Capítulo 64: El calabozo

38 22 0
                                    

La nieve brusca, helada, rasposa y blanca, oscurecida por la penumbra, lucía interminable sobre el paisaje repleto de arbustos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La nieve brusca, helada, rasposa y blanca, oscurecida por la penumbra, lucía interminable sobre el paisaje repleto de arbustos. En medio, Charlotte continuaba corriendo sin parar. No obstante, cuando le faltaba poco para salir del bosque, se percató de que no podía dar un solo paso más; sus piernas estaban adormecidas, al igual que sus manos, amenazadas por un desalentador hormigueo producido por la monstruosa ansiedad que la acosaba. «Que no lleguen ellos, que no lleguen ellos, que no sepan dónde estoy, antes de que salga de aquí, que no vengan por mí, por favor», pensaba.

Por otro lado, el vacío de su estómago, mezclado con un cansancio extremo, comenzaba a enfermarla; el aire oscuro daba vueltas bruscas a su alrededor y no parecía nada amigable. En ese momento, con la expresión perdida, escuchó de pronto un sonido familiar. Era el timbre de su teléfono, que llevaba en el bolsillo de su chaqueta. Pese a que no se sentía bien, tuvo la fuerza para contestar. Se trataba de Sophie.

—¿Hola...? —Su voz era débil y confusa, repleta de jadeos.

—¡Charlotte! —exclamó Sophie, asustada pero aliviada de oír su voz—. ¿Dónde estás en este momento? Dime... ¿Qué sucedió? ¿Ya quemaste el hechizo? ¿No te han descubierto? ¿O...?

—Sí, ya lo hice —afirmó Charlotte, haciendo un esfuerzo para hablar—. Estoy intentando salir del bosque, aunque todavía sigo aquí. Y... no sé qué hacer cuando salga, pero no me estoy sintiendo...

Hubo un silencio escalofriante al otro lado de la línea, donde estaba Sophie.

—¿Charlotte? —preguntó Sophie, con una nota de terror en la voz al oír que, junto al silencio, unos estrépitos extraños sonaban, como si el teléfono hubiera caído al suelo.

De un momento a otro, se oyó una interrupción en medio del bosque: el sonido de unos aterradores y fuertes pasos que se acercaban cada vez más firmemente.

—¿Charlotte? —Sophie seguía preguntando, con un llanto que se oyó de repente.

Charlotte estaba paralizada. Su corazón latía en sus oídos como un fuerte tambor. Un grito ahogado y silencioso se adhirió en su garganta: un grito de horror, de muerte, de pavor, y de todo lo más trágico y aberrante que puede existir en el universo. Pues, tras los arbustos, vislumbró unos altos sujetos marchando, cuya poca claridad pero vigorosa presencia tenía una cruel similitud con un funesto cuento terrorífico. ¿Quiénes eran estos sujetos? Por supuesto que sus uniformes rojos brillantes se notaban con claridad en el ambiente helado. Ocho de ellos llegaron invadiendo los tonos blancos, como era de esperarse; los Red Helmets, con sus rostros escondidos por aquellas máscaras metálicas, marchaban en coordinación, dirigiéndose al lugar donde se encontraba ella.

Cubriéndose el rostro, Charlotte se puso de espaldas.

—Señorita Charlotte Levine —dijo uno de ellos, firmemente—. Desde este momento, está usted condenada a morir en la ceremonia blanca. Pasará la noche como prisionera, y mañana a las tres de la tarde será ahorcada, por órdenes del señor Edland Polanski, sucesor del brujo Dante Lombardi.

Sicretum (algo oculta Salem)  Where stories live. Discover now