—Respira, Jimin. Solo camina como si fueras famoso —se murmuró a sí mismo.

Con paso firme, empujó la puerta. Un guardia lo miró alzando una ceja.

—¿Y tú?

—Soy parte del equipo de producción. Min Yoongi me pidió que viniera con urgencia. El micrófono principal está teniendo interferencias —improvisó con aplomo.

El guardia frunció el ceño, pero ante la confianza con la que hablaba, simplemente se hizo a un lado. Jimin entró sin mirar atrás, sintiendo un subidón de adrenalina. Había funcionado.

Dentro, la fiesta era aún más intensa. Luces de colores cortaban el aire como cuchillas. La pista de baile parecía un océano de cuerpos brillantes.

Avanzó entre la multitud, buscando un punto estratégico desde donde ver el escenario. Pero el lugar estaba abarrotado y no podía avanzar más allá del bar lateral.

En ese mismo instante, en otro punto del edificio, una sombra cruzaba silenciosamente el pasillo trasero de la discoteca. Jungkook, vestido de negro, con gorra y gafas oscuras, se movía como un profesional del sigilo. Yoongi lo había dejado en la parte trasera del local minutos antes.

—Entras, cantas, te vas. Nada de drama, nada de cámaras —le había advertido Yoongi.

Jungkook no respondió. Su mente estaba enfocada. Cumplir la promesa. Cantar. Salir.

Entró por la puerta del escenario justo cuando el DJ anunciaba el acto sorpresa de la noche. El público rugió. Las luces se atenuaron. Daniela, en el centro del salón, sonreía como si le hubieran prometido el mundo.

Y entonces, su voz llenó el aire.

Jungkook comenzó a cantar.

Una canción suave, envolvente, con una letra que no hablaba de amor real, pero que lo imitaba tan bien que todos lo creían. Daniela lo miraba como si fuera el centro del universo. Los flashes comenzaron. La multitud se acercó, grabando, gritando, enamorándose del chico de la voz dorada.

Jimin, desde su rincón, intentó ver por encima de las cabezas. Escuchaba la voz perfectamente. Era él. Era él. Pero la marea humana lo cubría todo.

Intentó abrirse paso, pero fue inútil. Solo alcanzó a ver la silueta fugaz de Jungkook antes de que las luces lo envolvieran y la canción llegara a su fin.

Y justo cuando quiso avanzar, el público estalló en vítores... y Jungkook ya no estaba. Había desaparecido, como un suspiro que se lleva el viento.

--- MINUTOS DESPUÉS ---


Taehyung llevaba exactamente veinte minutos y cuarenta y siete segundos esperando dentro del pequeño auto rosa. Miraba el reloj cada cinco minutos, con los brazos cruzados, el ceño fruncido y la pierna temblando de ansiedad.

El murmullo lejano de la discoteca no hacía más que aumentar su incomodidad.

"Esto no es mi problema", se repetía mentalmente. "Jimin entra, Jimin sale. Así de simple".

Pero Jimin no salía. Y su paciencia se agotaba más rápido que la batería de su celular.

Resopló con fuerza, salió del auto, cerró la puerta con brusquedad y cruzó la calle. El aire nocturno estaba cargado de perfume caro y humo de cigarrillos. Rodeó la discoteca, buscando la entrada lateral por donde Jimin había dicho que entraría. “Solo me aseguro de que no esté desmayado en un baño o algo,” se dijo.

: ~~|•  DUMB MISTAKE •|~~ :Donde viven las historias. Descúbrelo ahora