CAP 11

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-- DETRÁS DE LA SONRISA --

La mañana en la casa de Jungkook amanecía lenta y pesada. El sol entraba en la habitación como un intruso silencioso, iluminando la alfombra desordenada, los zapatos tirados, los papeles de canciones a medio escribir.

Jungkook estaba sentado en el borde de su cama, con el cabello revuelto y una taza de café frío entre las manos. El teléfono descansaba a su lado, mostrando una conversación no terminada con "Taehyung el paciente". No había respondido aún. No sabía cómo.

Suspiró, sintiendo el peso invisible de todo lo que era y todo lo que fingía ser.

Su carrera era una jaula de cristal. Por fuera, parecía brillante: éxitos, portadas de revistas, fans gritando su nombre. Por dentro, era un torbellino de exigencias, agendas imposibles, entrenamientos sin descanso y la obligación de ser perfecto. Sonreír siempre. Verse bien siempre. Decir lo correcto siempre.

Desde pequeño había sido así. Desde que su madre —una mujer estricta con sueños propios que jamás logró cumplir— lo había llevado a audiciones, exigiéndole que fuera "el mejor". Y su padre... su padre siempre había estado, pero nunca realmente. Las pocas veces que cruzaban palabras, eran instrucciones, críticas o silencios incómodos.

Nunca había un "¿Cómo te sientes?"
Nunca un "Estoy orgulloso de ti."

Con el tiempo, Jungkook aprendió a no esperar nada. Aprendió a sostener una sonrisa como una armadura. Aprendió que los aplausos del mundo dolían menos que la indiferencia en casa.

Hoy, a pesar de todo, su agenda seguía llena: reuniones, ensayos, entrevistas. Cada actividad era una oportunidad para escapar de sí mismo.

Se duchó, se vistió, aplicó un poco de maquillaje para ocultar el cansancio en su rostro y salió al mundo. Las cámaras lo esperaban. Los fans lo esperaban. Y él, como siempre, sonrió.

Pero en el fondo, muy en el fondo, había un pequeño lugar que ya no podía callarse.

Taehyung.
Ese nombre era como una nota disonante en su melodía perfecta. Desde que lo había conocido, algo en él había comenzado a desarmarse.

Cuando estaba con Taehyung, se sentía... ¿qué era exactamente? ¿Liberado? ¿Vulnerable? ¿Vivo?

Cada sonrisa desafiante, cada mirada intensa de Taehyung perforaba la fachada que había construido con tanto esfuerzo. Jungkook sabía que estaba sintiendo algo, algo que iba más allá de una simple simpatía. Pero se negaba a admitirlo. No podía. No cuando toda su vida había creído —había necesitado creer— que era normal, que era heterosexual, que encajaba.

Recordaba su infancia, y la punzada de dolor era casi física.
De pequeño, solía ser diferente. Más sensible. Más expresivo. A veces jugaba a imitar a sus ídolos femeninos, bailando en la sala con movimientos ligeros, dejando salir su energía alegre. Su madre lo reprendía duramente, diciéndole que "los niños no hacían esas cosas", que "tenía que ser fuerte, como los hombres de verdad".

En la escuela, no fue distinto. Sus compañeros detectaban cualquier gesto "afeminado" como un tiburón huele la sangre, y no tardaban en burlarse de él.
"Maricón."
"Nena."
"Raro."

Palabras como cuchillos, palabras que lo enseñaron a esconderse. A endurecerse.

Y ahora, tantos años después, cuando creía que lo tenía todo bajo control, aparecía Taehyung y desordenaba su mundo.

Mientras caminaba por los pasillos del edificio de su agencia, mientras firmaba autógrafos, mientras posaba para sesiones de fotos, no podía evitar preguntarse:

: ~~|•  DUMB MISTAKE •|~~ :Donde viven las historias. Descúbrelo ahora