Capítulo XXXII

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Hacer diligencias nunca me había hecho tanta emoción. Nunca antes me había divertido tanto hacer asuntos importantes, pero es que teniendo la compañía de Lisandro nada podría resultar aburrido ni tedioso, aunque él dice que soy yo la que quita lo aburrido y hace divertido todo.

—A ver, señorita Hedel, ya puede bajarse del coche que ya hemos llega’o.

Ya él había salido del auto y sostenía la puerta esperando a que bajara, por lo que me deslicé hasta acercarme, saqué un pie y luego el otro, aunque en vez de sacarlo con cuidado yo no sé qué me paso que me enredé toda y que si no me agarro rápidamente del brazo de Lisandro… termino besando el piso.

—Venga chiquilla, pero ten más cuida’o, que el ciego soy yo, pero pareces tu.

—Que cruel eres, —le dije lanzándole una mirada con recelo mientras negaba con la cabeza— te has estado burlando de mi en todo el camino.

—Pero, si no es porque quiera, —cerró la puerta del auto— es que tú me la pones en bandeja de plata, nena.

—Ajá, si, ajá. —Murmuré cruzándome de brazos, riéndome en silencio porque el muy gracioso me veía como su blanco fácil para reírse de mí, ya que cuando íbamos a uno de los teatros donde estaban organizando un evento en el que él estaba involucrado, en tanto que esperábamos en una sala, sentados, el de repente señala al lado de mí diciendo exaltado y con un asombro increíble “¡Hedel, mira eso, mi arma!” y yo como una idiota voltee reaccionando a mitad de camino, dándome cuenta que una vez más he caído en sus juegos. Lo que siguió fue aguantarme sus burlas el resto del viaje.

Llegando ya al Salón Creativo que, incluso sin haber entrado todavía ya se podía ver el movimiento agitado de clientes.

Solté una exhalación, y abrí la puerta deteniéndome en el umbral asegurándome que Lisandro entrara primero. Con su bastón se dio cuenta que estaba abierta por lo que se quedó parado frente a mí con una sonrisa ladina mientras negaba ligeramente como si dijera “no lo puedo creer”.

—Solo soy amable, lo hago con cualquiera. —Me aseguré de sonar seria y honesta.

—Claro. Mejor que no te vea mi madre, que capaz te vista de novia ahora mismo y nos case ella misma.

Me reí porque fue inevitable no imaginarlo, y seguimos. Dentro comenzaron a saludarle algunos de los clientes habituales y unos de sus alumnos que lo estaban esperando. En eso, la señora Ana nos vio desde una de las mesas que estaba recogiendo, levantando una mano para saludar mientras en tono alto y jubiloso decía: “¡Mira nomas quien ha llega’o, Hedel, mi querida Hedel, y mi bombón!”.

—Y tu bombón sí que esta más guapo cada vez, mi arma. No me extrañaría que ahora seas suegra y pronto abuela. —Agregó de pronto una señora regordeta quien me veía sin disimular ni una pizca, a la que nunca había visto antes, y me sentí algo avergonzada por el comentario tan fuera de lugar. Aunque eso hizo reír a la señora Ana, como si no quisiese ella eso...

Caminé acercándome a la barra del mostrador.

—Lisandro y yo solo somos amigos.

Ni si quiera sé porqué le respondí eso a la señora regordeta de boca floja.

—Pues que lástima por ti, nena, porque con un hombre como él no se tiene de amigo. —Repuso, haciendo que me sintiera más incomoda, agradecí que Lisandro estaba hablando con sus alumnos y no haya escuchado todos estos comentarios bárbaros.

La señora Ana llegó al mostrador dejando la bandeja, y seguidamente se acerco a mi con los brazos abiertos con la intención de darme un abrazo.

—Ay cariño, lamento mucho lo que ha pasado. Lisandro me contó. Me había preocupado mucho cuando se desapareció y no supe na’. Pero, me dio mucho gusto saber que él te había acompañado hasta allá. —Ella me soltó del abrazo, aunque aún seguía sosteniéndome por encima de los codos.

—Si… —repuse con un aire de desdicha— la verdad no sé que hubiese hecho si Lisandro no hubiese aparecido en ese momento, fue como un ángel.

