Jimin frunció el ceño, apretando los labios. Lo sujetó con más fuerza. Taehyung tenía el cuerpo tenso, como si estuviera sosteniéndose con hilos.

—No eres menos, Tae. Ellos son unos imbéciles, ya lo sabes. Ellos no son nadie.

—¿Y por qué sus palabras me duelen más que las tuyas me alivian? —preguntó Taehyung con una sonrisa amarga, volviéndose hacia su hermano—. ¿Por qué siento que tienen razón? ¿Por qué cuando se burlaron… de cómo me veo, de lo nerd que soy, de lo estúpido que aparento… no pude dejar de creerles?

—Taehyung… —Jimin lo miró, con los ojos húmedos ya.

—¿Y sabes qué es lo peor? —continuó, ahora sin detenerse—. Que yo ya lo venía sintiendo. No es que me sorprenda. Es que me recuerda que lo que pienso de mí mismo… no es solo cosa mía. Que allá afuera… también me ven así. Feo. Patético. Invisible. Y no sé… no sé cuánto más puedo fingir que no me importa.

Las palabras dejaron un eco en el aire. Jimin no lo interrumpió. Solo lo abrazó de lado y, con la barbilla apoyada sobre su hombro, le dijo con voz suave:

—Mírame.

Taehyung giró el rostro, aún con los ojos llorosos.

—Tú eres el chico más hermoso que conozco —le dijo Jimin con total sinceridad—. Eres dulce, eres inteligente, eres tú. Tienes una luz que muchos no pueden soportar. Por eso te apagan. Pero no voy a dejar que lo hagan.

Taehyung sonrió. Pequeñito. Vulnerable. Y se limpió con torpeza una lágrima rebelde que no quería secarse.

—Gracias, Jiminie…

Jimin le revolvió el cabello, como cuando eran niños.

—Para eso estoy, tonto. Ahora… —cambió el tono, más animado, como si acabara de tener una epifanía—. Se me ocurrió algo.

—¿Qué? —preguntó Taehyung, desconfiado.

Jimin se paró frente a él, con una sonrisita traviesa y los brazos cruzados.

—¿Y si pulimos al diamante?

—¿Pulimos… qué?

—¡A ti! —exclamó Jimin, extendiendo los brazos como si mostrara un cartel luminoso—. Vamos a darte un cambio de look, Tae Tae . Un glow up. Como los de los k-dramas, ¿sabes? De esos que cuando aparece el chico después del cambio, todo el colegio se desmaya.

Taehyung lo miró, entre risa y desconcierto.

—¿Me estás diciendo que… quieres transformarme?

—¡Exacto! —Jimin chasqueó los dedos—. Corte de cabello, ropa nueva, actitud… todo. Quiero que entres al baile como si fueras el protagonista del final feliz. Como la versión más poderosa y guapa de ti mismo.

—No soy alguien que llame la atención, Jimin…

—¡No tienes que serlo! —lo interrumpió Jimin—. Solo tienes que verte y sentirte bien contigo mismo. Eso es lo que importa. Y si con eso hacemos que ese grupo de idiotas se atragante con su propia envidia… pues mejor.

Taehyung se rió, por primera vez desde que salieron de la tienda.

—No sé si estoy listo…

—¿Confías en mí?

—…Sí.

—¿Entonces?

Taehyung suspiró… y asintió.

—Vamos a pulir al diamante.

Jimin dio un saltito de emoción y le tomó la mano, arrastrándolo de vuelta al centro comercial con una energía nueva, como si la tristeza se hubiera transformado en propósito.

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