CAPÍTULO 39

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CAPÍTULO 39.

Narra Mackenzie.

Hundí la pequeña cuchara de plástico en el yogur helado cargado de toppings de chocolate. En un momento dado se me habían olvidado todos los temas de conversación.

Marc se encontraba sentado paralelamente a mi asiento y parecía entretenido en fijarse en todos y cada uno de mis movimientos.

Lo que me incomodaba mucho. A veces me gustaría clavarle la cuchara en el ojo. Al estilo ninja, por supuesto. Y otras lanzarme a besarlo.

¿Ya comenté que mi cerebro había desconectado?

Al menos tenía la escusa del helado para llenarme las mejillas y tener un motivo para no hablar.

Pero pronto el silencio comenzó a agobiarme en un extraño horror vacui. Tenía que escupir un tema, algo, ¡lo que sea!

—Gracias por acompañarme. —Terminé murmurando.

Los ojos de Marc que se encontraban un poco más al sur de mi nariz se reencontraron con los míos.

—No te habría dejado venir sola.

Sonreí ante el recuerdo de lo preocupado que parecía cuando me llamó por teléfono.

—Hablando de eso... Creo que exageraste un poco con este asunto —Comenté metiéndome una nueva cucharada de yogur en la boca.

Marc entrecerró los ojos hacia mí. Pude identificar un brillo alterno en su mirada que me puso el vello de la nuca de punta.

—No exageré ni un ápice. Te fuiste sola sin ver.

Arrugué la nariz, en parte por la congelación cerebral y por las palabras del chico. Confusa parpadeé varias veces.

—Ya, puede que no fuese muy inteligente pero...

—Pero nada — me agarró la mano que no sujetaba la tarrina. —No lo vuelvas hacer, ¿vale?

Sentí un agradable cosquilleo en el vientre.

—No seas empalagoso. —murmuré sin embargo.

Marc se inclinó hacia mí un poco más. Le sostuve la mirada con firmeza luchando para que mis mejillas no reflejasen el calor que sentía desde dentro.

—Sabes que te encanta. Bueno, en realidad te encanta todo de mí.

No pude evitar que una sonrisa se filtrase a través de mis labios.

—Eres un egocéntrico.

El chico rió y se echó hacia atrás en la silla. Cruzó los brazos sobre el pecho y con las cejas arqueadas me dirigió una larga mirada.

—Nunca dije lo contrario —y tras mirarme un rato más dijo:—te quedan bien las nuevas gafas.

Intuitivamente me llevé los dedos a ellas para recolocármelas. En aquellos momentos siempre sospechaba de mí, seguramente, horrible aspecto.

—Hum... Gracias.

Realmente no había cambiado en nada el modelo de gafas con respecto a las anteriores, sólo el color.

Pero acepté el cumplido de todas maneras y regresé a mi tarrina prácticamente vacía.

—Cuando acabes nos vamos.

Asentí y desplacé la mirada a la camarera de ojos saltones que no cesaba en su intento de intentar comerse al chico a través de ellos.

—Creo que pronto necesitará un babero. —Comenté sin reflexionar.

Me di cuenta de mí error nada más regresar la atención sobre el chico que sonreía burlonamente.

—¿Celosa?

—Ni en tus más alocados sueños, imbécil —Refunfuñé poniéndome en pie. —Voy al baño.

—¡En los que siempre apareces tú princesa!

Me giré tan de improviso que el cabello me golpeó el rostro.

—¡Idiota!

Marc alzó las cejas.

—¿No era imbécil?

Sonreí ampliamente sin ser consciente de ello.

—Ambas cosas.

Narra Marc.

Me apresuré a pagar a la camarera antes de que Mack regresase del baño.
Efectivamente la pobre parecía demasiado necesitada y aunque en el fondo me daba pena no pude contestar a su tonteo, ya que extremaba el cuidado.

Estaba metiéndome el cambio de nuevo en el bolsillo cuando Mackenzie apareció de nuevo.

Me miró con el ceño fruncido y me indicó que saliésemos.

Obedeciendo le hice un gesto para que saliese antes.

—Las damas primero —adorné mi gesto.

Mackenzie resopló un par de palabras y pasó a mí lado. La campanilla situada sobre la puerta tintineo antes de que abandonasemos el local.

—¿Estás enfadada?

Al no recibir respuesta alguna supuse que estaba en lo cierto. Bueno, más bien era un pique.

—¿Te atiendes a las consecuencias de estar enfadada conmigo?

Ella sacudió la cabeza y apretó el paso. Aunque tuvo que frenar frente al semáforo que brilló con una cargante luz roja.

Me lanzó una morada enfurecida por encima del hombro y chasqueó la lengua.

—¿Qué? Yo no tengo la culpa de que el semáforo se haya puesto en rojo.

Al ver que Mack no contestaba me incliné sobre ella y posé los labios sobre su oreja. Sabía que aquello la afectaba y como esperaba un leve estremecimiento la delató.

—No puedes estar enfadada conmigo. Aunque lo intentas.

Comencé a hacerla cosquillas con los labios en el cuello. Mi padre siempre me había dicho que era uno de los puntos más sensibles donde, si hacías lo que debías podías conseguir casi todo lo que te propusieses.

Mackenzie se apartó de mí. Sacudió la cabeza de un lado para otro y finalmente suspiró.

—¡Está bien! ¡Pero déjame! —Alzó los hombros y se apartó un mechón de la frente con un gesto enérgico.

Extendí los brazos.

—¿Un abrazo de reconciliación?

Una pequeña risa brotó de sus labios. Aunque apenas duró medio segundo ya que su vista se perdió por encima de mi hombro.

Seguí su mirada estupefacta y giré sobre mis talones. Yo también puse cara de sorpresa cuando presencié la escena.

Mateo, el hijo del mejor amigo de mí madre, se estaba besando con otro chico sentado en unos de los bancos diseminados por la calle.

—¿Ves lo que yo veo?

—Pellizcame por si acaso.

•••••••••••

¡Hola! ¿Cómo vaís? Aquí os dejo un nuevo capítulo de la historia a la que no le faltan demasiados para el final.

Ya sabes, si quieres que actualice con más rapidez vota mi amado lector fantasma ^^

Sin más me voy a seguir viendo Harry Potter

¡Nox!

Prim ∆

¡Aparta, imbécil!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora