Capítulo 40: La historia de Positano

91 40 38
                                    

Cuando Charlotte ya hacia parte de aquel círculo donde permanecían sentadas unas diez personas, justo enfrente suyo, pudo apreciar unos ojos repletos de maquillaje negro que la observaban con odio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando Charlotte ya hacia parte de aquel círculo donde permanecían sentadas unas diez personas, justo enfrente suyo, pudo apreciar unos ojos repletos de maquillaje negro que la observaban con odio. Aquellos ojos azules, eran nada más y nada menos que de Stephany Wilson, que de brazos cruzados, no dejaba de mirarla.

A la cuenta de tres, la ruleta fue girada, y parecía que los shots desfilaran por los labios y las lenguas de todos. Stephany tomaba sin control, y sin apartar la mirada de Charlotte, como si el tequila fuese en honor a su extraño enamoramiento por ella, como si sus penas se disolvieran en los pequeños vasos repletos de alcohol. Y Charlotte, sentía como el tequila quemaba su garganta, además, un leve mareo que la llevó a pensar en los ojos aguamarina de Bradley, y en su lindo cuerpo, que lucía como una hermosa obra de arte, sus labios tan besables, y aquel rostro que según ella, se confundiría con una pintura de Miguel Ángel.

Las manecillas de la ruleta pasaban velozmente, y cada vez los sonidos se hacían más disonantes, las voces escandalosas pasaban a otros planos, la música electrónica seguía repercutiendo, los rostros de la gente ya eran un poco confusos, Stephany quería seguir bebiendo aún más, y Charlotte, no podía seguir haciéndolo. Lo más probable era que terminaría inconsciente.

—Ya me retiro, no puedo más —intervino, sintiéndose totalmente mareada.

—No te vayas, todavía no acaba el juego, ¡Faltan más rondas! —exclamó un chico de cabello rizado.

—Sí, siéntate —agregó otra chica de piel oscura, arrastrando las palabras.

Charlotte no hizo caso a las súplicas, y trató de ponerse de pie. Fue casi imposible de no ser por el hombro de Dan, que fue usado como sostenedor.

—Disculpa, Dan —dijo, arrebatando su mano de aquel cuerpo rollizo.

—No... no hay problema —agregó Dan, con la vergonzosa sensación de que su miembro viril se levantaba cada vez más, al tener tan cerca a Charlotte.

Charlotte se percató de que Dan estaba muy excitado, no pudo disimularlo.

—Si soy sincero, discúlpame, tengo que ir a... ya sabes —admitió Dan, sin dejar el gesto de hipnosis.

Cuando Dan caminaba rápidamente entre el bullicio y en los que bailaban, Charlotte, que había bebido lo suficiente, fue tras él, pensando en nada más y nada menos que en «semen», un ingrediente más en la lista.

—Espera, Dan —dijo en voz alta—. Creo que también tengo que ir contigo.

Dan estaba a punto de entrar al baño, y de pronto, sus oídos escucharon una voz, que sonó como la gloriosa llegada al Olimpo, al paraíso, o a aquel lugar perfecto y surrealista, donde solo habitan ángeles y criaturas hermosas.

—¿Cómo dijiste? —preguntó, aunque ni siquiera sabía si estaba soñando o se trataba de la paradisíaca verdad.

—Quiero ir contigo —afirmó Charlotte, no muy segura de las barbaridades que decía.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora