Capítulo V

94 11 0
                                    

Un baile totalmente cómodo, sutil y medio fogoso. ¿Cuándo iba a pensar yo, que bailaría con un hombre invidente y que bailamos tan bien que me iba gustando demasiado? Nunca, pero sí.

—¿Cómo es que bai...?

—¿Bailo tan bien? Pues resulta que aprendí hacerlo con los ojos de mi corazón, no necesito de más. De hecho disfruto bailar como no tienes una idea.

La manera tan vivaz en que lo dice me provoca una sonrisa ligera que a raíz de verlo y seguir bailando con él me hacen comprenderlo.

—Yo apenas aprendí no hace mucho. Soy bastante mala para esto.

—Pero lo estás haciendo estupendo. Solo siéntete tan ligera como una pluma y ya déjame el resto a mí.

Me acerca un poco más a el y colocando su mano en mi espalda baja procede a nuevos pasos de los que no estoy tan segura de llevar.

—Recuerda, eres una pluma, solo déjate llevar. —Repite para luego decirme en susurros seguido de unas risitas— Escandalosa.

—Que gracioso.

«Si me vieran mis padres, qué no dirían... Que me volví loca, probablemente. Pero sería más loco que supieran que, me está gustando mucho bailar con él.»

La manera en que me toma como si yo fuese una pluma, tan delicado pero con dominio, la soltura que nos envuelve se vuelve divertida aunque para mí es un poco inquietante. Más por el perfume que lleva, podría embriagarme perfectamente si seguía respirando ese exquisito aroma.

La música acaba, y ya nos separamos. Doy un suspiro despacio y lo veo sonreír.

—Madre santísima ¿se habéis visto? Increíble lo han hecho. Que bellos, de verdad. —Añadió la señora Ana dándonos unos aplausos.

—En realidad él es el experto, yo estoy aprendiendo. —Digo en voz baja para que sólo ella escuche.

—Ella aprende rápido. Bueno, iré por un poco de refresco.

Me quedo escuchando a la señora Ana hablarme de sus nietos pero mientras yo seguía pensando que haber bailado con este sujeto loco me ha hecho sentir de un modo extraño pero que increíblemente me gustó, me gusta.

De pronto la música pasa a una bachata que va acorde a mis pensamientos y de pronto comienzo a sonreír sola, agradezco que él no pueda verme actuando tan raro.

Camino hasta la mesa con los postres y tomo una de las mini pizzas, me siento y observó sonriente a todos los invitados y su modo tan natural de convivir cada uno. A veces se me complica convivir con determinadas personas, pero depende de quien sea, por ejemplo el otro hijo de la señorita Ana con el que intenté tener una conversación normal, sin embargo, se volvió incómodo con sus comentarios tan burlones y groseros.

Veo al loco pervertido no pervertido que baila bien acercarse con el Golden que si mal no recuerdo se llama Rocco, hasta sentarse a mi lado, me pregunté internamente si sabe que estoy a su lado...

—¿Entonces eres profesor de piano? —Le pregunto para hacerle saber que allí estoy.

—Oh, pequeña escandalosa. Por supuesto, sí lo soy. Me encanta enseñar lo maravilloso que es el piano.

—Siempre soñé con aprender a tocar el piano o la batería, claro que nunca pude. ¿Cómo aprendiste?

—¿Eras tú quién se detuvo a fisgonear mi clase la vez pasada? —Preguntó al mismo tiempo que yo hablé.

—Pues no estaba fisgoneando, solo disfrutaba de la demostración que hiciste. —Le hice saber con firmeza.

Él asiente mostrando un leve sonrisa. —Entonces me estabas admirando, tengo una fan venezolana ¡qué maravilloso!

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now