: ~~|• DUMB MISTAKE •|~~ :

CAP 22

—No te quejes, podría estar llorando por los paparazzis.

—Prefiero eso —bromeó Taehyung, sentándose en una caja frente a él—. Al menos no estarías tocando todas las cosas de mi abuela.

Jungkook estiró una mano hacia un baúl.

—¿Y esto? ¿También está prohibido?

—Depende. ¿Te gusta vivir?

—Eres más divertido cuando no intentas parecer serio —sonrió Jungkook, entreabriendo el baúl. Dentro había una pila de revistas viejas, un par de álbumes de fotos y una bufanda tejida a mano.

—Esa es de mi abuelo. —Taehyung se puso serio por un segundo—. La tejió mi abuela para él cuando eran jóvenes. Nunca la tiró.

Jungkook bajó la mirada, y tocó la bufanda con cuidado, como si cada hebra pudiera deshacerse.

—¿Puedo?

Taehyung asintió.

Jungkook se la colocó alrededor del cuello y posó como modelo en pasarela, girando lentamente.

—¿Qué opinas? ¿Estilo retro melancólico?

Taehyung soltó una risa suave. Casi imperceptible. Pero Jungkook la escuchó. Y sonrió.

—¿Ves? Sabía que podía hacerte reír.

—¿Quién dice que fue por ti?

—Tú, con tus ojos. Ya te dije que no sabes mentir.

Por unos segundos, ninguno dijo nada más. Jungkook se acercó y se sentó en el suelo, justo frente a él, cruzando las piernas.

—Gracias por abrirme la puerta esta noche —dijo, más serio—. En muchos sentidos.

Taehyung bajó la mirada.

—Gracias por no romper la rana de la suerte —respondió.

Ambos sonrieron.

Jungkook seguía explorando como si aquel cobertizo fuese una cápsula del tiempo, cuando sus ojos se toparon con una caja de madera semiabierta en lo alto de una estantería. Se puso de pie, se estiró con dificultad y, tras varios intentos, logró bajarla, haciéndola aterrizar con un golpe sordo.

Al abrirla, entre periódicos viejos y una linterna rota, encontró algo que lo hizo sonreír.

—¿Y este sombrero? —preguntó, sacando con ambas manos un sombrero beige de ala ancha, ligeramente doblado por el paso de los años.

Se lo colocó con cierta dificultad, ladeándolo de un lado, y luego aspiró sin querer el aire que salía del viejo fieltro.

—¡Puaj! —hizo una mueca, apartándoselo apenas—. Huele a… ¿pescado muerto?

Taehyung se volteó de inmediato, y al ver la imagen —Jungkook con el sombrero chueco, haciendo una mueca exagerada— soltó una carcajada limpia y espontánea, esa que solo le salía cuando realmente algo le causaba gracia.

—¡Es que ese era el sombrero de mi abuelo para ir a pescar! —respondió entre risas—. Claro que huele así. Ese es su olor.
— Siempre lo usaba cuando íbamos a pescar – dijo Tae con un tono de melancolía.

– Oh, lo siento – dijo Jungkook .

Jungkook arrugó la nariz, pero no se lo quitó. En vez de eso, lo acomodó mejor en su cabeza y se miró en un pequeño espejo oxidado apoyado contra la pared.

—¿Qué opinas? —preguntó, con una pose digna de un vaquero en pleno atardecer—. ¿Me queda bien?

Taehyung sonrió más suave esta vez. Había algo especial en esa imagen. Un contraste perfecto: Jungkook, el ídolo de masas, con un sombrero viejo y ajado, en un cobertizo humilde, mirando como si el mundo no existiera fuera de ahí.

—Te lo puedes quedar —dijo entonces—. Te queda bien. Pero no mucho mejor de lo que le quedaba a él.

Jungkook giró lentamente hacia él, pestañeando. Por un momento, su expresión cambió. Como si esas palabras hubieran tocado una fibra profunda en su interior. Como si el peso de lo que significaban lo sobrepasara un poco.

—¿De… verdad?

—Ajá.

Y entonces, sin poder evitarlo, las mejillas de Jungkook se encendieron. No con la intensidad de un rubor leve, sino con la de alguien completamente descolocado, fuera de su papel de chico encantador. Fue breve, pero notorio.

Taehyung alzó una ceja, cruzándose de brazos.

—¿Qué pasó? ¿Te sonrojaste?

—¡No! —replicó Jungkook demasiado rápido—. Solo… hace calor aquí. Mucho. ¿No sientes?

Taehyung se acercó un paso, divertido.

—Ah, claro. Calor en las mejillas. Causa clásica de una reacción alérgica a los cumplidos sinceros.

Jungkook bufó y sonrió ladeado. Y antes de que pudiera pensar en qué hacía, caminó hacia Taehyung con lentitud, la mirada fija en él, cada paso cargado de una seguridad juguetona.

—¿Te molesta si uso esta cara para seguir coqueteándote? —preguntó, bajando ligeramente el tono de voz, inclinándose solo un poco, lo suficiente para estar muy cerca.

Taehyung lo miró con los ojos entrecerrados.

—Sí —dijo seco.

—¿Sí me molesta?

—Sí, porque sabes lo que haces.

—¿Y tú sabes lo que provocas?

—¡Y ya estuvo! —Taehyung dio un paso atrás, alzando las manos—. Tengo sueño. Mucho. Y tú estás empezando a actuar como si este fuera tu camerino.

Jungkook se encogió de hombros, risueño.

—Solo decía que el sombrero me queda bien.

—Y yo digo que te lo lleves y te duermas con él puesto, a ver si así se te bajan los humos.

Taehyung caminó hacia la puerta del cobertizo y la abrió con cuidado. Una brisa fresca se coló, trayendo el sonido distante de la ciudad dormida.

—Buenas noches, Jungkook —dijo, sin voltear—. No atravieses nada, no hagas ruido, y no te dejes ver. Mañana en la mañana mi abuela se despierta temprano. Si te ve, te invita a desayunar… y te pregunta si quieres casarte conmigo.

Jungkook soltó una carcajada baja, viendo cómo la silueta de Taehyung desaparecía en la oscuridad.

—¿Y eso está mal?

Desde fuera, la voz de Taehyung llegó amortiguada.

—¡Buenas noches, Jeon!

Y luego, silencio.

Jungkook se dejó caer en el suelo con una sonrisa idiota, tocando el ala del sombrero con cuidado. Su corazón latía fuerte. No sabía si era por el cobertizo, por las miradas, o por Taehyung.

Pero algo dentro de él, por fin, empezaba a sentirse en casa.

Y así, en medio del polvo, las bromas y los encantos descarados, el cobertizo volvió a convertirse en algo más que un escondite.
Se transformó en un puente.
Uno construido entre risas, memorias y una conexión que ni las cámaras, ni las dudas, ni el miedo podían romper.