Capítulo XV

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Nunca antes había hecho tartas de guayaba ni chocolate, pero el día de hoy aprendí con mi madre, me tuvo paciencia aunque se burlaba de mi en ocasiones, en realidad se burlaba a cada rato.

-Hedel, cariño ¿Cómo pretendes conquistar a tu futuro esposo si ni sabes cocinar bien? -Se mofaba- Debes aprender de mi que no te durare para siempre...

-Mamá, no pretendo conquistarlo con la comida, se supone que debe enamorarse de mi y no de lo que cocino. Ese consejo no tienen lógica para mi y está sobrevalorado.

-Tu estas equivocada, regalar comida nunca pasa de moda.

-Tu lo has dicho, regalar no cocinar... -Me reí y ella me volteó los ojos.

Cuando ya estuvieron listos los primeros encargos mi madre me dio las cajitas. -Ve, llevaras estos encargos a estas direcciones. Son tres.

Miré las direcciones y no entendí bien pero, como dice ella misma "preguntando se llega a Roma" así que... ¡Enga entonces!

Me puse mi chaqueta, tomé el paquete que preparó mi mamá para llevarlo guindando sin problemas y con una gorra azul marino me dispuse a ir a la parada a esperar el autobús.

-Primera parada en General Alaminos número uno... bien, esto será divertido.

El autobús no tarde en llegar, un lindo tipo medio rubio, y digo medio porque su cabello es castaño claro pero su barba es rojiza, aunque suene raro no se le ve mal... se ve como un chico rudo muy atractivo, parece rockquero. Me regala una sonrisa y me acomodo en el asiento de al lado, hasta que me decido y le pregunto como llegar a la dirección del papel que tengo en mi mano, el la observa y me explica amablemente a dónde debo ir.

Viendo por la ventana y admirando el hermoso paisaje que es toda Camas, me emociona cada vez que salgo y veo a las personas interactuar, las arquitecturas y como se ve con la luz del sol.

Hizo la parada y puedo decir orgullosamente que llegue directamente sin perderme, fue buena la explicación del rubio rojizo del autobús.

Segunda parada, no era lejos de donde estaba así que me fui caminando, a mi mente llego el loco pervertido -¿Cuándo diablos piensa responderme? Solo es una respuesta, no le estoy pidiendo que se quede a conversar conmigo -digo en murmullos apretando los dedos de mi mano como si quisiera tronarlos.

Unos dos señores sentados afuera fumando me quedaron viendo extrañados, seguramente porque soy latina y voy hablando sola, les sonrió tímidamente y sigo mi camino.

En esta dirección si me perdí un poco, pero llamé a la cliente para que me guiara. Y ya por fin me quedaba entregar el último encargo de las exquisitas tartaletas de mi guapa y loca madre.

Cuando tomé el autobús, llegué a la calle y reaccioné de golpe.

Era la calle de la señora Ana, eso explicaba el porqué mi madre me habló acerca del hijo de la señora Ana, tenía sentido. Si el encargo era para ellos.

Llegué al frente de su casa, la tienda parecía estar cerrada así que si Lisandro no estaba en su clínica probablemente estaría dando clases de música en el Salón Creativo.

Toqué el timbre y me voltee a ver quien me recibía, cabe mencionar y recalcar que era el mismo "señor no contesto mensajes".

Graciosamente me crucé de brazos seria, como si el pudiese verme, de pronto lo recordé así que me sacudí un poco porque debía hacer mi entrega.

-Buenos días, ¿y la señora Ana?

-Ella dijo que la llamaras Ana, escandalosa.

¿Ah? Parecía de lo mas normal y relajado, pensé que estaría en clases o en el trabajo. No lo había visto con solo una camisa blanca y le quedaba tan bien, ¿sabrá el lo simpático que es?

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now