CAPÍTULO 41.

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CAPÍTULO 41.

Narra Marc.

Mackenzie dejó las llaves sobre la mesa del pasillo y lanzó las zapatillas lejos con una patada. Me quedé en la puerta contemplándola con curiosidad.

Se dio la vuelta sobre los calcetines y me miró con las cejas arqueadas. Sospechaba que su cerebro buscaba algo coherente que decirme, pero, al parecer, estaba demasiada cansada como para pensar porque terminó chasqueado la lengua.

—¿Estás bien, princesa? —Inquirí con preocupación.

Mack se pasó las manos por el cabello claro y negó con la cabeza.

—No lo sé. —Se encogió de hombros.

Arrugué los labios en una mueca y avancé hasta ella, acabando con parte del espacio que nos separaban

Con delicadeza le aparté un mechón de su frente y sostuve el rostro cerca del  suyo. Mackenzie dirigió los ojos hacia mí y sentí un cosquilleo nacer en mi pecho.

Como todas aquellas veces la parte cursi,que dormía plácidamente junto a la bestia que arañaba de vez en cuando la razón, despertó con las gloriosas consecuencias que implicaba aquello.

—¿Qué te sucede?

Titubeó apartando los ojos de mí, pero debido a la cercanía, mi rostro opacaba prácticamente toda su visión. Por lo que no tuvo más remedio que fijarse en mí nariz.

—Ojalá pudiese contártelo. Pero de verdad es que no lo sé... —musitó con un hilo de voz apenas audible. —Estoy... Hum... Cansada.

¿Cansada?

Nunca la había visto tan agotada como sus ojos me mostraban en aquellos instantes. Como mis manos ya se encontraban sobre su piel no tuve ningún impedimento en seguir deslizándolas por la misma hasta llegar a la curva de su mejilla.

—¿Sólo cansada? ¿Quieres que te lleve a la cama, princesa?

Sus ojos se abrieron desorbitados y por como el color se extendía como las partículas en fusión de una bomba atómica comprendí el doble sentido.

Oh, mierda.

Joder, joder, joder.

¡Imbécil! ¡El lado cursi era Asperger y no comprendía segundas intenciones!
Si no lo dije ya, lo digo ahora: joder.

—¡No quiero decir...! ¡Lo siento! ¡Era totalmente inocente! ¡Lo juro! ¡Quería decir que si te ayudaba!

Mackenzie me miró perpleja, siendo la única emoción que trasmitiese. Y después sus labios vibraron en una resonante carcajada.

Se apartó de mí aún con las risas escapando incontrolablemente de su boca. Se taponó la boca con las manos y me miró con los ojos chispeantes.

—¡Te tenías que haberte visto la cara! —Rió con las lágrimas aflorando en sus ojos.

Lentamente las cejas  me fueron bajando hasta fruncirse para mirarla con cara de molestia.

¡Oh que hija de...!

—¡Eres una mala persona!

Ella tuvo el descaro de encogerse de hombros acabando finalmente con la risa. La miré un par de segundos cavilando cual sería el movimiento más inteligente en aquellos momentos. Uno que ella no se esperase. Algo impulsivo. Algo mío.

El monstruo que se encontraba dormitando se desperezó alargándose y opacando al resto de controles. Sonreí para mis adentros y me lancé hacia delante. Mackenzie sin tiempo de reacción solo pudo soltar un improperio cuando la alcé sobre mi hombro como si un saquito de patatas se tratase. Con unos reflejos sorprendentes sujetó sus gafas y me miró sobre el hombro. 

 —¡¿Qué haces?! — Farfulló sin respiración. 

Eché a correr hacia su habitación ignorando los forcejeos de la chica. Aunque una de las patadas que lanzó al aire por poco derribó el florero que tan arreglado había traído mi madre el primer día. Obviamente con flores de plástico. La regañé por eso, pero supongo que no me escuchó porque siguió moviendo frenéticamente sus piernas.

Una vez en el interior de su habitación me lancé con ella sobre la cama. Mack rodó una vez liberada, sobre el colchón de tal forma que quedó debajo de mí. La oscuridad que nos rodeaba me impedía verle con claridad el rostro, ya que el único foco de luz se reducía a la del pasillo que se colaba por una rendija de la puerta. 

A pesar de todo notaba su pecho subir y bajar motivado por el movimiento frenético de su respiración y el acelerado ritmo de su corazón que se entremezclaba con el mío. Por unos instantes me quedé completamente inmóvil, dando pasos a unos vestigios de miedo que fueron desterrados con rapidez por la bestia que en pleno funcionamiento se abalanzaba sobre los mandos de mi conciencia.

Usando las manos de punto de apoyo me incliné hacia ella. Mis ojos se habían adaptado a la semi oscuridad de forma que aunque tenuamente la podía ver. 

  —Hola, princesa —murmuré sobre la piel de su cuello.

Narra Mackenzie.

Me quedé completamente congelada sintiendo como pequeñas explosiones se repartían por mi cuerpo, unidas por un enorme estremecimiento que consiguió erizar todo el vello de mi cuerpo.

Mi corazón se había puesto de acuerdo con mis pulmones para sumir un ritmo errático que amenazaba por ahogarme. Marc estaba demasiado cerca. Pero, por una razón que carecía totalmente de coherencia (ya que parecía prácticamente tomada de un proceso de locura arraigada) aquello llegó a gustarme. Me regañé mentalmente.

Por mucho que los sermones del raciocinio me mantenían aferrada a los residuos de cordura mis emociones tomaron un curso muy distinto. Hacía semanas que había admitido que mi compañero de piso me gustaba, pero, por alguna forma, todo lo que experimentaba en aquellos momentos se quedaba corto. Y no quiero decir que estuviese enamorada, pero, de alguna forma había comenzado a caminar ciegamente por aquel accidentado camino.

La respiración del chico seguía golpeándome de lleno en el cuello. Marc no hablaba. Yo tampoco me veía en facultades de intentarlo. El tiempo se dilató a nuestro alrededor y no supe concretar cuanto pasó antes de que Marc abandonase la posición que tenía y terminase tendido a mi lado. 

Mis ojos buscaron los suyos a través de la oscuridad. Cuando finalmente pude establecer contacto con ellos sentí algo contraerse en lo más profundo de mí y una sonrisa involuntaria tiró de mis comisuras hacia arriba.

 —Buenas noches, princesa.

Tras decir eso depositó un beso en el nacimiento de mi cabello y se acomodó contra el colchón. Cerré los ojos involuntariamente. Aquello era decididamente surrealista. Pero el caso es que no me importaba demasiado. Por lo que murmuré de vuelta:

 —Buenas noches, imbécil.

..........

¡Hola! ¿Qué tal mis amad@s lectores?

He vuelto, estúpidamente, al instituto un viernes y aunque pretendía haber publicado ayer no pude. Lo siento.

Y a continuación mis preguntas habituales:

¿Qué os parece la historia?

¿Os gusta?

¿Estáis tristes porque vaya a terminar? Porque yo, aunque sea quien la acabe sí lo estoy.

Igualmente mis nenes ya están capacitados para seguir su historia en vuestras mentes y NO HABRÁ CONTINUACIÓN. No descartemos capítulos extras, me dan venazos a veces.

OS ADORAMO

Primrose—





¡Aparta, imbécil!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora