: ~~|• DUMB MISTAKE •|~~ :

CAP 27

Pero Taehyung no dijo nada. Solo se acercó y, sin pedir permiso, se dejó caer entre los brazos de su hermano menor.

Jimin lo sostuvo con fuerza. Como si abrazarlo pudiera quitarle algo del dolor.
Como si pudiera pegar todas las piezas rotas con un solo gesto.

—Ya estoy aquí… —murmuró—. No voy a preguntarte más.

Taehyung no respondió, pero su cuerpo temblaba. Su frente se apoyó en el hombro de Jimin y poco a poco, entre suspiros entrecortados, fue calmándose. Hasta que, sin que se diera cuenta, el cansancio lo venció.

Se quedó dormido en sus brazos.

Jimin lo acomodó con cuidado en la cama, cubriéndolo con la manta. Se quedó unos segundos de pie, viéndolo dormir, aún con el ceño fruncido por todo lo que no podía entender.

"¿Qué te hicieron, hyung?" pensó con tristeza.

Apagó la luz suavemente y salió del cuarto, cerrando la puerta sin ruido.

Mientras caminaba por el pasillo rumbo a su habitación, no podía dejar de pensar en qué había roto así a su hermano.

Y esa noche, aunque intentó dormir, Jimin no pudo dejar de sentir que algo se había quebrado en su mundo… y que debía averiguar qué era.

“ TAEHYUNG “

El sol entraba por las cortinas como si no supiera lo que había pasado.

Como si no entendiera que yo no quería despertar.

El calor tibio en mi rostro me empujaba lentamente hacia la conciencia, pero no quería abrir los ojos. No quería enfrentar ese nuevo día. Porque sabía que nada sería diferente. Que todo seguiría igual… o tal vez peor.

Mi cuerpo pesaba más que nunca. Como si cada músculo recordara el dolor del día anterior, y mis pensamientos no hubieran dejado de ahogarme ni siquiera en sueños.

Unos golpes suaves en la puerta.

—¿Taehyung? —la voz de Jimin.

No respondí.

La puerta se abrió lentamente. Sentí cómo se acercaba y se sentaba en el borde de la cama.

—Hyung… ¿cómo amaneciste?

—Bien —mentí sin mirarlo, girando el rostro hacia la pared.

Jimin suspiró, y aunque no dijo nada, su silencio habló por él. Se quedó allí unos segundos, luego se levantó y me dio una pequeña palmadita en la pierna.

—Nos vemos abajo.

Cuando escuché la puerta cerrarse, finalmente me senté. Me froté la cara con ambas manos, intentando borrar el cansancio, la rabia, el vacío. Me vestí con lo primero que encontré. No importaba cómo me viera. Nada importaba demasiado hoy.

Al bajar junto a Jimin, el aroma del desayuno me recibió, pero no logró despertar ningún apetito. Pero lo que sí me sacó de mi ensimismamiento fue la voz familiar que escuché desde el comedor.

—¡Mis niños! —era nuestra madre.

—¡¿Mamá?! —exclamó Jimin, corriendo inmediatamente a abrazarla—. ¡¿Papá?! ¡¿Cuándo llegaron?!

—Anoche, pero no quisimos despertarlos —respondió mi padre con una sonrisa.

Jimin los abrazó a ambos con exageración, haciendo su clásica broma:

—¡Gracias por volver antes de que nos muramos de hambre!

Todos rieron. Incluso yo, levemente. O al menos fingí hacerlo.