—El te quiere mucho —alegó mirándome a los ojos, con una expresión nostálgica.

—Y yo lo quiero a él —allí sacudí mis pensamientos y me centré a lo que venía—. En fin, vine para saludarla y además darle respuesta a la propuesta que me había pedido de trabajar con usted aquí en el salón.

Ella abrió mas sus ojos que desbordaban ansiedad de saber lo que diría.

—Y dime, ¿qué pensaste? —ella empezó a hablar sin parar, obviamente estaba nerviosa de mi respuesta— Mira que yo respetaré tu decisión, pero también si le aceptas te pagaré muy bien y tendrás muchos beneficios porque eres una gran chica y me has caído super bien, aunque te repito que si no quieres lo entiendo, ya tienes dos trabajos y uno tercero sería como…

Sonreí viendo su reacción alterada. —He decidido que sí, trabajaré con usted. Su rostro se llenó de asombro y emoción —¿En serio, Hedel?

Asentí. —Si, usted es una persona que aprecio mucho, además que me haría bien estar concentrada y no pensar tanto porque me deprimo y bueno…

Volvió a abrazarme, pero esta vez un abrazo fuerte donde sus enormes pechos me invadieron toda. Sin duda la señora Ana era muy fuerte.

La melodía que producían las guitarras adornaba todo el salón, haciendo más felices a los clientes porque al empezar a tocar todos aplaudían y algunos tarareaban las canciones, creo que esa era una de las razones por la que el lugar se llenaba tanto, les gustaba la música en vivo tocada por uno de los mejores profesores de toda Camas, en Sevilla.

A decir verdad, realmente la melodía era gratificante para todo aquel que la escuchaba, me hacia sentir tranquila, disipando mis aflicciones y me provocaba una sonrisa más cuando volteaba a verle tocar junto a su alumno, era difícil apartar la mirada.

Sabía que la señora Ana, detrás de mi me pillaba viendo a su hijo, y aunque solo lo hacía en modo de admiración porque me inspiraba valor, motivación, optimismo y lograba que me sintiera en calma con tan solo verlo.

Ver; uno de los sentidos mas importantes para el ser humano. Hasta el 80% de todas las impresiones que percibimos nos llegan a través de la vista, y esa era mi mayor bendición ya que podía ver perfectamente al loco de Lisandro, por otro lado… él a mí no, y de repente venía a mi pensamiento: ¿sería el mismo trato entre nosotros si pudiese verme?, no lo digo porque luzca mal, se bien que soy muy simpática, sin embargo… me causa intriga pensar si fuese diferente, también me preguntaba si siendo así (invidente) yo pudiese interesarle alguna vez.

—Ay nena, si el pudiese ver lo hermosa que te ves viéndole, se enamoraría como un desquiciado.

La voz de la señora Ana detrás de mi me hace volver a mi posición y me giro para responderle.

—Pero, eso no se puede, por lo que es mejor que dejemos de fantasear. Y usted y yo —la enganché a mi brazo llevándola a unos taburetes— organicemos mi horario junto con las tareas que debo hacer.

Ella asintió, sacó una libretita del bolsillo de su delantal y empezamos a realizar el cronograma de actividades. Mi horario en la empresa es desde la mañana hasta las seis u ocho de la tarde (dependiendo del día), pero tenía disponible una hora en la mañana, y dos horas en la tarde. Además me ofreció vender las tartaletas de mama aquí, dejándole un porcentaje muy pequeño y yo más agradecida no podía estar.

Al terminar de organizarme con la señora Ana, me despedí de ella para ir a donde mis padres, que seguro ya se les habrá pasado el estrés que tenían para dispararme a mi cuando llegué.

—Bien, entonces nos vemos mañana bien temprano. —Exclamé avisándole a Ana, y caminé de espaldas mientras la saludaba con la mano (mala costumbre mía), me voltee para seguir y estuve a punto de chocar a quien estaba justo detrás de mí, nuestras narices que por poco rozaban y mi corazón a punto de estallar, lo único que pude hacer fué echarme un poco hacia atrás y retomar mi respiración mientras que Lisandro solo se reía suavemente, como siempre.

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Recuerden que: los quiero ✨ <3

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now