Jungkook lo miró, todavía algo confundido. Iba a presentarle a la señora, pero ya no estaba. Solo el banco ligeramente mecido por el viento parecía probar que alguien más había estado ahí.

—Sí… —murmuró—. Solo… estaba pensando.

—Ajá… Seguro que estabas escribiendo canciones mentales mirando las estrellas como en un videoclip cursi —bromeó Yoongi, sentándose a su lado.

Jungkook soltó una risita baja, encogiéndose de hombros.

—No lo niego. Igual me veo bien haciéndolo.

—¿Te viste tan bien como cuando casi vomitas en el ferry? —replicó Yoongi con un tono burlón.

Jungkook se tapó la cara con las manos, fingiendo horror.

—Hyung, ¡ya supéralo! Fue culpa del movimiento, y del sándwich extraño que me diste. ¿¡Quién lleva kimchi en un ferry!?

—Un genio culinario, claramente —respondió Yoongi con una sonrisilla maliciosa.

Ambos rieron con fuerza, aflojando al fin el cansancio de las horas de viaje. Se sentían más livianos que hace días, como si estar allí, en un lugar desconocido pero tranquilo, fuera una pequeña pausa entre tantos días de caos.

—Ey, hablando de eso… —dijo Jungkook después de calmar su risa—. ¿Alguna vez sentiste que tu cuerpo llegó a un lugar, pero tu alma todavía está en otro?

Yoongi lo miró, frunciendo un poco el ceño. Luego bajó la vista a la tierra bajo sus pies.

—Sí. Supongo que es lo que pasa cuando alguien te importa demasiado y aún no puedes soltarlo… aunque digas que sí.

Esa respuesta cayó sobre Jungkook como una piedra suave pero pesada. Él asintió, mirando al cielo.

—Es como... como si una parte mía siguiera allá, en Los Ángeles. Como si aún lo esperara en esa banca frente a la fuente, con su cuaderno en las piernas y el sol en la cara.

Yoongi no respondió. Solo lo dejó hablar, como si entendiera que, en ese momento, era más necesario escuchar.

—Y no importa lo que haga —continuó Jungkook—, todo lo que compongo, todo lo que canto, me lleva de vuelta a él. Siento que nunca supe explicarle bien lo que significaba para mí… ni cuánto me cambió conocerlo. ¿Y si ya es tarde para eso?

Yoongi le dio un codazo leve.

—¿Y si no lo es?

Jungkook ladeó el rostro para mirarlo.

—¿Qué pasa si todavía puedes escribirlo? Mostrarle lo que significa. No con excusas, no con entrevistas, no con notas ocultas. Solo con música… lo único que siempre has sabido usar para ser tú mismo —dijo Yoongi, ahora más serio.

Jungkook se quedó en silencio unos segundos. Y entonces, como un susurro que le cruzó el alma, lo dijo:

—“I want the world to see what you mean to me…”

La frase se deslizó en el aire como si siempre hubiera estado ahí, esperándolo. Yoongi la repitió en voz baja, como si la saboreara.

—Esa es buena… muy buena —dijo.

Jungkook no necesitó más. Se levantó de golpe, con los ojos encendidos.

—¡Voy a escribirla ahora!

—¿Ahora? ¿No puedes al menos dormir como una persona normal? —refunfuñó Yoongi, aunque ya se estaba levantando también, resignado.

—¡Hyung, esta puede ser esa canción! La que quiero que él escuche. La que hable por mí —dijo Jungkook mientras entraba a la casa, en puntitas, buscando no despertar a la dueña.

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