—¿La verdad? —repitió con una risa amarga. Lo miró con los ojos encendidos, el pecho subiendo y bajando con rabia contenida—. ¿Sabes qué fue lo que dijiste, Jungkook?

El otro chico lo miró sin entender.

—Me dijiste ordinario. Me dijiste común. Me dijiste que tú eras una estrella… y yo solo un tipo cualquiera.

—Yo no quise...

—¡Pero lo dijiste! —le cortó Taehyung—. ¿Y sabes qué? Tienes razón. No soy como tú. No vivo en una mansión, no tengo millones de personas gritando mi nombre, no tengo un séquito de empleados ni contratos millonarios. Pero eso no me hace menos.

Jungkook bajó la mirada, en silencio.

Taehyung respiró hondo. Sus palabras salieron con dificultad, como si cada una se desgarrara en su garganta.

—¿Sabes cómo veo tu vida, Jungkook? Llena de mentiras. De apariencias. De luces falsas que ciegan. No me molesta no tener tu fama, ¿sabes? Lo que me duele es que tú… tú lo tengas todo y aun así no seas capaz de ver lo que de verdad importa.

Jungkook levantó la vista, confundido.

—Tú… tú saldrías con Daniela sin problemas, ¿verdad? —preguntó Tae, con los ojos clavados en él—. Si en lugar de haber estado conmigo hoy, hubieras estado con ella, no estarías escondiéndote. Harías todo lo posible por aparecer en revistas, en portadas, en cámaras. Sonreirías para ellas, sin miedo. Con orgullo.

Jungkook no dijo nada. Solo tragó saliva.

—Pero como estoy yo… como soy solo Taehyung, el estudiante de preparatoria ordinario y normal… hay que esconderlo todo, ¿no? Porque tu carrera, tu imagen, tu mundo falso está en riesgo —añadió con dolor—. Yo no te reconozco, aunque dudo que alguna vez lo haya hecho , Jungkook. Pensé que eras distinto, pero siento lástima. Lástima porque no sabes quién eres. Porque estás tan atrapado en todo eso, que ya ni siquiera puedes ver cuándo algo es real.

Dio un paso atrás, como si la distancia pudiera protegerlo del temblor que sentía por dentro.

—Me voy.

Se dio la vuelta y empezó a caminar. Jungkook parpadeó, saliendo del shock, y lo llamó, alzando la voz.

—¡Taehyung!

Taehyung se detuvo. Por un momento, el corazón se le aceleró. ¿Iba a decirle que lo sentía? ¿Que se había equivocado?

—La cámara… —dijo Jungkook.

Taehyung se giró lentamente, incrédulo.

—¿Qué?

—Necesito la cámara. No podemos arriesgarnos a que esas fotos salgan a la luz.

El rostro de Taehyung se endureció.

—No pienso darte nada. Esa cámara la compré para mí, ¿recuerdas? No te preocupes. No pienso mostrar nada.

—Tae, no se trata solo de eso. Es por seguridad. No podemos permitir...

—¡¿Sabes qué?! —gritó Taehyung, harto— ¡Toma tu maldita cámara!

Y con fuerza, se la lanzó. La cámara aterrizó en la arena, sin romperse, pero parcialmente cubierta.

Taehyung volvió a caminar, furioso, pero entonces, después de unos metros, se giró de nuevo, aún con las mejillas rojas de rabia.

—¡Necesito dinero para el taxi!

Jungkook se sorprendió por el tono, pero asintió, sacando del bolsillo un fajo grueso de billetes. Caminó hasta él, se los extendió, y soltó con ironía:

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