Capítulo XLVII

127 8 14
                                    

**Narra Lisandro**

Ya tenía el mensaje completo, había escrito lo que pensé que era correcto decirle ese día en la noche, cuando supe que se iba a Murcia. Sin embargo, no fui capaz de enviarle el mensaje.

Mi pulgar temblaba, y quería hacerlo, pero algo dentro de mí, otra fuerza mucho más fuerte pudo conmigo. Así que al final terminé borrando casi todo y dejando un pequeño texto, que fue el que envíe pero lamentablemente ella leyó tarde.

Al día siguiente de esa noche, me levanté a la misma hora a la que suelo ir a la clínica, ya que es bastante temprano, Hedel entra a su trabajo a las 8, así que incluso si se fuese antes, me daría tiempo de encontrarla al salir.

Pero no fue así. Llegué tarde. Ya no estaba.

No había respondido mis mensajes en el WhatsApp, ni mucho menos las llamadas salían ¿era esto una conspiración del destino? ¿Una burla a mi persona? ¿Por qué es tan cruel y despiadado al hacerme esto? La desesperación me estaba asfixiando cada vez más, cual agua en olla de presión que va hirviendo y sube explotando en ese sonidito de ebullición.

Hedel, no puedes irte, no así, no sin mí...

Sabía que Hedel me gustaba, pero no fue hasta ese momento, no fue hasta ese momento que me sentí totalmente vacío y perdido —como si hubiesen arrancado una parte de mí—, que caí en cuenta de lo mucho que la necesitaba en mí vida, de lo mucho que... Que estoy enamorado de ella.

Salí con prisa de su piso directo a su trabajo, pero al llegar ya no estaba. Se había ido recientemente, y si tan sólo hubiese llegado un poco antes hubiese podido detenerla, o al menos hablarle de lo que me sucede, y lo que a ella también le sucede, porque puedo sentirlo, que a ella también le pasa lo mismo que a mí.
Estaba tan exasperado.

—Bueno... Illo ¿y ahora qué? ¿Nos vamo' a casa? —Pablo estaba afuera del coche esperándome, justo cuando salí del trabajo de Hedel.

No dije nada, estaba sumergido en mis pensamientos que caían como una tormenta de fuertes granizos.

—¿Illo...?

—¡Que no se, hombre! ¡Ya déjame en paz! —exclamé fuera de mis cabales, sostenía el bastón tan fuerte que mis manos estaban comenzando a entumirse.

—Pero no te enfades conmigo. No tengo culpa yo. —Comentó bajando la voz.

—¡Que no estoy enfadado, pero me da coraje! Es que... —respiré hondo— estoy desesperado, y no se qué hacer, Pablo. Hedel se me fue. —Finalmente hablé, con sollozos que se me dificultó ocultar.

Cuando ibamos a casa, en total silencio, mi mente no me dejaba tranquilo, pensando, reprochándome a mí mismo lo lento y estúpido que he sido, todo hasta que de repente solté:

—Llévame al aeropuerto. Iré por ella, —afirmé seguro— sí, me voy a Murcia.

Pablo me preguntó si estaba seguro y como era más que evidente no lo dudó y me llevó.

Cuando estábamos en el aeropuerto, Pablo no dejaba de insistir en acompañarme, se volvió jartible, al final no tuvo más opción que dejar de insistir y le pedí que cuidara de mamá mientras no estaba, y que no dijera nada de adónde me había ido, prefería que esto se mantuviera solo entre Hedel y yo, y también él (pues ya sabía).

Debo admitir que en el transcurso del viaje me estaba sintiendo bastante ansioso, era una sensación extraña, sin embargo sabía que estaba ligada al miedo, pues me hacía millones de preguntas.

¿Se habrá rendido Hedel? ¿Sus sentimientos no habrán cambiado? ¿Me aceptará o me evadirá? ¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Qué le digo cuando este con ella, y cómo?

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 31, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now