Se sonrojó. Lo noté. Apenas un poco. Pero lo hizo.

Y eso, aunque no lo admitiera, me dio más satisfacción que ganar la carrera.

Seguimos caminando, riendo. Nos subimos al martillo, y después a la montaña rusa —en la cual fingí miedo solo para gritar su nombre y que se riera como loco—. Nos tomamos selfies tontas con los cascos de seguridad y Bam posando en medio, como el rey del parque. Y cuando pasamos por un espejo deformante, me miré y dije:

— ¿A quién engañamos? Hasta con la cabeza gigante, sigo viéndome increíble.

— Presumido —bufó Taehyung, dándome un empujón suave.

— No es presunción si es verdad.

Me reí. Pero en el fondo, mi risa ya no era solo por diversión. Había una ternura distinta. Una que empezaba a doler un poquito.

Porque me di cuenta de que, por más que me resistiera, estaba cayendo. Lento. Despacio. Pero cayendo.

Y no en el vacío, no. Caía en algo hermoso, cálido… peligroso.

Caía en él.

--- 1 HORA DESPUÉS ---

La risa de Taehyung aún flotaba en el aire, mezclándose con el sonido mecánico del carrito deteniéndose. Jungkook, con una sonrisa orgullosa, alzó los brazos como si hubiera ganado una gran competencia olímpica.

—¡Gané! Admítelo, Tae —exclamó, bajando del asiento y sacudiéndose el cabello con ese aire coqueto y descarado que parecía llevar tatuado en la piel—. Nadie puede contra Jeon Jungkook.

Taehyung rodó los ojos y le lanzó una mirada divertida.
—Cálmate campeón. Te dejé ganar para que no llores.

Jungkook soltó una carcajada sonora, de esas que se sentían auténticas, y luego corrió hacia Bam, que esperaba echado a la sombra de una caseta decorada con luces.

—¿Oíste eso, Bam? ¡Tu padre humano es un genio en las pistas!

Siguieron caminando entre atracciones. A pesar de que el parque estaba completamente vacío, se sentía lleno por la energía entre ambos. Subieron a una rueda giratoria de colores y luego al típico carrusel que aún funcionaba, rodeados de música alegre de fondo. Jungkook bromeaba imitando a los caballos, Taehyung reía, e incluso Bam parecía disfrutar la tranquilidad.

Pero en cuanto se acercaron a una vieja casa del terror, Taehyung se quedó quieto.

—¿Entramos? —preguntó Jungkook, mirando el lugar con ojos brillantes.

Taehyung titubeó. Ese lugar, esa fachada… le recordaba algo.


--- TAEHYUNG ---

Una punzada. No una grande, no algo que me hiciera detenerme por completo… pero estaba ahí. En la entrada oscura y ese olor a madera vieja, sentí como una ráfaga en el pecho. Hace un año, Minho y yo habíamos entrado juntos a una atracción parecida. Recuerdo cómo me había abrazado cuando fingí estar asustado. Cómo me dijo que siempre me protegería.

Mentira.

Sacudí la cabeza. No quería seguir atado a memorias tan frágiles, tan rotas.

—¿Tae? —la voz de Jungkook me alcanzó—. ¿Estás bien?

No respondí enseguida. Solo bajé la mirada, acaricié la cabeza de Bam.

—¿Quieres entrar tú? Yo los espero aquí —dije, fingiendo una sonrisa. Pero Jungkook ya me había leído.

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