—¿A dónde crees que me voy a ir con ésto? ¿A casa o a Hawái?

Taehyung lo miró con los ojos entrecerrados. Luego bajó la mirada a los billetes, y con los dientes apretados, los tomó.

—Por lo del cobertizo, el auto, todo lo de hoy… —añadió Jungkook, como si eso justificara el gesto.

Pero antes de que pudiera seguir hablando, Taehyung lo interrumpió.

—No digas nada más.

Y se dio media vuelta. Esta vez no hubo dudas. Esta vez no miró atrás.

Jungkook se quedó en silencio, viendo cómo Taehyung se alejaba corriendo por la playa. Luego bajó la mirada a la cámara en la arena, se agachó y la recogió con cuidado, como si aún tuviera en ella algo que no quería perder.

Mientras tanto, Taehyung corría con todas sus fuerzas, con los ojos ardiendo, con la garganta cerrada. Corrió y corrió hasta encontrar una cabina telefónica antigua, medio oxidada cerca de un kiosco cerrado. Entró, cerró la puerta de golpe y tomó el auricular con manos temblorosas. Buscó unas monedas que aún llevaba y marcó de memoria el número de Jimin.

Llevándose el teléfono al oído, con el corazón latiéndole como si quisiera romperle el pecho, esperó que su hermano contestara. Y en silencio, con la mirada perdida y la voz atrapada por el dolor, solo deseaba escuchar su voz.

El auricular temblaba entre sus dedos. El pitido insistente del teléfono público golpeaba su oído con una cadencia mecánica y vacía. Jimin no contestaba. ¿Dónde estaba? ¿Por qué justo ahora no contestaba?

Taehyung apretó los labios. Su respiración era errática, descompasada, con un nudo atragantado en la garganta. Sentía que el mundo entero le pesaba sobre los hombros, como si el aire del mar ya no refrescara sino ahogara.

Y entonces, por reflejo, giró ligeramente el rostro, como si algo dentro de él lo empujara a mirar.

Ahí estaba.

Jungkook, a unos metros. Había llegado hasta la entrada de la playa. ¿Lo había seguido?

Taehyung sintió un latido en el pecho como una advertencia.

Pero antes de poder procesar su presencia, lo vio.

Un grupo de chicas —fans— lo habían visto también. Como una ola inevitable, corrieron hacia él, rodeándolo. Le gritaban su nombre, reían, lo miraban como si fuera un sueño, y él…

Él les sonreía.

Una sonrisa grande. Perfecta. Como la que había visto mil veces en internet, en entrevistas, en redes.

Una sonrisa falsa.

Y sin embargo, tan pulida, tan convincente… que por un momento, hasta él dudó si lo que había vivido ese día había sido real o solo una fantasía que ya no existía.

“¿Cómo puede…?”, pensó Taehyung con amargura. ¿Cómo puede estar sonriendo así… después de lo que acaba de pasar?

Como si las palabras que se dijeron no hubieran dolido. Como si no acabara de decirle que eran mundos distintos. Como si todo lo que había compartido con él se pudiera borrar con una sonrisa falsa ante una multitud.

Y entonces, en medio del caos de voces y flashes, Jungkook lo miró.

Por un instante. Solo unos segundos.

Pero bastaron.

Las miradas se cruzaron.

Y fue como si el corazón de Taehyung se partiera en dos.

No hubo palabras. Solo esa mirada.

Vacía.

O quizás demasiado llena.

Él no quiso averiguarlo.

Giró el rostro con rapidez. No podía permitirle ver sus lágrimas. No otra vez.

Y justo cuando colgó el teléfono, dándose cuenta de que Jimin no contestaría… solo pensó en irse.

Solo eso. Irse. Salir de ahí.

Sus pasos eran pesados, sus pies hundiéndose en la arena húmeda. Su pecho se sentía comprimido, como si el dolor fuera un animal salvaje arañando desde dentro.

Pero lo que no notó… fue la figura en la distancia. Una sombra entre los arbustos de una colina lejana. Una cámara con un lente largo, enfocando sin piedad. Un clic. Dos. Tres.

Un paparazzi.

Tomando fotos de él. De Jungkook. De los dos en el mismo lugar, en la misma línea de tiempo. Aunque no estuvieran juntos ya.

Taehyung no lo vio. No lo supo.

Solo siguió caminando, con las lágrimas secándole en las mejillas, sin rumbo claro. Solo quería desaparecer.

Y fue ahí, en una curva entre la vereda costera, cuando lo vio.

Un auto detenido al borde del camino. Un chico alto, con gafas y una sonrisa cálida saliendo del asiento del conductor.

—¿Taehyung?

Él parpadeó, confundido.

—¿Tú?.

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