Capítulo XXXIX

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**Narra Lisandro**

Le explicaba a mis alumnos como ibamos a organizarnos y les recordaba las técnicas a utilizar, algunos aún tenían ciertos bajones que debían corregir antes de que llegase el día de la presentación. Sin embargo, no podía concentrarme con el escándalo con que llegó mi hermano Alejandro.

Estaba oyendo todo, y me ha parecido una idiotez de su parte. Él no suele venir porque el Salón le trae tristes recuerdos de mi padre, pero venir a formar un alboroto ya me parece una falta de respeto a su memoria, y más cuando le escucho hablarle mal a mi madre y a Hedel.

—Muchachos discúlpenme, denme un momento. —Me acerco a Blanca quien está al lado mío y le susurro— Encárgate mientras no estoy.

Me acerco al mostrador y le digo a Hedel que se encargue de los clientes, ya que mi madre y yo iremos a la parte de atrás a hablar con Alejandro.

—¿Hablar? Pero si no hay nada que hablar, cojones. Lo único que tienen que hacer es decirle que se vaya y ya está. No se por qué se complican, es como si ella los hubiese hechizado... ¡Virgen Santísima!

Me dirijo a la parte de atrás. —Mamá, traelo.

Alejandro viene farfullando sin parar.

Ya estando todos, aprovecho para confrontarlo. En definitiva esta situación de él me tiene harto, harto me tiene.

—¿Qué carajos te pasa, Alejandro? Ya me tienes bastante enfadado con el temita.

Él suelta un suspiro lleno de coraje.

—Miarma... A ver. No parecen entenderlo... Les explico. Esa mujer no es de aquí, sus costumbres, su manera de ser... Toda esa mierda es diferente a la de nosotros. —Me llevo la mano a la cabeza, lleno de frustración mientras lo escucho— Encima, la dejan entrar a nuestro Salón el cual es sagrado ya que papá se esforzó en construirlo para mamá y nosotros, ¿Cómo se dejan engañar? Es que... No es lo que aparenta, ella sólo finge. Créanme lo que les estoy...

—Cierra la boca. —Lo interrumpí para que dejara de seguir diciendo todas aquellas porquerías— No sé qué te ha hecho Hedel para que hables así de ella...

Iba a seguir hablando pero, mamá interfirió.

—¡Ya está bueno, pues! Alejandro, debes de disculparte con Hedel, y ya deja de ser tan sieso, hombre. No la conoces, solo dale una oportunidad en vez de estar hablando sin saber. Ella es muy trabajadora, amable y muy honesta. Así que espero que sea la última vez que hagas otro espectáculo así, que no te lo voy a deja' pasa'. Y ya me voy, que tengo que atender el negocio.

Mamá dijo todo aquello bastante molesta. Es que ya el tema nos tenía bien cansados ya.

Esperé a que ella se fuera y así seguir para aclarar las cosas definitivamente con él.

—¿Hedel te gusta? ¿Acaso son novios? Y quiero que seas sincero, Lisandro.

Resoplé ante su pregunta tan fuera de lugar.

—Que no, que es mi mejor amiga. Somos mejores amigos, y si así fuese... ¿Eso en qué te incumbe?

Me crucé de brazos.

—Ji home... —dijo irónicamente—. Mira, se de lo que te digo, y estoy seguro que esa va a engatusarte. Todas las de su raza son así...

Eso sonó con mucho resentimiento.

¿Pero por qué?

—Por favor, hermano. Aléjate de ella antes que sea demasiado tarde. Que no quiero que te lastime.

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now