Capítulo XLI

64 7 4
                                    

Frotar las uñas; la maña mía que salía de repente sin que me diera cuenta, en situaciones en las que estoy muy incómoda.

Justo como ahora.

Aunque tenía la excusa ya hecha por la señora Ana seguía sintiendo mucha pena y me imaginaba muchos posibles pensamientos por parte de Lisandro.

«Seguramente se dará cuenta que es todo un show para quedarme con él, se dará cuenta que me gusta. Debe de estar pensando que me derrito por él, y que su madre es la encargada, y que es totalmente cierto; sin embargo no quiero que lo piense... ¡Ay, Dios mío!»

—Entonces mi madre te llamó justo cuando estabas en una inundación en tu piso y te dijo que podrías quedarte aquí. Pero, lo que me parece loco de todo esto es que ella te haya dejado aquí sola, Hedel. —Se quedó pensativo— Aunque con lo despistada que es ella, también.

—Sí, bueno yo creo que... —me quedé analizando lo último que dijo— Espera, ¿cómo que "también"?

El señor pervertido no pervertido se reía con una picardía que se me hacía imposible no dejar de mirar con mucho gusto.

—Que ya sabes, Hedelsilla. No se quién de las dos es más descuidada... —se llevó la mano a la nuca— que está difícil la competencia, eh.

—Mmm —rezongué.

Me sentí más tranquila al escucharlo, por como habló me dio a entender que se había creído toda aquella mentira que elaboró su querida madre y que yo, entre nervios y emoción acepté.

Luego de algunos segundos en silencio, él lo rompió.

—¿Y ya cenaste?

Negué con la cabeza, y me sentí tan idiota por haber hecho eso que apreté mis labios volteando mis ojos.

—Eh, no, no. Aún no ¿tú tampoco, verdad?
Porque te escuché decirlo cuando llegaste.

—Pensaba en comer con mi querida y alocada madre —él tomó su teléfono mientras lo manipulaba—, llamaré a Pablo para que nos diga a dónde se ha metido la señora Ortega.

Me senté en el sofá nuevamente frotando mis uñas, estas situaciones me causaban ansiedad y ya quería que simplemente pasara, no quería ser descubierta, me vería como toda una tonta intensa. No quiero ni pensarlo más.

—¿Madre por qué contestas el teléfono de Pablo? —hablaba Lisandro por llamada— ¿La tía Lú te pidió quedarte? Pero ma'... ¿Cómo puedes dejar sola a Hedel aquí? ¡Por Dios santo!

Mientras lo escuchaba hablar por el teléfono volví a respirar. Definitivamente la señora Ana merece un premio por mejor actuación e ingenio al crear tremendas mentiras.

Le dio las buenas noches y se despidió, al parecer le dijo que me tratara bien. Sonreí aliviada, pero otra vez el pensamiento de "me quedaré a solas toda una noche con Lisandro" Me inquietaba.

—Bien... Ni al caso. ¿Entonces, qué cenaremos?

—¿Cocinamos o pedimos algo?

Él se dio la vuelta y se dirigió a la cocina.

—Mejor será que preparemos algo nosotros mismos ¿no te parece? Sería divertido cocinar con la escandalosa.

—¿Ahora soy tu payasa personal? —chistee fingiendo asombro.

Y cuando pensaba que sería divertido, mi mente simplemente fue tan limitada.

Ambos en la cocina ya, yo hacía el papel de asistente, porque básicamente era quien acataba sus instrucciones. Mientras él batía los huevos, me decía que fuese picando los tomates y cebolla.

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now