30. ¡Tarde de compras!

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Veinte minutos después ya estamos dentro de una tienda departamental, muy similar a Morton Williams en Nueva York. El recorrido hasta aquí fue tranquilo, y tengo que admitir que es divertido. Cuando quiere, Niall es un chico grandioso y genial. Son increíbles los momentos en los que estamos juntos y no discutimos.

– Jalea de moras natural me parece bien. –dice dejando un frasco de jalea en el carrito de compras.

– Pero yo quiero crema de avellanas. –protesto dejando un frasco de Nutella junto a la jalea. Bien, esto no es una discusión, ¿o sí?

– ¿Sabes la cantidad de azúcar que contiene eso? Creo que es suficiente con el café que te preparas.

– Pues para mí no es demasiado dulce, ¿de acuerdo? Además, la crema de avellanas se considera nutritiva. –respondo alzando la barbilla. La Nutella no se quedará, rubio.

– ¿Quién rayos te dijo eso? –frunce su ceño como si lo que dijera fuera una locura.

– Solo lo sé. Así que la Nutella viene con nosotros sin excepción. –y es mi última palabra.

¿Desde cuándo se preocupa tanto por mí? Solo llegué ebria una noche, no es para tanto. Tampoco es como si nunca hubiera bebido alcohol y me hubiera dado la peor intoxicación etílica de mi vida, que no exagere.

Continuamos recorriendo los pasillos, echando en el carrito las cosas de la lista de Lorane y viendo lo que será posiblemente nuestro menú de la semana. Cosas muy ricas al parecer, aunque ya no debería de sorprenderme por parte de Lorane, cocina delicioso. Finalmente llegamos a mi pasillo favorito: el de las botanas. Creo que es aquí donde menos problemas tenemos para ponernos de acuerdo. Metemos en el carrito bolsas de frituras, cajas de galletas, chocolates, palomitas y mis golosinas favoritas: serpientes de gomita.

Cuando salimos, metemos las bolsas de compras en el portaequipaje y entramos en el auto. Creo que todo fue bien, de hecho fue divertido. El sonido del timbre de Niall interrumpe el cómodo silencio. Frunciendo el ceño, contesta.

– ¿Sí? ...Lo sé, Tommo... –ah, es su amiguito Louis, grandioso. Sigo viendo algunas cosas pero atenta a su conversación. –No lo he olvidado... Me parece bien, ya viene siendo hora de que me pagues un par de favores.... –y de pronto se pone serio, incluso diría que molesto. –Creo que ya te había dicho que yo no uso esas porquerías... Pues no. Todos saben que yo puedo hacerlo sin el uso de esas cosas... Perfecto, nos vemos. –y cuelga.

– ¿Todo bien? –pregunto con la esperanza de que me cuente. Su cuerpo se relaja y me ve con una sonrisa genuina, como si no acabara de discutir con nadie hace un segundo.

– Nada grave, no te preocupes, cariño.

Y, claro, no me dijo y no me dirá. Tal vez tenga que ver con lo que hace por las noches. Cosa que tampoco me quiere decir. ¿Me lo dirá algún día?

Mientras conduce entre el trafico vespertino, repaso su conversación en mi mente. Dijo algo de que no usaba porquerías y que puede hacerlo sin ellas. ¡Por dios! ¿Se drogará? ¿Se prostituye? ¿Se drogará mientras se prostituye? Todo es una locura. Creo que si sigo dándole vueltas terminaré volviéndome loca. Bueno, más loca de lo que creo que ya estoy.

– Necesito ir al centro comercial a comprar algunas cosas. ¿No te importa si vamos? –me pregunta sin apartar la mirada del camino. Vaya, suena bien para pasar la tarde, aunque si no quisiera, ¿tengo otra opción?

– Por supuesto que no. De hecho, también tengo que comprar algunas cosas. –respondo recordando que tengo que comprar la cámara fotográfica. No quiero seguir olvidándolo.

– Bien. –me responde sonriendo, dedicándome una brillante mirada fugaz.

El recorrido pasa en silencio, salvo por uno que otro comentario sobre la canción en la radio o sobre algunas tiendas que quedan de paso en el camino. Llegamos al centro comercial y, sinceramente, me alegra que no sea al que nos llevó Andy a Emily y a mí ayer por la tarde. Ese centro comercial es enormemente... ¿Cómo decirlo? Enormemente grande.

Viaje Inesperado [N.H.]© Parte#1Where stories live. Discover now