Debía solucionar aquel asunto.

Urgentemente.

Frené mi avance provocando que un chico que camina tras mío se golpease contra mi espalda. Me miró airado antes de continuar su camino sosteniendo entre las manos una carpeta a punto de estallar.

Ladeé la cabeza meditando. Debía romper con ella, o hacer que ella rompiese conmigo, tenía dos opciones.

La primera: romper con ella, y confiar que fuese lo suficientemente mala arpía (que lo era) para acabar con la reputación que tenía labrada desde los quince años en aquel instituto.

La segunda: permitir que consiguiese lo que con tanto esfuerzo llevaba buscando desde el primer instante en el que se fijó en mí y perder, por consiguiente, una parte importante de mi esencia.

Estaba claro lo que debía hacer.

Narra Mackenzie.

—Tranquila, seguro que Marc lo arreglará.

Irene alzó los ojos hacia mí, aún se apreciaban en ellos los vestigios del llanto anterior. Arrugó la nariz sorbiendo los cristalinos mocos que acompañaban al frío y a la tristeza.

—¿Segura?

Me mordí el interior de la mejilla, pasando las lengua por las heridas que acostumbraba a abrirme en aquella zona. No podía explicar el porqué pero confiaba que el chico pudiese arreglarlo todo.

—Completamente.

Una pequeña sonrisa le arrugó la comisura de los labios. Aparté la vista de ella justo a tiempo para ver la conmoción que ocurría un par de alumnos más hacia delante. Achiné los ojos en dicha dirección. Un nudo de brazos y piernas avanzaba a trompicones.

No tuve tiempo de desentrañar su personalidad antes de que saliese despedido hacia delante. Sus ojos recorrían ansiosos la multitud y el pecho denotaba su acelerada respiración.

Fui a hablar cuando localizó a la chica que ajena al barullo buscaba un pañuelo de papel en su bolsillo, aunque apenas comencé su nombre cuando retomó la carrera y agarró a Irene.

Mi amiga soltó una extraña exclamación de sorpresa cuando sus pies dejaron de rozar el suelo. No tuve tiempo de ver sus reacciones por más tiempo ya que Hugo se la llevó por el pasillo.

Perpleja continué con los labios abiertas como una completa estúpida por un par de segundos más que son los que tardó mi mente en asimilar los hechos.

Bueno, parecía que Marc había cumplido con la parte de su labor.

Aferré las correas de la mochila que me sometía los hombros y con una pequeña sonrisa avancé por los pasillos.

********

No volví a ver a Irene, Hugo, Marc o Mateo por el resto de la mañana. Por lo que cuando el timbre que anunciaba el lapso de tiempo de almuerzo no pude evitar pensar qué había ocurrido con todos ellos.

Como no sentía especial entusiasmo por comer sola, comencé a guardar con una pasmosa tranquilidad los libros de nuevo en la mochila que comenzaba a resquebrajarse por las costuras. Me recoloqué las gafas sobre el puente de la nariz al tiempo que me incorporaba.

Como al aparecer tendría que consumir mi almuerzo en soledad, rescaté el libro que siempre me acompañaba para estos casos.

Pasé las manos por sus tapas desgastadas y lo abrí por la página marcada.

Con los dedos prendidos en el libro y la mente flotando entre las letras me aislé momentáneamente del mundo. Y aunque seguía percibiendo el mundo de mi alrededor este parecía desdibujado e impreciso comparado con el que me ofrecían cada una de las palabras esbozadas en las páginas.

Culpo a mi abstracción del mundo por todo lo que sucedió después.

Apenas tuve tiempo de entender lo que pasaba antes de ser arrollada por una mole de carne y hueso. Trastabillé hacia atrás moviendo los brazos en una maniobra tan ridícula como poca efectiva al tiempo que la gravedad me vencía.

La mochila paró el golpe lo suficiente como para evitar que me rompiese la nuca contra el suelo, aunque mi rabadilla no tuvo tanta suerte, llevándose la peor parte del golpe.

Tanto el libro como mis gafas me fueron arrebatadas por la caída, volando lejos de mi alcance y estas últimas haciéndose pedazos contra el suelo en un desagradable sonido de cristales rotos.

Por no contar el cabezazo que me endiñó la persona que cayó sobre mí, que por suerte poseía de los suficientes reflejos como para interponer las manos evitando aplastarme por completo.

Gemí dolorida y sorprendida por todo aquello y entrecerré los ojos, viendo a mi alrededor borroso por la falta de los cristales que reparaban mis problemas visuales.

Oh, conque ahí estaba.

—¿Otra vez, en serio?

El chico rió sin apartarse ni un centímetro, por lo que no hace falta decir la poca coherencia que la perturbación de mi espacio vital me producía.

—Es el destino princesa, te buscaba.

Alcé las cejas.

—¿Podrías quitarte de encima? ¿Y para qué me buscabas con tanta urgencia?

Marc ladeó la cabeza y esbozó una media sonrisa.

—No y... he roto con Alicia. 

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¡Hola! Otra capítulo y para que sepáis... Me habéis decepcionando, ¡tres días en alcanzar votos 200! Yo que ya tenía el capítulo preparado...

Bueno, ya sabéis ¡motivadme! Hahaha

Si  realmente yo es os quiero mucho, de verás.

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+Comentarios.

=Todos felices :)

La amoprecio

Prim ♥♥

¡Aparta, imbécil!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora