Los ojos de Taehyung se abrieron con preocupación.

—¿Qué tipo de información?

—Mensajes, fotos, itinerarios… cosas que solo personas muy cercanas podrían saber. Me siento... invadido, como si no tuviera control sobre nada. Y lo peor es que... empiezo a desconfiar de todos. Incluso de quienes me han cuidado por años.

Taehyung no respondió de inmediato. Procesaba cada palabra.

—Eso suena horrible, Jungkook. Lo siento mucho. —Su voz era suave, cálida—. Nadie debería vivir con esa presión. Pero tú no estás solo. Tienes gente que te quiere. Y si alguien está traicionándote, no significa que todos lo hagan.

Jungkook lo miró, como si sus palabras fueran lo único que podía sostenerlo en ese momento.

—A veces me olvido de eso.

—Entonces déjame recordártelo. —Taehyung le tocó la mano—. No todos son enemigos. Solo necesitas aprender a identificar los silencios... y confiar en tus propios instintos. Los que se queden a tu lado, incluso sin saberlo todo, son los que valen la pena.

Jungkook sonrió apenas, pero con sinceridad. Era la primera vez en días que alguien lo hacía sentir seguro. No como una figura pública. No como un ídolo.
Solo como Jungkook.

El tiempo pasó sin que lo notaran. Hasta que Taehyung miró su reloj.

—Wow… ya es tarde.

Jungkook reaccionó de inmediato.

—¿Quieres que te lleve a casa? Dijiste que tu abuela vive cerca, ¿no?

Taehyung dudó un segundo, pero asintió.

—Sí. ¿Seguro no es molestia?

—Para nada. No quiero que camines solo a estas horas.

Caminaron juntos hacia el auto de Jungkook, uno negro y discreto. Subieron sin decir mucho, pero había una paz nueva en el aire.

El trayecto fue corto, acompañado por una música suave que Jungkook eligió al azar. Taehyung miraba por la ventana, y Jungkook lo miraba a él de vez en cuando.
No con miedo. No con confusión.
Con gratitud.

A los pocos minutos, llegaron a la casa.

—Gracias por traerme —dijo Taehyung al desabrocharse el cinturón.

—Gracias por quedarte —respondió Jungkook.

Taehyung abrió la puerta, pero antes de bajarse, se volvió hacia él.

—Buenas noches, Jungkook.

—Buenas noches, Taehyung.

El joven salió del auto y caminó hacia la puerta. Pero antes de entrar, giró una vez más y le dedicó una sonrisa. Pequeña, honesta, real.

Y esa imagen se quedó con Jungkook toda la noche.
Como un faro.
Como una promesa.

Aunque el auto negro permanecía aún estacionado frente a la casa de la abuela de Taehyung.

Jungkook lo observó alejarse, sintiendo por primera vez en semanas que algo dentro de él se asentaba. Su pecho no dolía. Sus pensamientos no gritaban. Había encontrado, al menos por un momento, una calma ajena a su caótico mundo.

Encendió el motor, preparado para volver a casa. Pero apenas dobló la esquina, notó los destellos. Luces. Cámaras. Papeles pegados en las ventanas de otros autos. Voces que llamaban su nombre.

Su corazón dio un vuelco.

—No… —murmuró, maldiciendo en voz baja.

Pisó el acelerador, giró en sentido contrario, pero un par de motocicletas lo siguieron. Paparrazzis.
Habían encontrado su ubicación. O, peor aún… lo habían seguido toda la noche.

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