Capítulo XVII

65 10 1
                                    

Se formó una sonrisa en mi rostro cuando escuché la respuesta que dio a mi pregunta, fueron varios datos que me permitió conocer, recordándome su edad que me dejó un poco pensativa.

«Treinta y un años, treinta y un años».

—¿No vas a preguntar cuales son esos montones de sueños acumula'os? —Me dijo haciendo que aterrizara otra vez en el mundo, en el Salón Creativo, específicamente.

—Oh, bueno eso si tu quieres decírmelo...

«Porque obvio que quiero saber, señor Lisandro de treinta y un años».

Un dato sobre mí es que muy pocos chicos de mi edad me han llamado la atención, siempre han sido de tres o cuatro años mayores que yo, y supongo que escuchar su edad me reconforta en cierto modo... Es que las personas que son mayores que yo suelen caerme mejor que los de mi propia edad, eso lo he comprobado, y ahora que voy conociendo a Lisandro me doy cuenta de que me agrada más y más, porque puede que sea intenso y molesto, pero es un molesto que puede volverse tierno, lo es.

—Bien —caminó hasta uno de los sofás individuales y se sentó— antes tenía un sueño que es muy ambicioso, la verdad, y por eso lo he deja'o de lado.

—¿Cual es?

—Era el poder ver. Sin embargo, ya decidí hace mucho quitarme esa idea tan ambiciosa de mi cabeza. Ahora, mi verdadero sueño que tengo y voy a trabajar por eso, sería el poder terminar mi historia, además de que deje una huella con ello.

Su sueño me dejó confundida.

—¿Terminar tu historia? —Lo miré con desconcierto.

—Si, porque desde que tengo aproximadamente dieciséis años he estado escribiendo los acontecimientos más impactantes en el transcurso de mi vida...

—¿Estás escribiendo tu vida?

—Efectivamente, escandalosa.

Le voltee los ojos y me acerqué para sentarme frente a él, quería seguir escuchando sobre esto, llamó mi atención y no pensé en nada mas. Con los cuentos en mis manos, sin dudarlo me senté en frente de él.

Me crucé de piernas.

—¿Cómo se te ocurrió empezar a escribir tu historia?

Él soltó un suspiro en una risa, mientras se acomodó en el asiento y se inclino apoyándose en sus piernas hacia en frente de mi, haciendo que ambos estuviésemos muy cerca.

—Es algo que tiene muchas razones. La primera porque los audiolibros me hicieron despertar las ganas de crear algo mejor, mi propia vida narrada y escrita incluyendo sucesos repentinos pero, realistas. La segunda, porque así podré darme cuenta cuánto he cambiado y si he podido lograr lo que antes quería, tanto en poder hacer buenas obras, darle todo lo que pueda a mi madre y poder llevarla a su lugar favorito.

Cuando acabó de hablar, sonrió y me concentré en esa sonrisa que soltaba un no se qué, pero me atraía en cierto modo. (No me pregunten cual).

—¿No dirás nada al respecto?

Mi rostro se calentó un poco, así que me sacudí. «¿Qué te pasa, Hedel?»

—Bueno, señor Lisandro. ¿Cual es ese lugar favorito? Si se puede saber... —Cambió la otra pierna para cruzarlas.

—La playa, —agregó— la playa La Azohía, en el Municipio de Cartagena, exactamente en la Región de Murcia. No se si la has escuchado...

—No, pero le preguntaré a Google, —susurré al final— lo sabe todo.

Con unas risitas me acompañó, y siguió hablando. —Cuando estaba papá con nosotros, nos solía llevar para hacer picnics o simplemente ir a disfrutar de la vista, como mi abuelo vive cerca nos quedábamos una semana con el; aunque el payaso de mi hermano era el que se bañaba en la playa, —soltó un pequeño suspiro— me hubiese gustado hacerlo igual, pero me daba mucho miedo meterme en algo que no puedo ver.

Es triste el querer hacer algo pero, no atreverse por miedo a que algo malo suceda.

—Algún día tu podrás disfrutar de todo aquello que no pudiste hacer antes. Créeme. Lo digo por experiencia. —Terminé diciéndolo con algo de nostalgia.

—Me gustaría escuchar algo de lo que hayas podido lograr.

Subí mi mirada para verlo y estaba sonriendo. Así que, luego de pensarlo unos segundos, le conté.

—Jamás imaginé que podría salir de mi país, y llegar hasta acá, jamás, en serio jamás. Y mírame ahora estoy en Europa. —Hice un ademán y luego quería que la tierra me tragara porque lo que dije fue imprudente de mi parte.

—Escandalosa, no puedo mirarte. —Me interrumpió diciéndolo con mucha calma.

Aunque bien pudo decirlo porque sabe que soy tan descuidada en todo... De igual forma sentí vergüenza.

—Disculpa, lo dije sin darme cuenta... Me refería...

—Descuida, continúa. —Dijo para tranquilizarme. Él se estaba riéndo.

—Como decía, ¿No es eso grandioso? A pesar que no tengo riquezas, tengo un buen empleo y he conocido personas muy amables. —Apreté un poco mis manos para luego frotar mis uñas, manías mías de cuando me siento nerviosa.

—Si, es grandioso...

Estuvimos hablando tanto, por horas... Ni cuenta nos habíamos dado que era ya de madrugada, que hablamos tanto de nuestros ideales y perspectivas sobre la vida o la sociedad, sobre nuestros sueños y el futuro que, la hora no nos importó.

Me había quedado hasta tarde hablando con Lisandro en el Salón Creativo, pero lo curioso es que la señora Ana no apareció en ningún momento para saber que había sucedido con nosotros por la tardanza, eso realmente nos pareció sorprendente.

Aunque, esta conversación, sin interrupciones, sin acusaciones y en total armonía nos hizo conocernos un poco más que antes.

Un poco más.

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now