Capítulo 10

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ACTUALIDAD

Diana limpió sus labios con la lengua demostrando una burlesca sonrisa con sabor a sangre que invadía sus pupilas gustativas.

Ya se había acostumbrado.

Superado los 15 días Phillip se había encargado de fortalecerla para saciar sus más bajos instintos, que ya no estaban regidos por el amor, sino que por el asco y el odio. Repetía una y otra vez lo impura que era al haber abierto sus piernas a todos los hombres que la rodeaban, la verdad era que nada de eso era cierto y ella tampoco tenía intenciones de aclarar las cosas para agradarle.

Pero el odio... Era mutuo.

—¿Ya estás feliz? — cuestionó Diana entre risas. —Me sacaste sangre, vas perdiendo la inutilidad.

—Arruinaste mi vida, zorra.

—Mira quién lo dice. — agregó con sarcasmo. —Me gustaría saber cómo te sentirías si el encadenado fueras tú.

Phillip quedó en absoluto silencio observándola desde arriba, Diana de rodillas con ambos brazos encadenados hacia atrás aun así ella lo miraba con lástima sin un ápice de temor como si fuese un igual y no alguien que podría acabar con su vida... Y eso lo enfurecía.

—Traigan los látigos... — pidió a uno de sus secuaces. —Y tú, quítale la ropa.

Leonid llevaba un conjunto deportivo abrigado pues el clima del lugar así lo pedía.

Por un tiempo Diana creyó que era uno de los buenos por pasarle comida cuando sus raciones eran bastantes pequeñas o por alcanzarle frazadas cuando las temperaturas eran muy bajas y debía mantenerse en un vestido que nada cubría, incluso en diversas ocasiones la había liberado de los grilletes y las cadenas a las que debía estar amarrada.

Estuvo agradecida hasta que un nuevo recuerdo la golpeó... Leonid era el hombre que había puesto en marcha el plan de Phillip. Y esa gratitud se convirtió en odio.

El rubio se acercó colocándola de pie de un tirón como si no pesara nada, repitiendo la acción que se estaba volviendo costumbre. Cruzó sus brazos por el cuerpo más pequeño liberando sus muñecas momentáneamente para su siguiente movimiento. Elevó la única prenda que la cubría exponiéndola a todos los ojos masculinos presentes.

Sus bragas su única defensa, Leonid cruzó sus brazos al frente encadenándola nuevamente con una pequeña oportunidad de cubrir sus pechos con los antebrazos.

Junto al miedo había perdido todo tipo de vergüenza, pues gracias a Valentino había aprendido que nadie la doblegaba a no ser que ella mismo lo haga o, mejor dicho, que ella misma se lo haga creer. Con aquel recuerdo en mente un resoplido con una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras volvía a colocarse de rodillas.

—¿Se puede saber de qué mierda te ríes? — cuestionó con odio Phillip haciendo sentir el látigo en el suelo.

Diana lejos de temer se quedó en absoluto silencio poniéndose en posición brindando su espalda para el impacto.

—Muerde esto. — dijo Leonid ofreciéndole su propio vestido como una especie de mordaza.

—Phillip quiere oír los gritos de dolor.

Desde el centro el nombrado lanzó una risa complacida.

—La próxima vez escucha a la dama, tiene razón.

Leonid regresó a su puesto con su prenda en mano siendo un espectador. De la misma manera que se alejó comenzaron los latigazos en su cuerpo, aunque dicho acto la hacía mojar sus mejillas con lágrimas a la vez que sus labios se lastimaban por suprimir los gemidos de dolor mordiéndolos evitando la satisfacción de Phillip.

𝐕𝐞𝐧𝐝𝐞𝐭𝐭𝐚 𝐃𝐞 𝐋𝐮𝐜𝐚 (+𝟐𝟏) Libro IIWhere stories live. Discover now