– No te preocupes, mamá. Anda, se te hará tarde.

– De acuerdo. Nos vemos, cielo. –me abraza y siento su cariño y su amor protegerme.

– Sí, mamá. Ve con cuidado. –le doy un beso en la mejilla, y luego de tomar su bolso, sale de casa.

¡Dios! A veces puede ser tan exasperante y autoritaria, y otras... tan amorosa y cariñosa. La amo demasiado, pero a veces se pasa por sobre mí y no es justo. Ha decidido cosas importantes en las que me involucró, decidió por mí y yo ni voz ni voto pude dar.

Voy a la cocina por una botella de agua y subo a mi habitación. Llamaré a los chicos, es lo único que podrá alegrarme un poco en este momento.

Tomo mi teléfono y llamo a Natalie. Comienza a timbrar. Uno... dos...

– ¡Hola, Abbs! –contesta tan animada como siempre.

– Hola, Nat... –no puedo evitar mi tono decaído al hablar.

– Abby, linda, ¿estás bien? –pregunta preocupada. Creo que fue bastante evidente mi tono desanimado, además de que nada se le escapa a esta chica.

– Sí... bueno, no... no muy bien.

– Espera, llamaré a Ted.

De pronto escucho silencio. Debe de estar incluyendo a Ted en la línea. Luego de un momento vuelvo a escuchar su voz.

– ¿Ted? –pregunta Nat.

– ¿Nat? ¿Qué quieres? –contesta Ted hablando en voz baja, casi susurrando.

– No me contestes así, Theodore. –lo regaña Nat. –No puede ser, ¿estás con una chica?

– Sí, estoy algo ocupado. –oh por dios, está en otra de sus citas.

– Abby no se siente muy bien.

– Llama al doctor.

– No, idiota. Tiene un problema.

– ¿Qué? De acuerdo, paso por ti en quince minutos. –contesta con prisa

– ¿Y la chica? –pregunto.

– ¿Abbs? –pregunta Ted. Creo que nunca se dio cuenta de que estaba en la línea.

– Sí, lo siento. No tienes que cancelar tu cita...

– No. No digas nada, enana. Estaremos ahí en unos minutos.

– No te tardes, idiota. Te estaré esperando. –habla Nat.

– Si, Nat. Estaré ahí en unos minutos. Nos vemos en un rato, chicas.

– Adiós, Ted. –nos despedimos Nat y yo al unísono y escuchamos como cuelga.

– Bien linda, te dejo. Me tengo que vestir para estar lista cuando llegue Ted, si no, es capaz de sacarme de casa con el pijama puesto.

– Está bien, Nat. –respondo sonriendo apenas. –Los veo en un rato.

– Adiós, linda.

Cuelgo y dejo el teléfono sobre la mesita de noche. Enciendo la TV y me dejo caer en la cama, tratando de no pensar demasiado en mi desgraciada vida.

Luego de casi media hora estoy debatiéndome entre ir o no a la cocina por alguna golosina, cuando de pronto llaman a la puerta. Deben de ser los chicos.

Me levanto de la cama y salgo de la habitación. Justo cuando estoy bajando las escaleras escucho las voces de los chicos. ¿Cómo entraron? Que yo sepa no tienen copia de la llave. Bajo más deprisa y los veo, vienen con Joseph detrás. Nat está reprochando algo a Ted, pero al parecer a él no le importa mucho, ya que ríe y rueda los ojos. Joseph debió abrirles la puerta.

Viaje Inesperado [N.H.]© Parte#1Where stories live. Discover now