Capítulo XLIII

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Conocer a alguien que encaje a la perfección contigo, en el sentido de que puedas encontrar todas las respuestas a tus preguntas sin necesidad de hacerlas porque esa persona simplemente es tan maravillosa que, te da las respuestas sin que tengas que pedirlas. Te hace sentir ese nudo de emoción tan fuerte e intensa en el vientre, y no hay nadie que pueda sentirse más dichoso que tu.

Exactamente eso era lo que no me estaba pasando a mi.

En el transcurso de casi una semana, digo casi porque han pasado cinco días, cinco largos días en los que no hemos hablado, apenas y me saluda con algo de incomodidad, eso lo puedo notar.

La señora Ana no me ha sacado a relucir otra vez el tema con su hijo, y lo agradezco, aunque de repente me dan ganas de hablar tanto del tema hasta insultarlo por ser así... Es que...

—¡AHHHHH! —pego un grito ahogado en la almohada.

Me siento desesperada, frustrada y con las ilusiones rotas.

Total: indignada.

¿Cómo es que me evadió?

¿Por qué se ha vuelto distante?

¿Entonces no le gusto ni un poquito?

¿Tanto le desagradaré como mujer?

Ni siquiera me ha hablado, por misericordia divina me saluda con sus "Buenos días; que tengas buen provecho; hasta luego; saludos a la familia".

Aprieto los dientes y me enfurezco. Con su amiguita Blanca en cambio, no es así. ¿Por qué conmigo es tan cruel?

Lisandro es un idiota.

Me siento en la cama, trato de calmarme, inhalo y exhalo.

A pesar que han pasado varios días, no puedo superar esa vergüenza que pasé con él en la cocina. El hecho de ser rechazada por la persona que te gusta... Vaya, que el sentimiento es del asco.

Decidí minimizar la página que reproducía la escena en mi cabeza, y me levanté para irme a la empresa.

Hoy la señora Ana no iba a abrir el Salón Creativo, al menos tengo entendido que en la mañana no trabajaría, que si llegaba temprano de su diligencia lo abriría en la tarde.

Ya estando en la empresa me dirigí a mi puesto lo más rápido, hoy mi ganas de socializar estaban del uno por ciento.
No llevaba ni veinte minutos sentada en mi escritorio cuando me mandaron a llamar, el director.

—Hedel, ¿qué disponibilidad tienes de viajar?

—¿Viajar...? —repetí desconcertada esperando más información.

—Que necesitan a uno de los nuestros en la sede central de Murcia, hemos estado haciendo un estudio y algunos no cumplen los requisitos, otros no pueden y hasta ahora la más ideal para esto eres tú. ¿Qué dices? —me miraba sin pestañar, su aura era bastante intimidante aunque no era su intención— Mira, que te proporcionaremos todos los gastos de viaje y alojamiento. Será una semana. ¿Cuento contigo?

Sus ojos eran suplicantes y convincentes, no tenía ganas de ir, no quiero ir ¿a Murcia? Pero si aquí estoy muy bien, mi familia está aquí, mis compañeros, y... Y... Lisan... ¡una semana es mucho!

No, no, no quiero.

Ya lista respondí. —Pero no... No puedo negarme cuando ven que estoy calificada. Cuenta conmigo. —Sonreí forzada.

«¿Por qué demonios dije eso?»

—¡Yes! Bueno nena, nada, a prepararnos. Que te espera un vuelo directo a Murcia.

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now