KIYOPON... ¿¡LATINOAMERICANO!?

1.5. ¿CÓMO EL PERRO DE LAS DOS TORTAS?

Volumen 1. Capítulo 5: Por el objetivo de los 40 millones de puntos.

La mañana siguiente llegó repleta de feas nubes grises y ráfagas de un viento mucho más frío del normal. No sé cómo le estará yendo a mi familia y amigos allá en México, pero estoy seguro de que mi abuela, en un ambiente como este, estaría despotricando por el fuerte dolor de rodillas ocasionado por el frío y los reumas, mientras afirma vehementemente que va a llover a cantaros.

Salí del complejo habitacional que nos proporciona la escuela, me dirigí a la parte trasera de este y comencé con mi ejercicio diario. Sin embargo, no pude evitar tener un mal presentimiento que proviene del mal clima que amaneció. No suelo guiarme por vibras, supersticiones y otras cosas no comprobadas por la ciencia, pero esto que siento, sin duda, vale la pena investigarlo más a fondo.

Pero decirlo es mucho más fácil que hacerlo. Estoy completamente seguro de que puedo distinguir la fuente de mis preocupaciones y tengo claro que todas estas malas sensaciones vienen de una única causa.

Después de haber leído de una fuente que, a priori, debería ser bastante confiable, acerca de todo lo que hay detrás de una escuela que desde afuera parece demasiado común, me quedó un sabor de boca bastante amargo. No sé si sea por el hecho de ser considerado como un defecto a pesar de mis grandes aptitudes, o porque sigo teniendo la sensación de que ese hombre que osa a llamarse mi abuelo sabía desde un comienzo todo lo que implica esta escuela e hizo los arreglos correspondientes para que me asignaran a la clase más baja.

Sea como sea, haya pasado lo que haya pasado, ahora únicamente cuento con dos opciones por delante de mí:

La primera, y la más difícil, sería aceptar el lugar en el que estoy, en la clase a la que fui asignado, y usar todas mis capacidades para llegar a las clases más altas. No es mala opción, si logro hacerlo puedo conseguir un buen empleo ya sea aquí o en cualquier otro país. ¿Lo malo? Requiere un gasto de energía que, en otras situaciones, definiría como «innecesario»

La segunda opción es, por mucho, la más fácil y la más cómoda. Nada más que enfurruñarme y dejar fluir el tiempo y los días mientras que observo como nuestra clase se esfuerza en vano por un objetivo que si las cosas siguen su curso natural, sinceramente, estará muy fuera de nuestro alcance y merecimiento.

Las dos opciones me parecen igual de buenas como válidas. Si llego a lo más alto, será una prueba de mi capacidad y, básicamente, me asegura un futuro pase lo que pase después. En cambio, por el otro lado, tengo más planes a futuro por si uno falla y no necesariamente debo de graduarme exitosamente de esta preparatoria, por lo que no es como si me afectara mucho el quedarme durante los tres años en la clase D.

Pero, si ponemos las cosas en una balanza, estoy inclinado más a tomar la primera de las dos opciones. Ser etiquetado como no más que un defecto, por mucho que Atsuomi haya metido mano en la asignación, es algo que hace hervir mi sangre competitiva. Es como si estuvieran negando todos mis esfuerzos previos.

Estoy de acuerdo en que tengo un historial de vida demasiado, pero demasiado, conflictivo y cuestionable. No obstante, también creo que mis habilidades académicas, físicas y aptitudes especiales, son más que suficientes como para estar más alto en la clasificación. Si tuviera que juzgarme de manera objetiva, diría que estaría bien en la Clase B y eso, nuevamente, solo por mis actitudes hacia la vida.

Además, quiero demostrarle a ese hombre que tanto se jacta de ser una de las personas más poderosas de todo Japón, que yo no soy uno de esos juguetes con los cuales puede divertirse. Si quiere intentarlo, que lo haga, pero que tenga la certeza de que se va a terminar quemando por jugar con fuego. Yo no soy un peón el cual pueda manipular a su antojo. Soy lo suficientemente capaz como para tomar mis propias decisiones y hacer lo que quiera con mi vida.