Capítulo 22: El fierro quemador

78 51 45
                                    

Charlotte, totalmente pálida, mareada y sintiendo cómo su corazón latía frenéticamente, miró a su alrededor

Oops! Ang larawang ito ay hindi sumusunod sa aming mga alituntunin sa nilalaman. Upang magpatuloy sa pag-publish, subukan itong alisin o mag-upload ng bago.

Charlotte, totalmente pálida, mareada y sintiendo cómo su corazón latía frenéticamente, miró a su alrededor. Unas luces, que parecían reflectores, saltaban por su semblante y confundían su vista. Miles de rostros con labios negros, algunos rojos, algunos riendo, algunos serios y otros con miradas perversas la observaban a lo lejos como si fuera una exhibición de museo. Ella sollozaba casi en silencio, mientras oía los temblores perceptibles que venían de su mandíbula y los sollozos que aumentaban. Sin embargo, apenas había caminado dos pasos.

—Acércate, humana, ¿acaso no quieres ver al humano que dices amar? —le preguntó Edland, desde lo alto, con aspecto de Conde Drácula.

Esto fue una gran sorpresa para ella, ya que no tenía ni idea de que él estaba allí; nadie le dijo absolutamente nada. Lo único que pudo apreciar fueron dos hombres en medio de todo. Ni siquiera alcanzó a ver sus rostros.

—¿Bra-Bra-Bradley? —se preguntó, inclinando ligeramente la cabeza hacia adelante, abrazando su torso con los dos brazos, temblorosa y vulnerable, con una mirada abatida. Aunque fue mucho peor cuando se dio cuenta de que su voz sonaba en un curioso eco que todos podían oír.

—Por Lucifer, ni siquiera quiere acercarse al centro sabiendo que su amado está ahí —añadió Edland, burlón—. Abigail y Lauren, por favor, pueden acercarla, gracias.

Abigail y Lauren sujetaron a Charlotte de los brazos y la lanzaron con tanta fuerza que atravesó parte del estadio hasta llegar a donde estaban Bradley y Michael, invadidos de terror, con los brazos encadenados y acostados en unas inusuales tablas que ahora se habían transformado en mesas, gracias a las misteriosas patas que surgieron de ellas.

Charlotte contempló a Bradley; algunas lágrimas cayeron por sus mejillas. Además, se percató de que Michael era el otro hombre.

—¿Estás bien? ¿No te hicieron daño? —le susurró Bradley al oído, aunque también llegó a la conclusión de que susurrar era inútil. Sus voces se oían como si tuvieran un micrófono en la garganta.

—No, no me hicieron daño, estoy bien... yo...

—No te preocupes, humano —interfirió Edland, rápidamente, con un tono aborrecible de amabilidad—. A ella no le haremos daño, solo será llevada al juicio mañana a las doce en punto del día. Sin embargo, a ustedes dos sí les haremos un leve castigo. Nadie se mete en mi mundo sin mi permiso, y mucho menos si se trata de Bradley Walker y su amiguito el que orina sin vergüenza frente a nosotros.

—Por favor, no les hagan daño, por favor, por favor —murmuró Charlotte, deseando gritar con todas sus fuerzas, pero sintiéndose incapaz de hacerlo. No obstante, su súplica fue escuchada en medio del temible espacio mientras su cuerpo intentaba inclinarse hacia donde estaba Bradley.

Edland la observó con curiosidad, y sus ojos se estrecharon.

—Charlotte Levine, no comiences con las estupideces del amor y esas porquerías. Casi me enfermas de verte encima de él. Y por favor, no digas que prefieres que te castiguemos a ti en vez de a ellos. Son fuertes, lo resistirán —comentó con cruel burla.

Sicretum (algo oculta Salem)  Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon