Capítulo 2. Rey León.

Start from the beginning
                                    

Alcé las cejas pero no dije nada y comencé a hurgar entre las palabras. No pude evitar la carcajada que salió de mis labios conforme la leía.

—Es una carta de amor tío ¿dónde está el problema?

Hugo arrugó la nariz cabeceando como si fuese el ser más corto del planeta.

—¡Ese es justamente el problema!

Vale. Ahora sí que me sentía como un completo atontado.

—¿Perdón? Tienes a una chica que se muere por ti y te hace esta cursilería y es un problema. Creo que el problema – empujé su frente con el dedo – Lo tienes tú, colega.

Él bufó.

—¿Quién crees que puede ser?

—No estoy al tanto de toda la población femenina del instituto.

Esta vez fue él quien alzó las cejas.

—Por favor. Sabes que sí.

Sonreí pero no contesté. En su lugar le cogí por los hombros empujándole hacia la siguiente clase.

—Probablemente estará en una de tus clases, presta atención y ya — apliqué mi fuerza haciendo que tropezase.

—Tal vez sea la nueva. La han traído a cambio del Camello, dicen que está buena. Puede que busque diversión — sonrió siniestramente.

Puse los ojos en blanco como tantas veces había visto que lo hacía mi madre y le señalé la puerta.

—Ve Romeo.

Mi amigo asintió guardando la nota en el bolsillo de sus bermudas vaqueras al tiempo que giraba y desparecía en el concurrido pasillo. Imité su acto dirigiéndome a mi propia clase.

Narra Mackenzie.

—Señorita Molina —Alcé la cabeza encontrándome con mi nuevo profesor de química. —Debería ir a su siguiente clase.

Asentí cerrando mis apuntes y guardando mi sencillo bolígrafo bic azul en mi estuche. Extraje la nota con las clases que me habían otorgado en secretaria con cuidado. Al parecer la siguiente era biología. Ahora el problema ¿dónde se impartía aquella materia?

—Perdone.

Quedé levantada caminando hacia el anciano que guardaba sus cosas en el curtido maletín que portaba.

—¿Dónde está el aula de biología?

Terminé de abarcar el pasillo y gire a la izquierda, la primera puerta a la derecha.

Apunté mentalmente las indicaciones sonriendo agradecida.

—Por cierto, yo que usted evitaría acercarme mucho a Siles, no es buena influencia que digamos.

Mis cejas se fruncieron inconscientemente de fastidio.

—No se preocupe. No lo haré.

Comprobé el tiempo que disponía antes de salir caminando rápidamente. Debía hacerme todo el pasillo, girar a la izquierda y después puerta derecha. Afiancé estos datos en mi mente conforma caminaba golpeando las baldosas con fuerza.

Suspiré de puro alivio al comprobar los rótulos del laboratorio que indicaban que no me había equivocado. Estaba prácticamente vacío.

No conocía la asignación de asiento por lo que tuve que esperar discretamente en la puerta como la gente iba llenando poco a poco el espacio. Vi entonces dos asientos libres y me avancé hacia uno de ellos que se situaba junto a la ventana.

Un chico entonces se sentó en el que quedaba justo a mi lado. Le miré. Tenía el cabello oscuro en pequeños y cortos rizos y portaba unas gafas azules de pasta que ocultaban unos oscuros ojos marrones. Me sonrió amablemente. Tímidamente le devolví la sonrisa.

Giré la cabeza calculando la distancia de mi lugar con la pizarra. Demasiado lejos. Bufé sacando mis gafas negras de su funda y colocándomelas sobre el puente de mi nariz. Con ellas parecía una empollona incluso obviando mis notas.

—¿La nueva?

Asentí hacia el chico.

—Tranquila. Asustan pero no muerden.

Pestañeé sonriendo.

—Eso espero. Solo faltaba que mordiesen. — Ladeé la cabeza extendiendo mi mano — Mackenzie pero puedes llamarme Mack.

El chico la tomó sacudiéndola cómicamente.

—Bienvenida Mack a esta selva.

—¿Selva? ¿Y quién es el Rey León? Aunque el lo fuese en la sabana — comenté divertida.

El chico recolocó sus gafas.

—Oh cariño, aquí hay uno Marc Siles.

Con que el Rey León  de esta selva ¿eh?

¡Aparta, imbécil!Where stories live. Discover now