Capítulo II

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Me levanto de la cama luego de un sueño tan profundo y repotenciador, ayer había sido un largo y terrible día. Hubiese preferido que solo haya sido una pesadilla pero no, después de ese show que pasé, donde yo era la protagonista del caos, la señora Ana me escribió pidiéndome disculpas por haberme bañado en pintura y luego porque su hijo me haya dado un gran susto entrando al baño.

—Santo Dios... Es que cada vez que lo recuerdo... —me estremezco bruscamente— ¡Me da rabia! Ese estúpido sujeto, como que no aprendió a ser educado como su madre...

Y hablando en mi soliloquio, me preparo unos panes tostados con algo de queso, y un con leche con mucha azúcar.

Hoy tengo que trabajar temprano, y está vez iré vestida como corresponde y no como una secretaria, dos de mis compañeros no fueron tan prudentes y simplemente me dijeron lo que pensaban: «Ole Hedel, aquí trabajamos los informáticos, las secretarias es en la otra sede». Comentaban con ese tono lleno de burla y con risas tan Andaluz, porque si, aquí en Andalucía tienen toda una cultura, es como otro mundo.

Camino a tomar el autobús, me gusta mucho vivir aquí aunque a veces siento que es un poco estresante tener que pagar todo, en mi país anterior no pagabamos alquiler, ni agua, ni electricidad pero ahora que no estoy allá, sino que soy una inmigrante/extranjera que está adaptándose a este nuevo país, que es nuevo en todo sentido. Pero esto es también importante, conocer nuevas culturas y costumbres te enriquecen la vida y no está mal.

—Buenos días, compañeros.

Saludo a todos cuando voy a mi lugar de trabajo.

—¡Buenos días, Hedel! Esta vez no viniste en tu modo secretaria, que lastima. —Me decía Antonio, uno de mis compañeros, el es ingeniero en sistemas y buenísimo con los software, es el que más me ha hablado desde que entre a la oficina.

—Ya no te burles de mi, Antonio. Fue desagradable, de verdad.

—Bueno, bueno. ¿Y qué harás más tarde?

—Seguir existiendo y lamentarme por el "numerito" Que hice en casa ajena —dije recordando lo que había dicho el pervertido en la casa de la señora Ana— Ya de ahí, creo que comprar algunas cosas, no lo sé.

Él suelta unas risitas y se aproxima a invitarme a salir, lo puedo oler, sin embargo no me parece mala idea, Antonio es bien inteligente y sin rodeos, con solo verle te das cuenta de lo listo que es, eso sin decir que también es muy atractivo, es algo así parecido como el actor Eduardo Noriega en su juventud solo que sin la barba y con gafas cuadradas.

—¿Qué te parece si vamos a la plaza y damos un paseo para que veas lo bonito de Camas?

Aprieto mis labios y sonrío levemente porque la verdad es que desde que llegamos mi familia y yo no hemos hecho otra cosa que diligencias, entre alquileres, trabajos y comida. Ah y claro pasar vergüenzas en casa de la señora que me ha ayudado desde que llegué, lo normal.

—Me parece bien, me gustaría ver lo hermoso de este país.

—¡Enga entonces!

—¿Ah?

—Significa que hagámoslo. —Me responde con una sonrisa y se pone a girar en su silla de escritorio.

—Poco a poco aprenderé de sus jergas, ya veran.

Cada quien concentrado en su escritorio frente a una computadora, luego de aquí para allá organizando cosas y ajustando actividades. Aquí hablamos otro idioma también, cualquiera que entre quedaría como un perro en medio de una autopista viendo a todos lados sin entender nada porque solo se puede escuchar términos informáticos y un montón de códigos.

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora