Capítulo XXI

67 8 0
                                    

Íbamos los dos junto a Pablo quien era el que conducía con rumbo a la residencia de mis padres.

La cena que habían organizado para reunirnos y charlar estaba más que lista, mamá se volvió loca mandandome mensajes por el teléfono sobre que me diese prisa porque no iban a esperar más por mí, ya que Elva y papá estaban hambrientos.

«Okay, ya mamá. Deja de fundirme con mensajes»

—Son tus padres preocupados porque no has llegado ¿Cierto?

Lisandro se dió cuenta por el sonido de las notificaciones constantes que llegaban de mi teléfono.

—Eh, sí. Mamá está ansiosa, y los demás están hambrientos. —Repongo con un largo suspiro.

Lo veo sonreír, y me volteo a ver por la ventana.

Ya la incomodidad había desaparecido, incluso le mandé a decir a la señora Ana con Lisandro que iría pronto a visitarla. Le puse como excusa que estaba trabajando mucho, y en realidad es verdad, aunque también es verdad que sí los estaba evadiendo.

De pronto, Pablo aparcó el auto frente de la residencia, ya habíamos llegado.

—Bien, gracias señor Pablo y gracias, Lisandro, por traerme. —Repuse ya fuera del auto sosteniendo la puerta.

—Nada de gracias, que me debes una salida, no lo vayas a olvidar. Y ya vete que te están esperando. Buenas noches, escandalosa.

Sonreí ante su incesante ocurrencia que viniendo de su tono y manera de hablar tan pulcra... Podría insultar a cualquiera y seguiría sonando tan elocuente y brillante.

—Buenas noches.

Iba a entrar pero el auto volvió a retroceder.

—¡Hey, escandalosa!

Lisandro se asomó por la ventana y extendió su mano para entregarme algo. Sin saber que, Elva desde que aprendió a usar la cámara del teléfono no para de tomarle fotos a todo lo que quiera cuando le quita el teléfono a mis padres, es por ello, que desde la ventana de arriba ella nos había sacado fotos a Lisandro extendiendo su mano hacia mi.

—Había olvidado entregarte esto.

—¿Qué es? —dudosa puse mi mano debajo de la de él.

Era una cajita de plástico transparente con una memoria microSD.

Le di una mirada confusa esperando una respuesta.

—Dijiste que te gustaría escuchar algunos audiolibros, allí están mis favoritos. ¡No lo pierdas! —Concluyó yéndose finalmente.

Casi boquiabierta por su sorpresa, asentí asimilando todo y me giré nuevamente para entrar a la residencia.

—¡Hasta que apareces! ¿Ya viste la hora? Habíamos quedado en comer temprano y la niña Hedel llega tardísimo. Muy bonito... —Inquirió mamá con ímpetu y sarcasmo.

—Perdón... En serio se me pasó la hora.

—¿Y ese quién era? Por él fue que tardaste ¿no? —Levantó una de sus cejas y sí que se veía molesta...

—¿Quién? —Fruncí el entrecejo sin entender.

«¿Me habrá visto cuando Lisandro me dejó en la entrada?»

—No te hagas la loca Hedel, el que te vino a traer, el de lentes. —Señaló mientras se sentaba en la mesa— Elva le sacó fotos, mira...

Elva emocionada se acercó a mi con el teléfono para enseñarme.

Los ojos del corazónWhere stories live. Discover now