4. La despedida.

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Salimos de casa y veo a Joseph esperando a un lado del auto. Nos abre la puerta trasera y mamá y yo entramos al auto. Luego de que Joseph sube también, enciende el motor y unos momentos después ya estamos dentro del tráfico de Nueva York.

A pesar de que es viernes por la mañana, no hay mucho tráfico cómo el que se acostumbra, así que no tardamos mucho en llegar al aeropuerto. Joseph aparca el auto en el estacionamiento y baja para abrirnos la puerta. Bajamos y nos quedamos a un lado del auto para esperar a que Joseph baje las maletas. Mamá se pone a buscar algo en su bolso, o sea que da un pequeño paseo por Narnia.

– Aquí tienes, cariño. –dice entregándome el boleto de avión. Lo compró hace como tres días, no sé porque no me lo había entregado antes, no es como si lo fuera a perder accidentalmente, perder mi vuelo y retrasar mi viaje.

Tomo el boleto con un "gracias" bajito y comenzamos a caminar hacia la entrada del aeropuerto con Joseph siguiéndonos con las maletas.

Cuando entramos hay bastante gente de todo tipo; turistas, grandes familias desordenadas, empresarios, personas con su pareja y otras solitarias. Joseph se encarga de documentar mis maletas ya vuelve enseguida. Nos acercamos a unas bancas desocupadas y nos sentamos a esperar.

Veo mi boleto; mi vuelo sale a las once con quince. Son las diez con treinta. Al menos no falta mucho para abordar. De nuevo comienzo a sentir esa sensación en el estómago. Es como si se me revolviera. Por Dios. Necesito comer algo o si no vomitaré.

– Cariño, ¿te sientes bien? –pregunta mamá con el ceño fruncido y toma mi mano.

– No. Siento algo en el estómago... Necesito comer algo...

– Son nervios, cariño, pronto se te quitaran. ¿Qué quieres comer?

– Gomitas... y chocolates. –sí, creo que eso podría calmarme.

– De acuerdo. –sonríe. –Joseph. –lo llama mamá.

– ¿Sí, señora White? –dice Joseph acercándose a nosotras.

– ¿Podrías ir a comprarle a Abbigail unas gomitas y unos cuantos chocolates, por favor? –dice mamá mientras saca dinero de su cartera y se lo da a Joseph.

– Por supuesto, señora White. Vuelvo en un momento. –dice y se va, desapareciendo entre la multitud. Es todo un amor este señor.

– Tranquila, hija. ¿No quieres algo de beber?

– Sí. Un whisky estaría perfecto.

– ¡¿Qué?! De ninguna manera. Me refiero a una botella de agua o de jugo. Es demasiado temprano para tomar alcohol, Abbigail. Y además es un alcohol muy fuerte para ti. –dice regañándome. Yo solo me río. Es obvio que no tomaría whisky a las once de la mañana. Es una locura.

– Mamá, solo bromeo. Estoy bien. En el avión me darán algo de beber.

– Está bien. ¿Tienes todo lo que necesitas? ¿Documentos, tarjetas de crédito, efectivo, pijamas, maquillaje...?

– Si, mamá. No te preocupes. –digo poniendo los ojos en blanco. Por favor, ya sé cuidarme sola. Si no supiera, estoy segura de que no me mandaría sola a Londres a dirigir una empresa.

– Aquí tiene, señorita White. –dice Joseph entregándome una pequeña bolsa blanca de papel con el logo de la tienda de golosinas del aeropuerto.

– Muchas gracias, Joseph. –me acerco a él y se sorprende cuando le doy un abrazo, pero me lo responde. –Te echaré de menos, Joseph.

– Todos la echaremos de menos aquí, señorita Abby. –dice y noto en su tono que dice la verdad. Me aparto de él y veo que mamá nos está mirando. Tal vez porque no suelo ser muy afectuosa con Joseph frente a ella.

Pasajeros del vuelo 2307 con destino a Londres, favor de pasar a línea de abordaje. –dice una incorpórea y monótona voz de una mujer. Es todo. Me tengo que ir ya. Por Dios, ahora tengo ganas de llorar. Me acerco a mamá para despedirme de ella.

– Cariño... –me toma en sus brazos y me abraza fuerte. –Te extrañaré demasiado... –murmura con tono nostálgico.

– Y yo a ti mamá. Pero pronto nos vamos a ver de nuevo, no te preocupes. –no quiero llorar... tengo que irme.

– Si, lo sé. –se separa de mí y me mira, con sus ojos inundados en lagrimas no derramadas. –Cuídate mucho. No le hagas caso a los extraños. – ¿qué? ¿En serio? ¿Qué tengo, seis años?

– De acuerdo mamá. Bien, me voy o perderé el vuelo. –me aferro a mi bolso y vagamente pasa por mi mente salir corriendo fuera del aeropuerto. Pero claro que no pasará. –Adiós Joseph, saluda al pequeño Edward de mi parte.

– Claro que sí, señorita White. Tenga mucho cuidado.

– Lo tendré, gracias. Nos vemos pronto mamá.

Me alejo caminando con mi boleto en mano, sin mirar atrás. Casi puedo predecir que mamá ya está llorando y que Joseph esta incómodo por no saber qué hacer con ella.

Entro en la línea de abordaje mostrando mi boleto. Una señorita con el uniforme de la aerolínea me pide el boleto, se lo entrego y me desea un buen viaje. Subo al avión y me siento en mi lugar indicado, en el asiento de la ventanilla. A mi lado se sienta una mujer bien vestida, aunque en su cara puedo ver el cansancio con el que carga. Unos momentos después el avión está casi lleno y una de las azafatas comienza a dar las instrucciones en caso de accidente o alguna irregularidad de vuelo. Cuando termina de hablar se retira y unos momentos después el avión comienza a despegar. Yo me aferro al brazo del sillón. Odio los despegues. Siento algo horrible en el estómago, me da la sensación de que en cualquier momento voy a caer.
Un par de minutos después ya estamos en el aire, dejando atrás la ciudad de Nueva York.

Viaje Inesperado [N.H.]© Parte#1Where stories live. Discover now