Ambos estaban rodeados de música, luces y murmullos lejanos… pero no los escuchaban.

Taehyung lo miraba, sin saber por qué ese chico que lo sujetaba así, tan suavemente, lograba calmarle el alma. Había algo en su forma de moverse, de mirar… algo que lo conocía.

Y Jungkook no podía apartar los ojos de él. Lo tenía tan cerca. Tan suyo y tan ajeno. Podía sentir el calor de su piel, la respiración acompasada, el ligero rubor en sus mejillas por el roce de sus manos. En ese instante, Taehyung le parecía la personificación perfecta de aquella canción: dorado, etéreo, precioso. Como un recuerdo que se vuelve presente. Como el amor que había creído perder.

Sus cuerpos giraban, cercanos, y a veces se alejaban para volverse a encontrar. Las luces estallaban como estrellas, suaves destellos alrededor de su burbuja invisible. Cada vez que sus ojos se encontraban, algo se sacudía dentro de ellos. Un lazo invisible que parecía tensarse más y más.

El estribillo llegó:

“She's got glitter for skin, my radiant beam in the night…”

Y Jungkook no pudo evitarlo. El sentimiento le ganó al miedo, a la culpa, a la máscara.

Acercó su rostro al oído de Taehyung, y en un susurro tembloroso, le dijo:

—¿Sabes…? A veces pienso que cuando el sol se oculta, no es para que se apague el día… sino para recordarnos que aún en la oscuridad, hay personas que brillan más que cualquier estrella. Y tú… tú eres mi hora dorada, Taehyung.

Taehyung se quedó quieto.

El mundo se detuvo.

Sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, una corriente de electricidad tan profunda que lo hizo tragar saliva y mirar al chico fijamente.

¿Cómo sabía su nombre?

¿Cómo podía ese extraño saber cómo se sentía bailar con Jungkook?

El corazón se le aceleró y, por un momento, pensó en preguntar, en decir algo… pero justo en ese instante, la canción llegaba a su fin. Las últimas notas se deshacían en el aire como polvo dorado.

Y entonces… la luz se apagó.

Un breve instante de oscuridad. Un parpadeo. Un silencio.

Cuando volvió a encenderse, con su parpadeo estroboscópico habitual, Taehyung buscó a su alrededor.

Pero él ya no estaba.

Ni rastro del chico. Ni su voz. Ni sus ojos.

Solo quedaba la sensación de haber estado bailando con alguien que había sido parte de su alma desde siempre.

Solo quedaba su corazón latiendo como loco, intentando convencerse de que lo que había sentido era real.

Y sus labios, aún temblando por aquella frase que, lo sabía, jamás olvidaría.

“Tú eres mi hora dorada, Taehyung.”

Las luces titilaron débilmente sobre la pista mientras Taehyung, aún con el corazón agitado por el último verso de la canción, volteaba como si quisiera decir algo más, como si quisiera retener al chico de la máscara dorada que, por alguna razón, le hacía temblar los recuerdos y el pecho.

Pero cuando levantó la mirada… él ya no estaba.

Taehyung permanecía de pie en la pista de baile, aún envuelto en los últimos ecos de la canción que acababa de terminar. Su corazón latía acelerado, no solo por el ritmo de la música, sino por algo mucho más profundo: la sensación cálida que le había dejado aquel chico misterioso con quien acababa de compartir un baile que había parecido sacado de un sueño. Sin embargo, al abrir los ojos… ya no estaba.

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⏰ Last updated: Aug 12 ⏰

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