Capítulo 3. Baño de pollo.

Start from the beginning
                                    

Parecía seguro. Por lo menos no me perdería la comida por ser incapaz de encontrar la cafetería.

—Oh Dios Mío, ¡hay pollo!

Reí por su entusiasmo.

—¿Eso es bueno?

—¡Sí!

Asentí despacio echando un vistazo al lugar. Las mesas cuadradas no parecían tener un orden fijo, por lo que no había ningún epicentro de la popularidad. O la mesa del Rey León, como me imaginaba.

Separé los dedos del chico de mi muñeca despacio con la premisa de ir a por mi comida. Él asintió corriendo a lo que supuse que era su mesa habitual. Viré sobre mis talones para situarme en la fila cuando algo caliente y pegajoso impactó contra mí.

Pestañeé apresando mi labio para no soltar un grito. La salsa estaba ardiendo, picando en mi piel rematado por los grasientos trozos de pollo que habían caído en mi ropa.

Quise ser entonces la protagonista de una novela. Donde el chico le tira la comida, se miran a los ojos, se enamoran, él la ayuda a limpiarse y viven felices para siempre. Pero mi triste vida no era así. Por supuesto que no.

El chico de pobladas cejas y rostro lleno de acné que derramó el pollo sobre mi camiseta arrugó la frente.

—Tienes que pagarme otro plato de pollo – Dijo con voz gallada.

Aparté los mechones de mi rostro bajando mi vista para comprobar los daños.

—Y tú tienes que pagarme otra camiseta —Gruñí en respuesta.

Narra Marc.

Hinqué el tenedor en uno de los muslos de mi plato. La verdad no tenía especial hambre, pero, cuando en la cafetería había algo comestible había que aprovechar. No era por exagerar metiéndome en el tópico. Ojalá. La comida contratada por nuestro centro dejaba mucho que desear.

La mesa estaba ocupado por Hugo que seguía sumergido en el tema de la nota amorosa, Alicia y dos de sus amigas. Las tres parecían comerme con los ojos, sin disimular en ningún momento.

¿Por qué imbécil mujeriego me habían tomado?

Por el que te esfuerzas en aparentar.

Puse los ojos en blanco ante mi inoportuna conciencia llevando la comida a mi boca. Joder. Quemaba. Tragué grueso suspirando.

—Y... ¿vendrás a la fiesta? - Preguntó Alicia por ... ¿enésima vez?

—Por supuesto que iré, no me la perdería por nada — la guiñé un ojo con una sonrisa ladeada.

Ella sonrió complacida por mi respuesta.

Resistí el impulso de bufar sumergiéndome en mis propios pensamientos. Si buscaba una conversación que no se tratase de un tonteo no estaba en el lugar adecuado. Reconozco que aquello me divertía, y había tenido la oportunidad de pulir mi manera de besar por los continuos líos que iban surgiendo pero comenzaba a cansarme de ello. Aparentar algo que no era, y que sin embargo, forjaba toda mi reputación era al menos agotador.

—Oh, mira, parece que la nueva se llevó un regalito. — La voz de Eva, una de las amigas de Alicia, hizo que girase el cuello.

Mackenzie parecía echar humo por las orejas al tiempo que agarraba el borde de su camiseta despegándolo de su cuerpo, evitando que se le pudiese transparentar algo y miraba furiosa a el raro de Héctor que parecía disgustado.

—Bueno, le ha echo un favor. Esa ropa era horrenda.

Miré Alicia que contemplaba la escena con una sonrisa torcida.

—¿De verdad? —Arqueé las cejas inclinándome sobre la mesa.

Ella asintió fingiendo pena.

—Alguien debería darle una clase de buen gusto. Una camiseta negra con unos vaqueros oscuros, ¡por favor!

La ignoré volviendo a posar mis ojos sobre la chica que tras asesinar al chico con la mirada se alejó dando fuertes pasos. Buscaría el baño, supongo.

Aunque no sabía donde estaba, ¿no?

Podía ayudarla.

No pude evitar la mueca traviesa que quedó plasmada en mis labios conforme me levantaba. Sólo golpeé el hombro de mi amigo para avisarle que me iba. Él asintió distraído continuando con su estudio de su lista de contactos del WhastApp.

No tuve que caminar mucho antes de alcanzarla.

Se movía con inseguridad por los pasillos enfocando su atención en todas y cada una de las puertas.

—El baño está a la derecha — Dije asustándola.

Se volvió con rapidez enfrentándome.

—Oh, tú.

Sonreí divertido.

—Ya veo cuanto te alegras de verme, nena.

Apretó los labios en una delgada línea al tiempo que fruncía las ceja. Había que admitirlo, verla enfadada era realmente divertido.

—Te dije que no me llamases nena y... gracias por lo del baño.

Caminó en la dirección que la señalé sin volverse para mirarme. No parecía caerle especialmente bien. Pero bueno, la situación no dejaba de ser más interesante que el continuo coqueteo del resto de chicas.

Hablando de eso... unas manos me envolvieron desde atrás. Segundos después un cuerpo femenino estaba pegado a mi espalda.

—¿Podrías acompañarme a... mi taquilla? —Ronroneó.

Su taquilla se traducía en algo bastante distinto. No había que ser muy listo para deducir aquello cuando sus labios se posaron en el lóbulo de mi oreja comenzando a jugar con él. Esa chica no especialmente sutil. 

—Por supuesto, iremos a tu taquilla.

¡Aparta, imbécil!Where stories live. Discover now