171.GUÁRDALO EN EL CAJÓN

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—....—Tsunade se puso seria.—Bakugo, necesito informarte algo... algo muy doloroso— comenzó con voz grave.— Orochimaru ... Él ... Orochimaru ha asesinado a Minato— la sannin pronunció lentamente las palabras, viendo cómo la incredulidad y el dolor se apoderaban del rostro de Bakugo.

—No, no, no, no. ¡NO!—dijo Bakugo, negando a la vez con la cabeza. Con cada no que decía, más cabreado se mostraba. —¡NO!—terminó rugiendo.—Mentiroso de mierda ...—susurró Bakugo nirando al techo.—Me diste tu palabra, Namikaze...

El chico se recostó en la cama con la mirada perdida, como si hubiera sido golpeado físicamente. Sus ojos se abrieron desmesuradamente mientras procesaba la impactante revelación. La figura de Minato, el legendario Yondaime y el hombre al que había admirado y respetado profundamente, se desvanecía ante sus ojos. Tsunade se aferró al cuerpo de Bakugo, permitiendo éste que el consuelo y el apoyo de su figura materna lo envolvieran. 

A pesar del dolor, comenzaba a vislumbrar un camino hacia la sanación. El odio. Bakugo dejó que la tristeza se apagara poco a poco para centrarse en el odio.

Pero no era un odio ardiente y abrasador, sino una helada corriente que fluía con una precisión calculada. Era un odio frío, desprovisto de emociones impulsivas. Era un odio que se manifestaba en su mirada gélida. 

Era un odio que se tejía en silencio, como una red invisible que atrapaba a su presa sin que esta se diera cuenta. Se enredaba en los pensamientos, contaminando cada recuerdo y proyectándose en el futuro con una determinación implacable. No había gritos ni explosiones de rabia, solo una presencia helada que penetraba en su corazón. Su objetivo era destruir, aniquilar la existencia misma de Orochimaru, sin importar las consecuencias.

—¿Y Orochimaru? ¿Qué ha sido de él?—preguntó Bakugo con un tono neutro y la mirada gélida.

—Katsuki ...—Tsunade contrajo el rostro al ver el cambio en el semblante de Bakugo.—Creo que será mejor que continuemos esta conversación más adelante. Ahora tienes que descansar.—

—Por lo que me has dicho antes, llevo durmiendo casi 3 meses. —la frialdad que tanto preocupaba a Tsunade seguía estando en el rostro de Bakugo.—Creo que he tenido descanso más que suficiente. —

—Katsu ...—Tsunade estaba por contradecirle, pero esos ojos carmesíes le inspiraron por primera vez temor desde que lo conoció. Un escalofrío recorrió la espalda de la Sannin, erizándole los vellos de su piel. Pero se recompuso y emitió un suspiro de resignación.—Por lo que me han informado los miembros de ANBU que se encontraban cerca, salió muy malherido por un jutsu prohibido que le lanzó Minato. Pero logró huir con ayuda de un tal Yakushi Kabuto. Si no fuera por ...—

Tsunade siguió hablando, pero Bakugo dejó de escuchar. 

—Bien.—pensó Bakugo, sonriendo para sus adentros.—Solo puedo ser yo el que deba darle su merecido a esa serpiente después de lo de Uraraka y Namikaze. Escóndete bien, serpiente.  Y  esconde bien a tu jodido lacayo cuatro-ojos. Escondeos hasta que me haga más fuerte.  Lo suficientemente fuerte para que....—

—Katsuki, me estás preocupando.—las palabras de Tsunade interrumpieron los pensamientos de Bakugo.

Bakugo se percató que Tsunade lo miraba estupefacta. La sonrisa que creía que había mantenido para sus adentros se había manifestado en el exterior sin querer. Con una determinación fría y calculada, Bakugo se negaba a permitir que ese odio saliera a la superficie. Sabía que era una fuerza peligrosa y destructiva, capaz de consumirlo por completo si se desataba sin control. Era una bomba  que solo debía ser activada en el momento preciso. En cada respiración profunda, Bakugo sentía cómo el fuego del odio latía en su interior, buscando escapar, demandando justicia y venganza. Pero él resistía, sabía que debía esperar, que el odio solo sería liberado cuando pudiera enfrentar a Orochimaru cara a cara, cuando tuviera la certeza de que su venganza sería completa.

—Tenías razón, Tsunade. —dijo Bakugo cerrando los ojos.— Necesito descansar.—

Tsunade lo miró por última vez aún más preocupada porque le llamara por su nombre y no por uno de sus insultos. Pero era verdad que tenía muchas cosas que hacer como Godaime y no podía quedarse más tiempo con Bakugo.

—Está bien. —dijo Tsunade.— Si necesitas cualquier cosa, díselo a cualquier enfermera y estaré aquí de inmediato ...—Bakugo asintió con la cabeza con los ojos aún cerrados.—Mañana te echaré un vistazo a ver como progresas de tus heridas. Hasta mañana, Katsuki.—

—Hasta mañana.—respondió Bakugo sin emoción alguna.

Bakugo se quedó solo en la habitación y las horas que pasó tumbado en la cama se las pasó controlando el  odio en lo más profundo de su ser. Guardándolo en un cajón, pero a la vez alimentando esa llama vengativa hasta que llegara el momento adecuado. Sabía que cuando finalmente abriera el cajón, liberaría un vendaval de emociones oscuras y destructivas. Pero también sabía que era el único camino hacia la redención y la paz que tanto anhelaba.

Mientras tanto, el cajón permanecía sellado, esperando en la oscuridad, manteniendo el odio a raya, pero siempre listo para desencadenarse en un torrente feroz cuando llegara el momento justo de enfrentar al ser que tanto odiaba.

Bakugo no era una persona paciente, pero sería capaz de esperar, si con ello aseguraba que su venganza fuera completa y despiadada. 





Katsuki Bakugo en KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora