Capítulo XXVIII

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Me parece que es mentira, porque aún puedo escuchar su voz claramente en mi mente, porque aún puedo abrir el chat y ver cada uno de sus mensajes, las risas y los consejos que nos dábamos. Mi corazón no lo procesa, no lo comprende y me desespera no poder encontrar una respuesta que me alivie.

Porque me niego, me niego a creer que se fue, que ya no estará conmigo y que me haya abandonado de la manera más dolorosa, dejándome con mis sueños quebrados y mis ilusiones empañadas... Me ahogo en mis lágrimas y el sufrir en vida, no quiero más que aislarme de todos hasta que me digan que todo ha sido un error, una mentira.

Lisandro estaba junto a mi, y me ayudó a controlarme un poco para irnos directamente al aeropuerto, era una locura, no teníamos la seguridad de que habían vuelos disponibles, sin embargo debía intentarlo, así sea en autobús me iría.

Cuando estábamos a punto de salir quien estaba en la puerta a punto de tocarla era Antonio, no me lo esperaba tampoco, y debíamos irnos sin perder nada de tiempo.

-¡Hedel! -dijo con bastante asombro y preocupación.- ¿Qué ocurre? Vine porque te había escrito y...

Sin dejarlo terminar de hablar lo interrumpí. -Lo siento, Antonio. Debo irme, después hablamos.

Salí y cerrando la puerta nos fuimos de inmediato, no podía perder más tiempo, cada segundo se hacía más pesado y mi corazón parecía arrugarse más. La ansiedad se estaba volviendo latente.

-Vámonos, Lisandro, vamos. -Le volví a repetir a Lisandro, quien hizo una llamada a Pablo.

Me apretaba las manos con mucha fuerza, las tenía heladas... Lisandro puso su mano entre las mías sosteniendolas con fuerza.

-Estoy contigo, Hedel. Estoy contigo. Ya Pablo está por llegar. Mira que si no hay vuelos tengo un amigo que está en deuda conmigo y tiene un avión personal que sé que no dudará en llevarnos.

-Yo solo quiero estar ahora mismo. Por favor, hay que darnos prisa. -Solté entre sollozos.

No pasó mucho tiempo cuando estaba Pablo frente a nosotros y sin pensarlo me subí.

-Date prisa, Lisandro. ¡Debemos irnos!

-¿Si has traído lo que te pedi, no, Pablo? -Preguntó Lisandro acomodandose en su asiento.

Mi mente solo deseaba una cosa, y esa era estar de una vez junto a Romina.

Pero para mí desgracia no habían vuelos disponibles, y yo no lo pude entender.

-¿¡Cómo que no hay vuelos disponibles!? Aquí tiene que haber. -Golpee con las palmas el mostrador- ¿A ver, cuanto puede costar el vuelo? ¿Es porque soy venezolana? ¿¡Tambien me va a discriminar por eso!? Tiene que entender que tengo que ver a mi mejor amiga, ella me necesita.

-Hedel, no es así. Ven, nos iremos en el de mi amigo si es necesario. La señorita no tiene la culpa.

**Narra Lisandro**

Hedel estaba hecha trizas, parecía no importarle ya nada; devastada y en crisis, cuando tomaba sus manos para tratar de calmarla estaban frías e inquietas. Aunque no podía verla sabía que su rostro estaba rojizo y empapado de lágrimas.

No sabía que hacer para aliviarla, ella tenía aún las esperanzas de que estuviese viva, pero ante toda esa ola de sentimientos encontrados y emociones explotadas debido a la noticia lo único que podía hacer era estar con ella y no dejarla sola. De hecho, agradezco tanto a Dios que me haya hecho aparecer en el momento exacto antes de que ella hubiese hecho algo sin pensar.

No imaginé nunca que me iba a doler tanto escucharla llorar y que se sientera tan miserable, tan vacía y desdichada como nunca. Me partía el corazón en pedazos, haciéndome sentir a mi como un inútil que no podía hacerla calmar o desaparecer ese horrible dolor por el que estaba pasando.

Ahora íbamos directo con mi amigo, quien aceptó en prestarnos el avión y que nos llevarán directo a la capital, aunque siendo 8 horas que tardaría el vuelo, pensé que mejor sería no decirle nada a Hedel o se desesperaria mucho más y podría ser peor.

-Gracias por ayudarme a conseguir ir hasta allá, Lisandro. Porque tengo que verla ahora mismo, no puedo esperar más.
Su voz se quebraba, y cada palabra estaba ahogada en el llanto que no podía detener.

Finalmente nos subimos al avión, ambos ya sentados y a punto de irnos de un continente a otro, a 8 horas de vuelo, sin decirle a nadie mas y con los corazones hechos trizas, Hedel y yo.

Le pedí a Pablo que trajera documentos y tarjetas, además de pastillas y la valeriana que Hedel iba a necesitar, puesto a que no se podía controlar.

Como pude me las ingenié para echar en un vaso un poco de agua de la botellita que traía el asiento, de allí agregué como unas treinta gotas de la valeriana.

-Hedel, bebete ésto. -Dije sosteniendo el vaso con el agua de valeriana- Necesitas hidratarte y relajar tu cuerpo. Vamos enga, que no será un viaje corto. Yo estaré contigo, no te dejaré sola.

Decirle eso hizo que se pusiese a llorar más. Hasta que tomó el vaso, eso me dio más tranquilad; necesitaba descansar o no podría llegar bien y podría convertirse todo en un caos.

Al pasar un tiempo, ella ya estaba más quieta, aunque seguía escuchando sus sollozos.

No había momento más difícil para mi que este. Saber que alguien a quien quieres está sufriendo y no saber que hacer te carcome hasta los huesos. Y aunque quería relajarme también porque me sentía muy mal, decidí no tomar nada y estar al pendiente de ella.
Subí mi mano hasta encontrar sus cabellos y empecé a pasar sutilmente mi mano acariciando con mis dedos su cabeza, haciéndola sentir acompañada y protegida, y que así pudiese calmarse un poco.

Después de cuatro horas dejé de escucharla así que supuse que se había dormido y me sentí mejor, aunque sabia bien que al despertar y peor aún, cuando lleguemos todo sería más triste.

En ocasiones llegué a quedarme un poco dormido, pero me despertaba de inmediato ante cualquier ruido o movimiento mínimo, estaba alerta por Hedel quien venía a mi lado, apretando su corazón con la esperanza de volver a ver a su mejor amiga. Eso me hizo pensar en mis seres queridos, si llegase a perder a alguien cercano sería tan doloroso, que solo de imaginarlo me revuelve todo el estómago y los vellos de mis brazos se erizan.

Y dentro de mi no hice más que empezar a pedirle a Dios que le diera fuerzas a Hedel para afrontar todo lo que estuviese por vivir.

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now