—Eres el mayor. Tienes buen juicio. Confío en ti.

Y con un par de besos al aire, la pareja partió calle abajo, dejándolos a los dos chicos en la entrada de la casa, junto a la abuela que ya venía con un delantal lleno de harina.

—¡Muy bien! Ahora que no están sus padres, ¡esto se vuelve una casa de libertad! —exclamó la abuela entre risas.

—¡Por fin! —gritó Jimin alzando los brazos, y sin más, corrió a poner música en la sala.

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El día pasó entre juegos de mesa, intentos fallidos de cocina y muchos chistes. La abuela preparó su famoso pastel de naranja mientras Jimin bailaba con un sombrero ridículo en medio de la sala. Taehyung sonreía con discreción, dejando que el ambiente lo envolviera poco a poco.

—¡Vamos a dar una vuelta con el convertible! —dijo Jimin emocionado.

—No, el auto rosa no, por favor… —gimió, mirando a la abuela.

—¡El pequeño rosa es confiable! —defendió ella entre risas.

Los tres pasaron la tarde entre risas, helados y una visita improvisada al parque. Sin embargo, al regresar, cuando Jimin se fue a la ducha y la abuela a hacer una videollamada con su pareja, Taehyung quedó solo en el pasillo. Algo lo llevó a una estantería vieja, donde los recuerdos dormían cubiertos de polvo y nostalgia.

Allí, entre libros y pequeños trofeos, vio un portarretrato de madera desgastada. En la imagen, un hombre sonriente abrazaba a un Taehyung pequeño, con mejillas rosadas por la risa.

Era su abuelo.

Lo tomó con cuidado, como si al tocarlo pudiera romper el recuerdo. Se sentó en el sofá, los ojos fijos en esa sonrisa que tanto había significado para él.

—A veces todavía te escucho reír… —susurró, con la voz quebrada.

El silencio se volvió denso, lleno de ausencia. Sus ojos se humedecieron, y el pecho se le hizo pequeño. Era el tipo de dolor que se guarda, que no se dice, que no se grita. Uno que simplemente se lleva, día a día.

—Ojalá hubieras conocido a Jungkook… Te habría hecho reír con esa forma absurda que tiene de verse tan seguro de sí mismo.

Se pasó una mano por el rostro y dejó el portarretrato en su sitio. Respiró hondo, intentando llenar el hueco que la foto le había dejado.

Minutos después, volvió a la cocina, donde su abuela ya reía con Jimin por alguna tontería del teléfono. Y aunque no dijo nada, su sonrisa era más real, más suya, más… viva.

--- A LA MAÑANA SIGUIENTE ---

El sol de la mañana entraba tímidamente por la ventana del comedor, tiñendo de dorado las paredes claras de la casa. Era un día tranquilo, sin padres que vigilaran ni normas estrictas que seguir. La abuela estaba en el jardín, regando sus flores con esmero, mientras los hermanos compartían un desayuno improvisado en la cocina.

Taehyung y Jimin se sentaron uno frente al otro, aún en pijama. La cocina olía a pan tostado y mantequilla derretida, con un toque dulce de miel que Jimin había encontrado en la despensa.

—¿Dormiste bien? —preguntó Jimin, dándole un mordisco a su tostada.

Taehyung lo miró con una sonrisa vaga y asintió.

—Sí. Supongo que necesitaba dormir como una roca.

Hubo un breve silencio, cómodo pero denso. Jimin lo rompió, como siempre.

—Tae… ¿Qué hiciste esa noche después de que te dejé en el auto?

Taehyung alzó una ceja, bebiendo de su vaso de jugo. Dudó por un instante.

—Salí a caminar un rato. Necesitaba despejarme. Luego volví, y te vi dormido.

Jimin lo observó con detenimiento, como si intentara leer más allá de las palabras. Taehyung evitó su mirada.

—¿Seguro? —insistió Jimin, frunciendo el ceño—. Porque cuando desperté, sentía que algo había pasado.

Taehyung se encogió de hombros.

—Solo fue un día largo. Ya sabes que detesto esas multitudes… y esa música. Nada especial.

Jimin no parecía convencido, pero no lo presionó más. En cambio, dejó su tostada sobre el plato, se estiró un poco y cambió el tema.

—Yo conocí al amigo de Jungkook, por cierto.

—¿Yoongi?

Jimin asintió, intentando sonar despreocupado.

—Sí. Me salvó el pellejo con los de seguridad… Dijo que era su asistente y yo… bueno, fingí ser parte del staff. Fue algo improvisado, pero funcionó.

Taehyung soltó una pequeña risa.

—¿Y qué tal es?

Jimin bajó la mirada por un segundo, luego se encogió de hombros.

—Tiene algo… interesante. Es calmado, pero con esa mirada que parece que lo sabe todo. Aunque no me importa, claro —añadió rápido, alzando el mentón con falsa dignidad—. Ya sabes que yo soy un fan leal de Jungkook.

—Claro —Taehyung respondió, divertido—. Tan leal que ya tienes ojos para el mejor amigo del ídolo.

Jimin se sonrojó ligeramente y le lanzó una servilleta.

—¡Cállate!

Ambos rieron por un momento, y por primera vez desde que llegaron a Los Ángeles, se sintieron completamente en casa. Había algo en esa mañana que los acercaba, que los envolvía en un lazo invisible de complicidad.

Jimin luego se quedó mirando a su hermano con curiosidad.

—¿Y tú? ¿Qué opinas de Jungkook ?

Taehyung se quedó quieto. Un par de imágenes le vinieron a la mente sin permiso: los ojos de Jungkook mirándolo desde el escenario, la forma en que su voz llenaba el jardín, el momento en el cobertizo en que su mirada trató de conquistarlo… sin éxito.

—No lo sé —respondió Taehyung finalmente—. Siento que es ese tipo arrogante que cree que puede comprar el mundo con una sonrisa.

—Mmm… —Jimin murmuró, observándolo con atención—. ¿Seguro que solo eso?

Taehyung le respondió con una mirada cargada de advertencia. Jimin sonrió como quien guarda un secreto.

—Está bien, está bien —dijo, levantando las manos—. Solo preguntaba.

El desayuno continuó entre bromas y silencios suaves. Pero en algún rincón del corazón de Taehyung, algo vibraba distinto. Algo que ni él mismo podía —o quería— poner en palabras.

: ~~|•  DUMB MISTAKE •|~~ :Where stories live. Discover now