Capítulo IX

89 7 1
                                    

Ya en la camioneta, que parece como recién salida de la fábrica voy en el asiento derecho y él en el izquierdo, obviamente ambos vamos atrás y solo el chofer delante. No imaginé que vendría así.

—Eres molesto ¿sabías? —Digo mientras veo que está tan bien arreglado, incluso me atrevería a decir que luce mejor que el día de la fiesta de su mamá.

—Eres la primera que me lo dice.

—¿En serio? No te creo.

—Eres la primera latina en decírmelo.

Solté unas carcajadas. —En ese caso...

—Entonces ya sabes mi nombre, no pensé que tan rápido lo descubrirías. —Levanta un poco la cabeza hacia mí.

—Ya ves, ahora el señor loco pervertido tiene nombre. Lisandro... ¿Lisandro qué?

—Solo Lisandro. No tengo segundo nombre. Solo Lisandro Nariño Ortega.

—Me gusta como suenan tus apellidos.

—¿No te gustaría combinar tu nombre con mi apellido?

Lo dice con la intención de molestarme, pero se por donde viene así que le sigo el juego.

—¿Hedel María Gutiérrez de Nariño? Suena fatal, no combina para nada...

Él suelta unas carcajadas y después le sigo yo.

—Tienes razón, no combinan en lo absoluto. Por cierto, estás hermosa hoy, Hedel.

—¿Qué? —digo sin entender frunciendo el ceño— ¿Cómo estás seguro de eso?

—Con el simple hecho de que te rías eso te hace lucir encantadora.

Que él siendo invidente diga esto de esta manera tan espontánea, me hace ruborizarme un poco. Solo un poco.

—Tú también luces muy bien.

Sonrió de manera amena.

Ya que llegamos al sitio, me pregunto si debería ayudarlo o el chofer lo haría... Pero, él mismo con su bastón caminó hasta la acera.

—Gracias Pablo, ya sabes la hora de regreso. —Le avisa al chofer y me acerco hasta él.

—No tengo problema en que vayamos del brazo. —Corroboro para que se sienta en confianza conmigo.

—¿Estás inventando esa excusa para poder acercarte más a mí, verdad? Pero ya que insistes. —Él coloca su brazo para permitirme enlazar el mío— Ahora voy con la escandalosa al Jardín Botánico el Arboreto, por favor trata de no hacerme pasa' vergüenza.

—¡Jah! que engreído, pero eso debería de decírtelo yo a ti, no te aproveches de que voy de tu brazo para hacer algo pervertido. —Le recalco en tono de broma, mientras vamos caminando hacia la entrada y ya puedo ir viendo lo hermoso del lugar— Oh por Dios... Es muy hermoso, más de lo que imaginé, de hecho.

—El lugar perfecto para compartir una tarde de poemas. ¿No te parece?

—Por supuesto que si. ¿Has venido antes?

—Vine una vez, hace unos años.

De allí hizo un silencio que no comprendí, supongo que habrá tenido algún anécdota que le habrá marcado.

—Vamos a sentarnos debajo de este árbol. Hay buena sombra y viento fresco.

—No pero ¿viento fresco? Es que... ¡La virgen que airazo!

—¿Que? No pero es que tú tienes que enseñarme esas expresiones, por favor.

-Je, je, venga es como decir "caramba, que viento tan férreo hace".

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now