Capítulo 31: Perfume Chanel y confesiones

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Salem y Coco se balanceaban con cada movimiento de la jaula

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Salem y Coco se balanceaban con cada movimiento de la jaula. Las manos de Charlotte comenzaban a quebrarse, debido al peso que cargaba, mientras el frío era impetuoso. Observando el paisaje blanquecino y susurrando aquella canción Safe and sound de Taylor Swift, caminaba dando largos pasos, y recordaba cuando estuvo a punto de morir asfixiada, gracias a la horrible sorpresa que le dio Eleanor. ¿Cómo era posible que el frasco de perfume se hubiese mudado a su estómago? Era una idea ilógica, muy perturbadora.

Los árboles se veían escuálidos, las ramas daban la ilusión que estuviesen más cerca del cielo, algunos pájaros revoloteaban, emitiendo silbidos, mientras un pensamiento fijo en su mente se hacia cada vez más redundante:

«El perfume de Adhelaida, busca el perfume de Adhelaida, pero ni siquiera sé que perfume es... tengo que averiguarlo de alguna forma, tengo que averiguarlo».

Estas palabras daban vueltas por su cabeza, mientras observaba el andar de sus zapatos negros. Las huellas se marcaban rápidamente en la nieve.

El silencio permanecía en el bosque, hasta que se sintió una brusca estridencia en el cielo. Tal parece que los pájaros escucharon sus llamados (tal vez leyeron su mente). Comenzaron a aletear de manera insólita. Ahora todos iban exactamente en la misma dirección, formando una monótona hilera de plumaje, como si desfilasen por el cielo. Fueron bajando cada vez más. Al darse cuenta que estaban lo suficientemente cerca, Charlotte tuvo un susto repentino. Corrió cuando se percató de que la perseguían.

Aleteos bruscos se sentían atrás, como una curiosa estampida, los gatitos se balanceaban con celeridad, y ella tan solo huía por el pálido paisaje.

La alcanzaron por completo.

—¡¿Qué quieren?! —preguntaba, con pájaros desordenando su cabello.

En ese instante, ellos comenzaron a balbucear, con exactitud, como si pudiesen hablar, pronunciando palabras claras.

«El perfume es Chanel número cinco, el perfume es Chanel número cinco, el perfume es Chanel número cinco, el perfume es Chanel número cinco».

Chanel número cinco, ya entendí, ¡Ya entendí! —gritó, mientras los bruscos pájaros seguían encima de ella, resbalando por su piel, aleteando, y nublado su vista.

Llegó un momento en el que eran más de cien cubriéndola, como si usase un espeso vestido de plumaje que llegaba hasta sus ojos. Soltó las dos jaulas y cayó al suelo.

—¡Aléjense! —chilló, poniendo las palmas de sus manos sobre la nieve, y luchando por ponerse de pie.

«Es Chanel número cinco, es Chanel número cinco, es Chanel número cinco, es Chanel número cinco» repetían estos seres voladores, mientras aleteaban encima de su cuerpo, de su rostro, y de su platino cabello, haciendo una mancha negra en el paisaje blanco, reproduciéndose cada vez más, como si se tratase de una plaga sombría.

Sicretum (algo oculta Salem)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora