Jungkook cerró los ojos por un momento. Sentía que su corazón se partía en dos con cada kilómetro que recorrían. No sabían en qué rincón del pueblo podrían encontrarlos, no sabían si seguían ahí o si ya se habían ido. Pero él tenía que intentarlo.

Tenía que encontrar a su Taehyung.

Tenía que mirar esos ojos otra vez, aunque fuese solo para decirle cuánto lo amaba, cuánto lamentaba haberlo dejado, y cuánto deseaba que aún quedara algo de ellos en algún rincón del tiempo.

Y mientras las montañas se asomaban en el horizonte y las casas del pueblo comenzaban a desaparecer entre los árboles, Jungkook apretó los puños con fuerza.

No tenía un mapa.

Pero tenía un nombre en el pecho.
Y eso, pensó, tal vez era suficiente para seguir.

El pueblo comenzaba a moverse con la lentitud encantadora de una mañana cualquiera. Tiendas abriendo sus puertas, bicicletas cruzando las esquinas, voces suaves que saludaban con familiaridad entre sí. Jungkook mantenía el rostro pegado al vidrio de la ventana, viendo todo con ojos que buscaban demasiado. Demasiado rápido. Demasiado desesperado.

Dieron varias vueltas sin rumbo fijo, simplemente confiando en que el destino, el instinto o el corazón —lo que llegara primero— les diera una señal. Y entonces, al doblar por una de las calles principales del centro, esa señal apareció.

Un cartel grande y colorido colgado en una pared desgastada, justo frente a la plaza del pueblo, captó su atención de inmediato. Yoongi bajó un poco la velocidad, y Jungkook se inclinó hacia el parabrisas con los ojos muy abiertos.

—Espera... ¿ves eso?

Yoongi ya estaba girando el volante para estacionar.

—Sí. “Gran baile de la preparatoria de Daegun”… —leyó en voz alta—. Mierda, eso suena a algo importante.

Ambos se quedaron en silencio, leyendo las letras rojas sobre fondo blanco que anunciaban el evento anual más esperado por los estudiantes del lugar.

Jungkook fue el primero en hablar, aunque no miraba a Yoongi. Seguía observando el cartel como si fuera un mensaje secreto que solo él debía descifrar.

—Taehyung… y Jimin están en la preparatoria todavía.

Yoongi lo miró.

—Lo dijiste antes.

—¿Y si van al baile?

El silencio volvió a instalarse, pero ahora cargado de electricidad. Se voltearon al mismo tiempo, mirándose de frente con una claridad que casi dolía. Era como si la misma idea hubiera aterrizado en ambos cerebros en el mismo segundo.

—Podríamos encontrarlos ahí… —susurró Jungkook.

Yoongi asintió despacio.

—Podría ser la mejor oportunidad que tengamos.

Pero entonces Jungkook frunció el ceño.

—¿Y cuándo es? ¿Y si ya fue?

—No lo dice en el cartel —Yoongi murmuró, observando desde el auto—. Solo dice “¡Pronto!”… qué mierda de información.

Jungkook apretó los labios. El pecho le latía más rápido. Ya no por ansiedad, sino por una punzada de esperanza. Quería saber la fecha. Quería saber todo. Y al ver pasar un grupo de chicas adolescentes cruzando la calle, se enderezó en su asiento con determinación.

—Voy a preguntar —dijo mientras abría la puerta.

Pero Yoongi reaccionó rápido.

—¡Ey, ey, no! —le agarró el brazo antes de que pudiera salir del coche—. ¿Estás loco?

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