Prólogo

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Era de noche, en un pueblo montañés bastante humilde, seco, lleno de nieve y viento suave. Normal.

Ese pueblo tenía una energía natural y sobrenatural a niveles catastróficos, era un imán de anomalías de todo tipo, y la anomalía más extraña era la ignorancia de los pueblerinos.

Era fácil esconderse.

Greicy preparaba un ritual por la noche de la luna roja, realmente no se veía roja al ojo de los demás, pero si eras lo suficientemente despierto podrías notar cambios en el ambiente, se volvía muy pesado.

- Qué buen clima, ¿no es cierto? -

Miraba a las sombras del ritual, todas hablaban en latín y reían guturales a demás de escandalosas. La rubia sonreía, se sentó en el pentagrama sobre sus rodillas y empezó a rezar a base de cánticos, rodeado de velas de colores y llamaradas juguetonas.
Se liberaron, todos se levantaron y vienen desde la oscuridad a caminar y a divertirse, estoy aquí ahora para ser el mediador entre ambos mundos abogando por el caos y la diversión.

- Me ofrezco como parte de las almas que abran las puertas para mis amigos, junto a hermanos y compañeros liberamos a nuestro Dios de su reino para que recupere la gloria ante la humanidad. Cómo debe ser. -

Si antes los demonios podían solo poseer a los humanos, ahora podrían caminar entre ellos, nadie estaría a salvo en el mundo.

Aquellas sombras que lo rodeaban, que paseaban por su casa como si fuese propia, que lo miraban con tanta intensidad que lo incomodaba. Asquerosas masas de oscuridad que se pegaban a la pared con su viscosidad, no tenían olor, pero si lo tuviesen Greis estaba segura de que olerían a putrefacción.
Nego lentamente la cabeza, ese escenario ya era suficientemente malo como para seguir empeorándolo con ideas absurdas.

Con algo de inseguridad por condenar a toda la humanidad a compartir la tierra con el infierno, termina el encantamiento, ya era un hecho. El portal al infierno se había abierto en ese pueblo Montañés nevado y marginado. Ahora todos los demonios del averno podían pasar sin filtro al mundo físico.

- Bienvenidos a todos, es un placer ser su anfitriona en esta oscura velada, pasen y coman, diviértanse por una merecida espera de casi mil años. -

Trataba de sonreír, lo había conseguido, aunque algo andaba mal y ella no era consciente de ello.
Su corazón no se sentía satisfecho, no se sentía cómodo con esto. No entendía por qué, toda su vida luchó para llegar a esto, su gran misión.

La rubia sintió que todo su cuerpo se rindió cayendo de lleno al suelo, haciendo ruido sordo, quedando acostada, mirando a la nada con su vista arriba. Tenía un techo triangular como de cualquier cabaña en un típico pueblo. Se quedó quieta toda la noche, no se podía mover aunque lo intentase, pero tampoco se podía dormir, simplemente quedó condenado a quedarse allí estático el tiempo que su cuerpo necesite para recuperar algo de energía.

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El amanecer siempre fue hermoso a la vista de todos, y para Grei no era diferente, se había quedado despierto toda la noche del ritual, en cierto punto se pudo arrastrar hasta la escalera y se sentó allí viendo la ventana, era mucho más entretenido que ver madera vieja y quebradiza.

Todo iba pacíficamente hasta que sonó una alarma, la que le avisaba que debía ir al pueblo a hacer una rutina mortal a la que realmente ya no le veía sentido.

Vivía en una pequeña choza a Quince minutos del pueblo, iba en bicicleta a su trabajo y por la tarde iría a la universidad, una vida diurna muy normal, así era la mayor parte del tiempo.

Pero hoy

Hoy es el primer día desde que el portal había Sido abierto, no mentiría, estaba emocionada por su logro. Estaba bastante cansada por toda la energía que utilizo para lograrlo, pero valía la pena si era por el bien de su Dios.

¿Muy devota?

Exhala aire frío, su nariz y cara están rojos por el contraste de temperaturas, era un día especialmente frío, abrigado con una campera más grande que él y unas botas de nieve impermeables y peludas encadenaba su bicicleta en el estacionamiento y entró para tomar su turno mañanero.

- Buen lugar para encontrar demonios. -

Dijo con sarcasmo viendo el gran cartel de la entrada a la biblioteca pública del pueblo?

- Tal vez deba tomarme un descanso de todo... por un tiempo. -

Sentía que se le bajaba la presión y corrió hasta su puesto en el escritorio junto a su computadora y para quedar tranquilo un rato para recuperarse del cambio de temperatura otra vez y comer una galleta.

- Fiuf. -

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