué la cabeza contra una taquilla y suspiré profundamente.

—¿Qué te ocurre?

Apreté con fuerza las párpados siguiendo con el espectáculo de luces que embotaron mis sentidos.

—Las gafas, es por las gafas, me mareo si intento concentrar la vista sin ellas... —murmuré con pesar. — Y tú me las has roto cuando me has atropellado por tercera vez desde que nos conocemos.

Sentí a Marc moverse fuere de mi alcance durante un par de segundos, los suficientes para que la falta de su presencia lograra desorientarme más. Porque por una estúpida razón me sentía menos indefensa con él cerca.

Cuando regresó de dónde quiera que se había ido enrosqué mis manos en su cintura, usándolo a él en vez de a la pared como punto de apoyo. Marc me recogió el cabello con una mano y bajó el rostro hasta mi oreja.

¡Aparta, imbécil!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora