“No era suficiente.”
Era lo que más se repetía a sí mismo desde entonces.

Suspiró y se frotó las sienes. No quería llorar, no ahí.

Fue entonces que lo sintió.

Un golpe en el costado y algo grande y peludo chocando contra él.

—¡Ah!

El corazón le dio un vuelco mientras se giraba y se encontraba cara a cara con un enorme perro marrón. Tenía la lengua afuera, las orejas caídas y una expresión alegre que no concordaba en absoluto con lo que acababa de hacer: casi tumbarlo de la banca.

—¿Qué demonios…? —dijo, con los ojos abiertos como platos.

El perro empezó a lamerle la mejilla con entusiasmo, moviendo la cola como si lo conociera de toda la vida. Taehyung intentó apartarlo entre risas nerviosas.

—Oye, oye, tranquilo. ¿Dónde está tu dueño?

Miró a su alrededor. Nadie. Ni una persona a la vista. El perro lo seguía como si fueran mejores amigos.

—No puedes quedarte conmigo, ¿eh? —le dijo, agachándose a acariciarlo. El animal lo miró con ojos brillantes, y de pronto, algo en su pecho se aflojó—. No tengo ni idea de cómo te llamas...

El perro llevaba collar. Se acercó a mirar la placa. Estaba sucia, pero se alcanzaba a leer un nombre: Bam.

—¿Bam? —probó en voz baja.

El perro movió la cola y ladró una sola vez.

Taehyung sonrió.

—Bam, entonces. ¿Perdiste a tu humano?

Se levantó, miró de nuevo el parque y sus alrededores. Nada. Ni un grito, ni un llamado. Como si el perro hubiese salido del mismo cielo.

Decidió caminar con él por si el dueño aparecía. Bam iba a su lado, feliz, como si ese fuera el plan desde el inicio. Taehyung no pudo evitar reírse solo.

—Bueno, amigo. A ti sí que te gusta hacer entradas dramáticas.

Mientras caminaban, algo dentro de él se calmó. No lo pensó demasiado, pero agradeció en silencio por ese pequeño accidente canino que lo obligó a moverse, a salir de su mente un rato. Quizá, solo quizá, no todo estaba perdido.

Y sin saberlo, sin imaginarlo aún, el destino lo guiaba poco a poco, una pata a la vez, hacia un nuevo cruce de caminos.

La noche ya se había asentado del todo cuando Taehyung dobló una esquina con Bam trotando alegremente a su lado. Las luces cálidas del vecindario titilaban en las ventanas, las hojas se mecían con suavidad y el mundo parecía calmarse.

Él, en cambio, sentía una mezcla de desconcierto y alivio por tener un nuevo amigo de cuatro patas a quien cuidar momentáneamente.

No había caminado más de cinco minutos cuando, de pronto, una voz familiar lo hizo detenerse en seco.

—¡Bam!

Taehyung alzó la mirada y su corazón se encogió un instante.

Ahí, al otro lado del parque, con una chaqueta de cuero y un gorro gris cubriéndole parte del rostro, estaba él.

Jeon Jungkook.

El cantante, el chico con quien había compartido una noche de confesiones y pensamientos... el chico que aún ocupaba espacio en su mente desde entonces. Sus miradas se cruzaron. Ambos se congelaron un instante.

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