—Claro, genial. ¿Y qué hago para salir de la playa sin que me vean? . Necesito un auto.

—¿Qué auto?

—Un auto discreto. Uno que no parezca mío, que no tenga fotógrafos siguiéndolo. —Jungkook lo miró con una sonrisa astuta—. ¿En qué viniste?

Taehyung frunció el ceño. Ya veía venir lo que se avecinaba.

— En mi convertible.

—¿ Convertible ?

—El auto rosa de mi abuela. No preguntes.

Jungkook soltó una carcajada.

—¿Me lo prestas?

—¿Qué?

—El auto. ¿Me lo prestas para escapar y volver a mi mansión?

Taehyung se levantó un poco, como si se fuera a ir.

—Ni loco. Ya bastante con que ese auto sobreviva a mi abuela y sus maniobras. ¿Qué te hace pensar que va a sobrevivirte a ti?

—Vamos, solo será un rato. Ni siquiera voy a acelerar tanto…

—¡No! —respondió Taehyung, cruzándose de brazos—.

El sol estaba en lo alto, y el murmullo de las olas rompía suavemente sobre la orilla. Jungkook seguía sentado en aquella banca con el rostro medio cubierto por el sombrero de paja y las gafas oscuras, cuando Taehyung rompió el silencio nuevamente.

—Está bien... —murmuró tras unos segundos de pensar, con el ceño fruncido y los labios apretados—. Puedes llevarte el auto.

Jungkook alzó la mirada con sorpresa, parpadeando varias veces.

—¿En serio?

—Pero con una condición —dijo Taehyung, alzando un dedo mientras se giraba hacia él con una sonrisa astuta—. Saca las llaves de tu auto.

Jungkook frunció el entrecejo, desconcertado.

—¿Qué? ¿Para qué quieres las llaves de mi auto?

—Porque si te llevas el de mi abuela, no pienso quedarme varado con Jimin en la playa sin poder volver a casa. Además de que me debes una 500 verdes del alquiler de mi cobertizo anoche . Así que… nos iremos en el tuyo.

Jungkook abrió los ojos como platos, casi ofendido.

—¡¿Mi Checs?! No, no, no… Eso no es cualquier auto, Taehyung. Es mi Baby. Tiene asientos de cuero, sistema de sonido hecho a mano, huele a mí, está calibrado a mis gustos exactos... ¡No cualquiera puede conducirlo!

Taehyung soltó una carcajada, llevándose una mano al estómago.

—¿Le pusiste nombre a tu auto?

—¡Es mi Checs! —repitió Jungkook, con una mezcla entre angustia y drama—. No puedes entender el vínculo que tengo con él. Me ha acompañado por años, nunca me ha fallado, ni siquiera bajo la lluvia. Es uno de los amores de mi vida sobre ruedas. Además de mis demás autos

—Dios mío… estás loco —rió Taehyung—. ¿Entonces no quieres regresar a tu mansión?

Jungkook apretó los labios, mirando al cielo como si estuviera pidiéndole paciencia a los dioses. Luego volvió a mirar a Taehyung con resignación.

—Está bien. Pero si le pasa algo... si siquiera le cae arena en el tablero... te vas a arrepentir.

—Prometo cuidarlo como a un tesoro. Ahora, dame las llaves.

Con un suspiro exagerado, Jungkook sacó las llaves negras y brillantes de su auto deportivo y se las puso en la palma a Taehyung, con un gesto trágico.

—Adiós, Checs. Te veré pronto.

Taehyung volvió a reír, negando con la cabeza mientras se alejaba por la arena en busca de su hermano. Lo encontró cerca de unas sombrillas, hablando con entusiasmo con un grupo de chicas que parecían reconocerlo por su foto de perfil. Jimin gesticulaba con energía, completamente sumergido en la conversación, lo que le dio a Taehyung la oportunidad perfecta.

Se acercó sigilosamente, fingiendo que iba a saludarlo con un abrazo casual. En un movimiento rápido, metió la mano en el bolso de Jimin y, sin que este se diera cuenta, cambió las llaves del auto rosa por las del coche de Jungkook.

—Nos vemos en un rato, hyung —dijo con voz cantarina, alejándose antes de que Jimin pudiera sospechar.

Regresó con Jungkook, quien lo esperaba encorvado y escondido detrás de una palmera, con la mirada aguda y ansiosa.

—¿Lo lograste?

—Por supuesto que sí —Taehyung agitó las llaves del auto rosa con una sonrisa triunfante—. Vámonos antes de que las fans de tu Baby lo encuentren y le pidan una selfie.

Ambos se dirigieron al estacionamiento entre risas contenidas. Jungkook buscaba con la mirada su salvación: un convertible brillante. Pero cuando Taehyung lo llevó hacia un pequeño vehículo rosa chicle con calcomanías en las ventanas y un peluche de cookies colgando del retrovisor, se quedó congelado.

—...No —susurró, como si se negara a creerlo.

—Sí —replicó Taehyung, soltando una risita—. Jungkook te presentó a Petunia , este es el orgullo y joya de mi abuela.

—Esto no es un auto... esto es una fresa con ruedas —gimió Jungkook—. ¿¡Tiene luces LED en forma de corazones!?

—No seas dramático. Te va a llevar a casa, ¿no es eso lo que querías?

En ese momento, el sonido de múltiples motores acercándose los hizo voltear. Varias camionetas con cámaras en mano y micrófonos apuntando comenzaron a llegar, estacionándose apresuradamente cerca de la playa. Los flashes ya se encendían a pesar de la luz del día.

—¡¿Cómo rayos me encontraron?! —exclamó Jungkook, alarmado—. ¡No había nadie cerca!

—Mi hermano, que es de Corea, sabe cada uno de tus movimientos —replicó Taehyung, empujándolo suavemente hacia el auto—. Ahora imagina los que literalmente les pagan por eso.

Ambos se agacharon como pudieron , Jungkook abrió y entro primero al auto.

Taehyung trataba de abrir la puerta del copiloto, pero Jungkook fue más rápido y le abrió para que el pueda entrar. Pero en su intento de abrirle a Taehyung, lo golpeó con la puerta, haciendo que el chico se caiga al suelo .

– Lo siento mucho – dijo Jungkook rápidamente.

– Debes dejar de golpearme con las puertas, tonto – dijo Taehyung mientras se levantaba, Jungkook le dio la mano y lo ayudo a que entre al auto.

Se metieron en el pequeño vehículo. Jungkook manoteaba desesperado en la guantera hasta que encontró unas gafas viejas y un pañuelo floral.

—Toma, ponte esto —le dijo a Taehyung, colocándole el pañuelo con torpeza, cubriéndole parte del cabello.

—¿Me estás disfrazando de abuelita?

—¡Es para que no te reconozcan! Además, te ves… peculiar —agregó con una sonrisa torcida.

Taehyung solo rodó los ojos mientras Jungkook encendía el motor con rapidez. El pequeño auto arrancó con un zumbido chillón mientras dejaban atrás el bullicio de los paparazzis. Entre risas nerviosas, adrenalina y una inesperada complicidad, desaparecieron entre las calles costeras.

Habían logrado escapar. Por ahora.

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