Capítulo 20

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El avión aterrizó y una ansiedad empezó a recorrerme, al fin lo vería luego de veinte días separados, no sabía como reaccionarimos al otro, es decir ambos teníamos muchas dudas y miedo a aventurarse nuevamente en un romance y por supuesto que teníamos cosas que nos ataban al pasado. Pero yo quería estar para Felix, más no sabía si el quería estar para mi.

Al pasar por el Anden lo vi, estaba precioso con su abrigo blanco y su cabellera negra qué destacaba entre todos, lo miré y sonreí acercándome a él, me abrazó sin decir nada, lo apreté en el abrazo, aferrándome a la idea de que un día quizás el pudiera ser mío y yo al fin poder ser completamente suyo, me encantaba la forma en que el cabía en el hueco de mi cuello, Felix era tan increíble que no podía creer que el estuviera aquí, de pie frente a mi, se separó y sus ojos grises me estudiaron en silencio, estaba hermoso y yo tenia tantas ganas de besarlo, pero desde aquella vez no había vuelto a ocurrir y yo respetaba su espacio.

— Estás muy lindo — dije después de un rato de estarnos viendo, el sonrió y tomé sus mejillas, tentado a caer bajo mis instintos

— Gracias, también lo estás —

Tomó mi mano y me dirigió a la salida, cuando tomaba mi mano yo sentía que solo éramos el y yo en el planeta, yo ya me había decidido y era hora de contarle a Felix mis tormentos para poder averiguar si ambos estábamos en la misma página.

— Es precioso aquí —

Mencioné cuando ya íbamos en el auto de Felix, el sonrió asintiendo, aunque el no supiera que yo no hablaba de Milán, mis ojos estaban puestos en él solamente.

— Lo es, te mostraré mis lugares favoritos luego, ¿cuanto tiempo te quedarás? —

Me observó un instante antes de volver la mirada al frente, se veía precioso cuando manejaba, sacaba a relucir esa seguridad que no tenía cuando estaba en Corea y me alegraba por verlo ser tan valiente en muchos aspectos.

— Me quedaré el tiempo que tu quieras que me quede — sonrió y asintió suave

— Entonces ya no volverás —

Me reí por su sonrisa pícara y tome su mano libre, el observó nuestras manos juntas cuando paró en un semaforo, el ambiente se sentía bien, estar con Felix se sentía bien y no quería que esto se detuviera.

(...........)

Reí cuando el rió tanto que la malteada se salió por su nariz, sus mejillas se volvieron rojas por la pena y me reí aún más fuerte mientras lo ayudaba a limpiarse.

Habíamos estado todo el día paseando por sus lugares favoritos, su restaurante favorito, su parque favorito, el árbol viejo en el centro de un patio baldío donde solía hacer sus mejores bocetos y habíamos terminado aquí, en el departamento suyo, bebiendo malteadas mientras una película antigua se reproducía en el tele.

La película era tan mala que Felix se pasó narrando una historia completamente distinta con el televisor en silencio, sus chistes eran tan malos que terminamos riendo hasta que nos dolió el estómago y mientras lo miraba, ahí bajo la luz del televisor, donde sus ojos constrataban con lo pálido de sus mejillas y donde sus pecas me mostraban un camino a la felicidad, sentí que ambos éramos eternos.

Because that's how it wasWhere stories live. Discover now