6. ¿Casa sola?

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Dejo caer mi bolso sobre la cama. Yo sola en esta enorme casa. Wow. Será fantástico.

Deambulo por mi nueva habitación. A un lado de la cama hay una puerta de madera. Me acerco a ella y la abro. Es un bonito y amplio vestidor; tiene espacios para colgar la ropa, para guardar la ropa doblada y espacios para poner los zapatos. En medio del vestidor hay un largo taburete de terciopelo. Muy bonito. Salgo de ahí y voy hacia la otra puerta que esta aun lado de la TV. Entro. Un grande y muy bonito baño me recibe con colores turquesas y blancos. Tiene lo básico; un lava manos blanco a juego con el inodoro. Sobre este hay un estante con toallas suaves y limpias dobladas, cremas, champú y diferentes aceites de baño. ¿Aceites de baño? Volteo a la regadera, camino hacia ella y corro las puertas de cristal. ¡Una tina! Y con hidromasaje. Oh por dios, ¿puede ser esto aún mejor? Salgo del baño, tomo mi bolso de la cama y saco mi teléfono y dejo caer el bolso de nuevo en la cama.

Que sed. Tal vez agua si tengan aquí. Salgo de la habitación y bajo las escaleras. Bien, ahora tengo que encontrar la cocina. Paso la estancia y voy más al fondo de la casa. Abro una puerta, que resulta ser un estudio, el estudio del señor Horan, claro. Cierro la puerta y sigo buscando. Finalmente encuentro el comedor y al fondo la cocina. Todo está limpio y en perfecto orden. Me acerco al elegante refrigerador y lo abro. Hay latas de refresco, botellas de jugo, botellas de cerveza, una botella de vino y un par de botellas de agua. Tomo una de las botellas de agua y me siento en la pequeña barra de desayuno para dos que está ahí mismo en la cocina. Tomo un trago de la refrescante agua y reviso mi teléfono. 4:55pm. ¿Pero qué...? Ah... la hora de Nueva York. Pero no solo eso, sino que también tengo diecisiete llamadas perdidas de Nat y cinco más de Ted, además de veintidós mensajes de texto también de Nat. ¡Demonios! Olvide llamarlos. Debo llamar a Nat, debe de estar preocupada. Marco su número y comienza a timbrar.

– ¡Maldita sea, Abbigail! –contesta al segundo timbre con un gran grito que casi me revienta el tímpano. – ¡¿Me podrías decir porque demonios no contestas el teléfono?! ¡¿Sabes la cantidad de veces que te he llamado?! –responde gritando, pero en el fondo sé que siente alivio de escucharme.

– Sé las veces que me has llamado, Nat, aparecen en mi pantalla. Lo lamento de verdad. Por un momento lo olvidé. Desde que baje del avión se me nubló la mente, lo siento. Sé que se preocuparon por mí. Pero estoy bien. –digo para tranquilizarla. Está bastante alterada. – ¿Ted está contigo?

– Si, ha estado todo el día conmigo esperando a que te dignaras a contestar las llamadas. –dice sin perder oportunidad para reprochar. Ay Natalie...

– Estoy bien, ¿de acuerdo? Todo está perfecto. Demasiado perfecto. –digo sonriendo. Claro que está perfecto.

– ¿Su casa es grande? –pregunta Ted desde el fondo

– Más que eso. Es enorme. –debo admitir que tal vez me pierda aqui. –Muy bien decorada para un hombre que vive solo.

– Eso suena genial. –dice Nat un poco más animada. –Ya quiero verte...

– Yo también –la interrumpe Ted.

– Cállate, estoy hablando. –regaña Nat a Ted y escucho que Ted se queja. Nat debió de haberle arrojado algo. No sé porque siempre se tienen que estar peleando.

– Pero también quiero hablar con ella. No me he estado toda mi tarde contigo para nada. –dice Ted.

– Pero bien que te tragaste todas mis golosinas, idiota.

– Tú me dijiste que si quería, nunca me dijiste cuánto.

– ¡Pero eso no quería decir que te podías comer todo, animal!

– Haber chicos, basta. –digo interrumpiendo su pequeña pelea. No puede ser que nunca puedan estar juntos sin estallar. –Ted, por favor trata con todo tu bello ser y tu maravillosa alma, que por favor ya no harás más enojar a Nat. Sabes cómo es explosiva.

– ¿Explosiva? –dice Nat con sorpresa y un poco de indignación.

– Sí, Nat. Y por favor ya no le grites ni golpees más a este chico tan lindo. Aun quiero reconocerlo cuando lo vea de nuevo.

– Pero... De acuerdo, lo intentaré . Pero lo de hoy te va a costar, Theodore. –dice Nat amenazante a Ted. –Si vas a seguir viniendo a mi casa, tendrás que comprarme una caja de palomitas y una bolsa con bolitas de caramelo acidas.

– De acuerdo Nat. Mañana te llevo a la dulcería , ¿sí? –dice Ted y casi puedo ver sus sonrisa perfecta.

– Me parece muy bien. –contesta Nat satisfecha.

– Bien, ahora que ya terminaron de discutir ya saben que estoy viva, los dejo. Aquí en Londres ya es tarde.

– Maldito cambio de horario. Será un gran problema. –responde Ted al otro lado de la línea.

– No se preocupen, encontraremos una forma de comunicarnos. Bien, entonces mañana veré si puedo llamarles a una hora conveniente para todos, ¿de acuerdo? –les digo, porque si no, comenzaran a llamarme a todas horas.

– De acuerdo. –me responden al unísono.

– Bien. Descansen chicos, los amo. –me despido

– Nosotros a ti. –responde Nat.

– Yo más. –dice Ted. Oh no...

Y cuelgo antes de escuchar cómo se pelean de nuevo. De pronto, gracias al gran silencio de la enorme casa, escucho que la puerta principal se abre. Debe de ser Patrick con la pizza. Genial, porque muero de hambre. Salgo de la cocina y camino rumbo la entrada para encontrarme con Patrick. Se escuchan risas.

Me freno de golpe al llegar a la estancia al escuchar que son risas de un chico y una chica. Demonios, ¿a Patrick le dejaran traer a su novia? Sinceramente, no lo creo. Sigo caminando con mucho cuidado de no hacer ningún ruido. Cuando paso la estancia, me quedo detrás de la pared.

¿Y si me ve que le digo? ¿Tengo yo el derecho de reprocharle o decirle algo? Me asomo un poco. Mierda. No es Patrick. Es un chico rubio bien vestido que casi se está devorando a la pelirroja que lo acompaña con un mini vestido morado. Mierda. ¿Qué hago? Tengo que irme. Sí, eso. Pero mis cosas están arriba. Si voy a las escaleras me verán desde la entrada. Demonios, ¿en qué me metí? Con cuidado de no hacer ruido salgo de mi escondite y camino hacia las escaleras. Justo cuando subo el segundo escalón, escucho la voz ronca del chico.

– Ven, vamos a... –no termina la frase. Demonios, seguro ya me vio, pero no me atrevo a mirarlo.

Mierda, mierda, mierda. ¿Y ahora que?

Viaje Inesperado [N.H.]© Parte#1Where stories live. Discover now