Jungkook se acercó rápidamente, sus pasos cargados de sorpresa.

—¿Tú? —dijeron casi al mismo tiempo.

Bam se adelantó alegremente hacia su dueño, pero se detuvo al ver que Taehyung no se movía. Jungkook lo notó.

—¿Qué haces aquí con mi perro?

—Me lo encontré hace un rato... Me atropelló —murmuró Taehyung, bajando la mirada—. Lo busqué por todos lados y no vi a nadie, así que... lo traje conmigo.

Jungkook suspiró, aliviado, y luego esbozó una sonrisa.

—Gracias. Escapó cuando dejé la puerta del patio abierta sin querer. No me había dado cuenta hasta hace un rato.

El silencio se instaló entre los dos. Bam volvió a acercarse a Taehyung y se recostó junto a su pierna, como si dijera: no me quiero ir todavía.

—Parece que le agradas —dijo Jungkook, observando la escena con una mezcla de diversión y sorpresa.

Taehyung se agachó para acariciar al perro.

—Supongo que tenemos una conexión... de víctimas de accidentes repentinos.

Jungkook soltó una pequeña risa. Se quedaron ahí, los tres, en el centro de un parque silencioso, bajo un cielo estrellado. Bam jadeaba felizmente, echado entre ambos como un nexo involuntario.

—¿Quieres... quedarte un rato? —preguntó Jungkook de pronto, sin mirarlo directamente—. Puedo llevar algo de comida. No parece que Bam quiera soltarte tan fácil.

Taehyung lo miró. Dudó un segundo, pero asintió.

—Está bien.

Jungkook fue hasta una banca cercana, sacó de su mochila una botella de agua y una bolsa con galletas que había comprado antes. Se sentaron uno al lado del otro mientras Bam mordisqueaba un palo cerca.

El silencio no era incómodo, pero sí denso. Jungkook lo notó.

—Te ves... apagado. —Su voz fue suave, casi con miedo a parecer invasivo—. ¿Estás bien?

Taehyung se tensó.

—¿Y a ti qué te importa?

El comentario salió seco. Cruel, incluso para sus estándares.

Jungkook parpadeó, sorprendido, y se quedó quieto.

Taehyung suspiró, cerrando los ojos con frustración.

—Lo siento. No era mi intención... —murmuró—. Sólo... no estoy en mi mejor día.

Jungkook asintió, sin presionarlo. Después de un largo segundo, Taehyung habló.

—Mi ex me escribió hoy. Después de meses sin decir nada. Solo para preguntarme quién era el chico que salía conmigo en unas fotos... —se rió con amargura—. Ni un “¿cómo estás?”, solo celos. Irónicos, viniendo de quien me dejó.

Jungkook frunció el ceño, apretando la botella entre sus manos.

—Qué idiota.

Taehyung levantó una ceja.

—¿Él o yo por seguir dolido?

—Él, por no saber lo que tenía —respondió Jungkook, sin pensarlo.

El silencio volvió, pero esta vez se sintió más liviano. Taehyung sonrió apenas, con tristeza.

—Minho y yo estábamos juntos desde la preparatoria. Me costó mucho abrirme, confiar… y luego solo se fue. Dijo que yo era “demasiado complicado”.

—Las personas sensibles no son complicadas —dijo Jungkook en voz baja—. Solo… profundas.

Taehyung lo miró con sorpresa. Jungkook evitó su mirada, algo incómodo.

—No sé, me pareció algo estúpido decir, pero... eso.

Taehyung soltó una risa corta.

—Gracias.

Jungkook respiró aliviado. Luego, Bam se acercó corriendo con un palo en el hocico, moviendo la cola como loco.

—¿Jugamos? —dijo Jungkook, poniéndose de pie.

Taehyung asintió. Pasaron los siguientes minutos lanzando el palo, corriendo, riendo cuando Bam se tropezaba torpemente. En algún momento, Jungkook tropezó con una raíz, cayendo de espaldas al césped.

Taehyung soltó una carcajada.

Una risa real. Abierta. Cuadrada. Llena de vida.

Jungkook lo miró desde el suelo, sin poder evitar sonreír también. Era la primera vez que veía esa expresión tan libre en Taehyung. Se le quedó grabada.

“Tiene una sonrisa preciosa…”

Y por un instante, se quedó viéndolo. El corazón golpeando más fuerte de lo que debía.

Taehyung lo miró, aún sonriendo.

—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?

—No —dijo Jungkook, apartando la mirada—. Nada.

Pero en su pecho algo cambió. Y lo sabía. No podía seguir negándolo. Había algo en ese chico de sonrisa cuadrada y ojos tristes… que lo hacía querer quedarse. Y no tenía idea de cómo detener ese sentimiento.

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